Ayer, como muchos sabemos, era Día de las Madres en Estados Unidos, Cuba, Perú, Guatemala y México; allí se celebra cada 10 de mayo, sin variación de la fecha y esta vez coincidimos. Yo, como habitualmente suelo hacer, felicité por Facebook y por WhatsApp a todas -espero- las mujeres que se desempeñan en la ardua labor de mamá. Entre todas estas mujeres, felicité a Mariana, una chica venezolana que vive en Perú y cuyo número me había pasado hace unos días en un compartir de recetas de cocina, Lina Cadillo, de Perú. Como me gusta agradar y me encanta agradar cantando, envié un trocito del audio del Himno a las Madres a Mariana, o quien yo pensaba que era Mariana. Esta mañana, nomás despertar, leo un mensaje en respuesta a mi felicitación que dice: “Gracias, mis perros me sienten como su padre, así que vale la conmemoración”. Inocente y crédula como la que más, paso a preguntarle: “¿ No celebras el día de la madre?”, porque, claro, cada quien está en su derecho de darse a una celebración o no... Y como respuesta me dice: “No tengo hijos y, si tuviera, sería padre. Pero trato a mis perros como si fueran mis hijos. Ayer lo celebré visitando a mi madre y viéndola escenificar en vivo un monólogo de su autoria en homenaje a Reverón, un artista plástico referencial en Venezuela, cuyo natalicio se conmemora como el Día Nacional del Artista Plástico. ¿Y ese Himno a la Madre es tu voz?” Yo le respondo que sí y le digo: “Es mi voz, pero creo que tengo el número equivocado. ¿No eres Mariana?” Y me dice: “No soy César, un amigo de Mariana. Pero no te preocupes, nada que disculpar. Esta confusión me permitió descubrir ese hermoso himno y tu hermosa voz”. Y bueno, pues, nos presentamos con nombre y apellido, con nacionalidad y punto geográfico en el que vivimos. Y el resto será historia, supongo. Tiendo a enviar mensajes extraviados a veces; por fortuna no soy dada al chisme ni a copiar y pegar mensajes de otros, que si no...
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