Este álbum, entre tantos otros de Joan Manuel, tiene un especial significado para mí. Lo he mencionado en otros escritos sobre mi Noi de Poble Sec y siempre que pienso en el momento en que lo tuve en mis manos, esa sonrisa de hace casi cuarenta años, como la edad del disco, vuelve a esbozarse, como tatuaje intermitente en mis labios. Era de tarde y llovía. Estaba en casa de Jochy Peña, serratiano empedernido y, al ver la carátula, fue la primera vez que le puse cara a quien llevaba acompañándome con su voz durante tantos años.
El disco se grabó en los estudios Eurosonic de Madrid, bajo los arreglos y dirección musical de Ricard Miralles y la producción de Rafael Moll.
'Debido a mi oficio, me toca dedicar gran parte de mi tiempo a viajar, a desplazarme de un lugar a otro, a transitar. Aquí donde me ven, soy un auténtico experto en carreteras secundarias y en pequeñas tabernas de pueblos olvidados de la mano de Dios en donde sirven las setas más deliciosas del mundo cuando llega el tiempo. Mis idas y venidas me han convertido en un especialista en aeropuertos, salas de espera, aviones, terminales y cintas transportadoras.
Soy capaz de reconocer por su valor la nacionalidad de una azafata, e incluso, si ella se dejaste oler bien, llegaría a saber la raza de su perro.
Y es que eso de viajar me gusta. Creo que es la parte más enriquecedora de mi profesión y sin lugar a dudas lo que me ha permitido conocer algunos aspectos de la especie humana. Viajar tiene el inconveniente de que, para poder llegar a un sitio, uno previamente tiene que abandonar otro lugar, pero por contra está la ventaja de que la tristeza de la despedida se neutraliza con alegría del reencuentro o con la curiosidad del descubrimiento. Pero entre el partir y el llegar siempre hay un intervalo. Un tiempo de tránsito. Un tiempo aparentemente vacío, perdido o mal empleado. Y para no tener esa sensación de que una cuota importante de mi vida se esfuma, también me he especializado en rellenar estos paréntesis ocupándolos en actividades varias tales como pensar, leer, dormir, o simplemente no hacer nada, actividades a menudo difícilmente compatibles con este mundo-vorágine.
Influido por todo esto, decidí titular "En tránsito" este disco. Al fin y al cabo así anda uno. Y por muchos años'.
Texto de Joan Manuel Serrat para una revisión mexicana de "En tránsito".
Transcribiré a lo largo de este artículo, un texto de Diego A. Manrique y Darío Manrique Núñez, de la revista "Palabras hechas canciones" que publicó el periódico El País.
EN TRÁNSITO
Hijos de Ángeles y Josep
Es la canción que abre "En tránsito", Joan Manuel vuelve a reivindicar su condición de charnego… Y de hijo de moto. Esto último no es muy frecuente en el negocio de la música pop, donde se suele correr un velo sobre los antecesores, como si no fueran gente lo bastante ‘cool’ para el ahora triunfador. Por el contrario, Serrat nunca ocultó sus orígenes. De hecho, son esenciales para comprender su vida y su obra. Hablamos de padres, Clan familiar, barrio, clase social, estudios…
Lo recogía certeramente Maruja Torres en su monumental reportaje para El País Semanal: "La verdad irremediable de Joan Manuel Serrat", aparecido en 1983:
Dice que el éxito estrepitoso, como el que el obtuvo a partir de “Canço de matinada”, modifica muchas cosas. ‘Tu estructura familiar, tu relación familiar. A mí me modifica tanto como que soy capaz de llevar a los míos al límite de su sacrificio.
Es decir, cuando llega el momento en que empiezo a ganar pasta y decido comprar un piso en un barrio elegante, y llevármelos allí, como estabilización de todo buen hijo de nuestra generación y de clase humilde si progresa en la vida. Eso lo hemos podido hacer muy pocos, pero lo hemos soñado todos’.
Entonces Juanito va a su padre, que ha estado trabajando toda su vida en la Catalana de Gas, y le dice: 'Padre, ¿cuánto ganas?, esta mierda, pues pide el retiro por anticipado, y el hombre se lo cree y lo pide. Y yo en ese momento no me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Porque claro, no pasó nada, pero yo estaba, primero, desplazando a toda mi gente, sacándoles de su entorno, porque yo me piro y ellos se quedan allí. Y, segundo, a mi padre le hago abandonar su trabajo para vivir a expensas de la hipotética fortuna de su hijo, que no existía, porque su hijo no tenía más que lo que podía sacar en adelante. Y si me ocurre cualquier cosa, coloco mi familia en la más espantosa de las miserias. Y yo tuve mucha suerte, porque todo fue bien, pero el desequilibrio que eso te causa tienes que arrastrarlo siempre’.
Pero estábamos en que el éxito desequilibra, en que cuando uno pierde el punto de referencia, que para Joan Manuel es la desconfianza, lo mejor es recibir un buen trastazo: “Entonces dices, augh, Y vuelves a colocarte en la maroma, como puedes. Todo esto halaga mucho, es goloso. Hay muchas tentaciones; algunas son muy agradables, y otras, de muy mal despertar, es de muy difícil control. Yo sigo peleándome, porque las cosas son diferentes a los 40 años. El envase es muy otro’. Del envase dice, en una ocasión, que le fastidia que el cuerpo no responda como antes, que al final de un partido de fútbol te encuentres con el aliento fuera del pecho.
Mucho más joven, y más fuerte, era Serrat en la época en que cayó en manos de José María Lasso de la Vega, un mánager de acero, que le sometió a un verdadero maratón del que el cantante salió agotado pero convertido en figura internacional. Fue la época del barrido en Latinoamérica, de los demenciales veranos transcurridos en avioneta, de una gala a otra, con intervalos de pocas horas. Fue la época del "La, la, la", de su tan cacareado plante a Eurovisión. Hoy día te da casi vergüenza hablarle de esas cosas. Puedes imaginar a Serrat, con sus repentes, esos arrebatos que siempre han sido pieza de escándalo y que a él le han servido para irse haciendo.
De Lasso de la Vega no quiere hablar: ‘Hay un refrán que dice que el burro muerto, la cebada al rabo’. Y de sus arrebatos, lo que él llama ‘mis hostias’ — lo del festival de Eurovisión de 1968; su encierro en Monserrat cuando el proceso de Burgos, en 1970, y sus declaraciones en México, en 1975, cuando las últimas ejecuciones del franquismo —, dice:
‘yo nunca he sabido exactamente porque así estas cosas; bueno, evidentemente lo sabía, pero quiero decir que tenía mucho más claro lo que no tenía que hacer. Y el saberlo te facilita la acción, no en el sentido de qué sea sencillo, sino de que no tienes dudas. Lo que pasa es que al mismo tiempo sientes miedo, y pareces el Flecha Verde pero con la caca encima, y eso no le gusta a uno nada’.
A veces, el pequeño Juanito llegaba al piso de la calle del Poeta Cabanyes, llegaba con la cartera colgando del bracito delgado, con las rodillas churretosas y la respiración acelerada. Y encontraba a Ángeles, la madre, callada, entristecida en un rincón. ‘No es nada, no es nada. Es que un día como hoy, hace tantos años, mataron a tu abuelo’. Y otro día: ‘Es que hace tantos años que mataron a tu tío’. Y a tu abuela, y a … Sangrienta historia familiar de la madre, con 32, 32 parientes asesinados a mano de los fascistas, en aquel pueblito en el que ella creció, recia como un roble. Una historia que Serrat ha tenido siempre presente, así como el espíritu de clan.
“En mi familia hemos estado muy unidos en todo momento. Porque no se trataba de una familia reducida al padre, la madre y los hijos, sino de una familia grande, un Clan.
Aparte de mi hermano y yo, aparecen dos chicas, que son hijas de una hermana de mi madre, muerta al parir la más pequeña, y a cuyo padre lo mataron también en la guerra. Mi madre las crió. Y luego estaban todos los huérfanos y las viudas que dejó la contienda, que hemos estado siempre muy juntos.
La necesidad crea la relación y, evidentemente, la relación ha creado la necesidad de seguir viéndonos y seguir funcionando muy unitariamente. Yo puedo decir con orgullo que, cuando alguien de la familia le ha ocurrido algo, siempre ha habido cuatro para salir a la calle a tapar el agujero sin ni siquiera hacerlo notar. Y esto es algo que te da mucha fuerza.
Hoy en día se entiende poco, porque a la izquierda nos han celulificado la familia para convertir al individuo en la cosa más indefensa que pueda haber. Hay muy mala leche suelta; saben perfectamente, los que pretenden administrarlos, que un hombre, una mujer y unos hijos, eso que llaman la familia, no es más que una caca.
La familia es otra historia, algo de mucha gente; que cuando uno está enfermo, los otros trabajan para él, sin problemas y sin tener que depender del presente usted este papel, venga usted mañana a las cuatro, Y he dicho Martínez, no González. Es el Clan lo que importa. Y si el clan es ampliable, si se convierte en algo de lo que todos formamos parte, esto seguramente será la sociedad, esa que los pocavergüenzas llaman utópica’.
El Clan, sin embargo, sufrió no hace mucho una base importante: la muerte del padre. Le pregunto cómo se supera eso y hace un gesto de desaliento. ‘Muy mal. No se supera. Es imposible. Fue por esta época, ahora hará tres años. Para nosotros, los hijos, es otra historia, pero los viejos… La madre lo echa mucho a faltar. Pero te iba a hablar como si fuera ella, y me doy cuenta de que no puedo ponerme en su lugar; yo no sé cuál es su mundo de sensaciones; no sé si ha llegado a saber lo que siente en relación con la pérdida de mi padre’.
Es una maña fuerte, la madre, que hoy sigue velando por su hijo, enérgica, valiente. La ves en los recitales, preocupada porque se le enfríe Juanito, reacia a admitir que los chicos son otra cosa. Un amigo, al final de un concierto, le promete a Joan Manuel que algún día iré a verle con una botella de whisky, y ella, que está en el otro extremo del camerino, salta rápida: ‘Ah, no, eso no, que no le conviene’.
‘Mi madre es la ley seca, se ríe él, que seguramente ha sentido el peso de esa maternidad excesiva en él, el hijo pequeño, ya que su hermano es mucho mayor: ‘Ha sido para mí un hermano extraordinario. Porque él ha sido el oscuro, y yo el brillante, y, a pesar de todo, no me tiene ninguna manía, al contrario, y yo le respeto tanto que cuando he tenido problemas de cualquier tipo siempre he acudido a él. Hay una absoluta confianza entre los dos aunque a veces no sabemos porque funciona el uno y por qué no funciona el otro, aunque a veces no nos entendemos; y siempre estamos atentos a que el otro no patine’.
Para que Joan Manuel Serrat estudiara, los suyos se dejaron el alma. 'Mis padres se comprometieron con ellos mismos para que yo tuviera una carrera, estaban completamente convencidos de qué un tío que estudiaba conseguía un título y de que ese título le permitía aplicar todo lo que había aprendido. Trazaban un círculo muy pequeño, y yo también me lo creí. Evidentemente, es una gran mentira, porque la universidad sólo sirve para educarse de una manera general y abstracta, y es cuando acabas cuando realmente has de ponerte a estudiar si quieres poner en práctica lo poco que has aprendido.
Yo nunca fui un buen estudiante de bachillerato. Lo hice todo con cincos, lo cual tiene mucho mérito, porque a la que te descuidas te dan un seis y se te va el montaje al carajo. Y en la Laboral tampoco me esforcé. Fue cuando entré en la universidad, y vi que estudiar o no dependía de una mierda de beca de 6000 o 7000 velas, que ni siquiera eso podía pagar mi padre, pues entonces me puse fuerte’.
‘Realmente, yo no sé cómo están las cosas en este momento, supongo que mejor, pero en mis tiempos, a la universidad sólo iba un 12% de hijos de obreros, un veintitantos por ciento de hijos de funcionarios, y el resto, cachorros de clases adineradas. No, yo nunca sentí el clasismo, al menos no tengo recuerdos en ese sentido, quizá porque yo no iba con cara de pobre, y esas cosas a veces son como un bumerán. Porque pienso que si vas en pelotas con naturalidad, la gente acaba por no fijarse. Es como cuando era pequeño y llevaba casa chicos de un nivel más elevado: la verdad, yo estaba muy contento con los padres que me habían tocado, muy orgulloso de mi casa, que mi madre le tenía muy bonita y muy limpia’.
Estaba en la Laboral cuando un chico de Huelva, que se llamaba Prieto y tocaba muy bien fandangos, le enseñó a poner las manos sobre una guitarra. Más adelante, cuando estudiaba para perito agrícola, dos compañeros — ‘el Blanch y el Tarrés, uno de Tarragona y el otro de Lleida’ —le enseñaron a poner los dedos en el mástil y hacer tónica y dominante. ‘Y lo hice con una guitarra que, siempre me acordaré, me compró mi padre. Un día se presentó en casa con una bolsa de papel de la que asomaba la guitarra, y fue el mejor regalo que mi padre me hizo nunca. Bueno, no, el mejor fueron los 30 y tantos años en que me hizo compañía’.
Eran tiempos de Ten Tops, de los Llopis, de conjuntos de aquí como Gatos Negros, Mustang y Sirex, y de los grupos que tocaban música italiana. Aunque la movida fuerte aparece sin duda con el fenómeno Beatles, es un revulsivo muy grande para formar conjuntos, que hubo gente que se forró vendiendo baterías, y nosotros aprendimos a hacernos las guitarras eléctricas comprando pastillas y metiéndolas en la caja de las guitarras españolas, con un agujero para sacar el cable, porque no podíamos ni soñar con comprarnos una eléctrica’.
Se estrenó en el sello Edigsa en 1965. A Edigsa —en donde Salvador Gratacós, Claudi Martí y Antoni Ros Marbá creyeron inmediatamente en él— había llegado la mano de Salvador Escamilla y su programa Radioscope.
‘Otra vez aparece la radio en mi vida. Para mí fue el punto de lanzamiento, y el punto de soporte, porque en aquel tiempo las audiciones cara al público se pagaban, poco, pero bueno, 200, 300 o 400 pesetas, dependía de tu grado de popularidad. Y te hacías 10 programas al mes y te llevabas tres o cuatro billetes, que era mucho más de lo que cobraba dando clases particulares de cualquier cosa, que yo tenía mucha cara y me apuntaba a todo, o trabajando de tornero en la Vasco Catalana, o en bicicletas Orbea, o en Correos, durante las vacaciones. Yo he hecho los oficios más diversos, porque estudiaba con becas, pero en los días libres tenía que ganarme la vida, y bien contento que estaba de sacarme unas pesetas’.
Serrat, que se licenció de perito agrónomo con premio extraordinario, que quiso ser sexador de pollos —‘no por vocación, sino porque estaba muy bien pagado y pensaba que eso me permitiría hacer otras cosas que me gustaban, pero no pudo ser, porque desechar pollos los únicos que saben son los japoneses’— se encontraba en el Centro Investigador de Jaca, haciendo un cursillo, cuando las cosas de la canción le empezaron a funcionar.
Hasta entonces, había ido combinando su vida de estudios con la guitarra, pero el éxito de "Ara que tinc vint anys" y, más adelante, la salida de su tercer disco, con "Canço de matinada" y "Paraules d’amor", le hizo tomar la gran decisión. ‘Porque ese disco se convirtió en número uno de ventas en todo el Estado español; era el primer caso en que esto le sucedía a una canción de habla no castellana. Y te estoy hablando de los tiempos en que los hit paradeseran una cosa seria’.
Eso, y el hecho de que las relaciones sexuales mejoraban sensiblemente le decidieron: ‘Me dije, noi, ésta es la profesión con que he estado soñando toda mi vida’. En ese momento ya había dado recitales, primero como telonero, luego como segunda figura y, finalmente, toda la segunda parte en el Palau de la Música —el templo de la cançó— para él solo. Y entonces llega el éxito, el éxito fulgurante, ese que desequilibra y abruma de tentaciones. Un éxito que no parece haberle desmejorado.
De Serrat dice el productor cinematográfico Ricardo Muñoz Zouain Suay: ‘En aquellos años en los que la gauche divine, con esnobismo y baile de San Vito, convertía cualquier hecho más o menos cultural en cita obligada del antifranquismo. Serrat acudía al festival de Molins de Rei para ver un cine más o menos marginado. Allí le conocí y siempre, desde entonces, conservamos la buena amistad. Joan Manuel no pertenecía la familia de los comisarios políticos ni a la de los ayatolas de la canción. Era un chaval que tenía más de un motivo para entristecerse y que, sin embargo, su fórmula no era el canto gregoriano. Era una época en la que cambiaba de novia indígena por novia nórdica con cierta frecuencia. Y en la que, por amistad, colaboraba en alguna que otra alocada película de la escuela de Barcelona. Para bien de todos, Serrat sigue hoy tan ávido y cordial como siempre’.
El chico que sólo a los 20 años había atravesado la línea divisoria que siempre, para alguien nacido en los barrios bajos, está invisiblemente trazada en alguna parte de la ciudad, triunfó en la cançó vertiginosamente. Superó en éxito a los demás, porque Serrat no sólo cantaba bien: cantaba lo que la gente deseaba oír, sus pequeñas cosas, sus sentimientos cotidianos. Era un poeta de la calle que a veces te ponía los pelos de punta con sus deslumbrantes metáforas. Y era también un chico guapo, con pinta de indefenso, que encima de un escenario se te comía el corazón’.
Fuente: Palabras hechas canciones
Foto: Hugo Salazar
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