Una ciudadana del mundo que la cigüeña dejó en Erredé. Una inmigrante que lleva a Mao en el corazón

Hoy hace 36 años que este país me abrió sus puertas; hoy hace tres décadas y seis años que salí de ese pueblo al que tanto quiero, dueño de mis raíces y donde viví una infancia y parte de una adolescencia en la que fui feliz como la que más.

Hoy hace siete lustros y un año que lloré como si el mundo se acabara al despedirme de familiares, amigos y de lo que pensaba era mi primer amor, mismo que luego la vida se encargó de demostrarme que no, y al que, a día de hoy, me une un gran cariño y con quien todavía me comunico con cierta frecuencia.

Si antes me anegaba en un mar de lágrimas por no quererme marchar de Mao, provincia Valverde, de no querer irme físicamente de mi tierra entre ríos; si entonces lloraba por tener que decirle adiós a los cimientos que me forjaron hasta mis 17 años, hoy estoy agradecida con mis padres y con la vida por darme a conocer otro país que me ha expandido los horizontes, que me ha ayudado a ser una persona más objetiva, con diferentes perspectivas y con pensamiento crítico.

Además, en esta nación, que tiene más cosas buenas que malas, he aprendido que mi país no es el único 'mejor país del mundo'... Y que tiene mucho que ofrecer. El quid de la cuestión está en hacerse las sendas hacia el bienestar y elegir, en la bifurcación, la infinidad de ventajas y de objetivos positivos para intentar alcanzar un buen proyecto de vida, en lugar de torcerse en el camino.

«De vez en cuando la vida afina con el pincel; se nos eriza la piel y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla» La vida y sus ciclos, sus vueltas, su constante ir... La maestra vida que, además, me ha enseñado a ser una persona en cuya alma habita la gratitud.

Soy una ciudadana del mundo que la cigüeña dejó en Mao, provincia Valverde.

Abrazos cercanos de luz de a filósofa maeña, una inmigrante más, como muchos esparcidos por el mundo. Gracias por leerme.