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Foto del escritorShayra

La ciencia cura. El cariño también.

Actualizado: 23 jun 2020

Hace unos largos meses, mientras trabajaba en el turno de la mañana, casi me da una sirimba (esta Siri ni porque se parece a su nombre sabe escribir esta palabra); mis técnicos, al verme tan pálida (léase, yo soy india clara porque en mi país no existe el color negro. Je je) y con sudores fríos, quisieron llamar a la ambulancia para que me llevaran al hospital.

Obviamente me rehusé porque, además de que nunca en la vida he estado ingresada, no quería ir a perder las horas muertas cuando sabía cuál medicamento tomar y porque sé perfectamente bien cómo funciona la sala de emergencias de este país.

Apenas podía verificar las recetas porque parece que tenía un bajón de azúcar además del excesivo dolor de estómago.

Una paciente, al verme, me dice: “Ay, Chaira, te veo muy mal; ¿por qué no te vas al hospital?”. Yo le contesté que era que algo me había caído mal dos días antes y estaba con mucho dolor de estómago e indigestión. Estoy empachada, resumí.

Alrededor de media hora más tarde, veo a la paciente llegar con su mamá, toalla blanca en mano. Me dicen las dos, con su acento cubano: “Vamos allí, al cuartito de atrás”.

Dándole muchísimas vueltas a su toalla y diciendo cosas entre los dientes, porque no logré captar lo que decía, me hizo agarrar la toalla cerca del ombligo y después de unos minutos, también me la pasó por la espalda y me hizo un ensalmo de estos que hacían los curanderos en tiempos no tan lejanos.


El momento me retrotrajo a una vez en que mi vieja pícara me hizo una cura de una pierna (tenía erisipela) restregando la panza de un sapo por la misma. Sé que no hay punto de comparación, porque estos anfibios segregan una sustancia que mata las bacterias que causan esta inflamación de la dermis (disipela) pero no pude evitar pensar en mi abuela.

No es que crea especialmente en estas cosas, pero sí me emocionó el gesto de cariño; me pareció tan grande y tan bonito que quise compartirlo.

La gente es buena. Y el que esta paciente se preocupara y haya ido a su casa a buscar a su madre y regresar media hora después para “curarme”, dice mucho.

Al cabo de un rato, mi entonces compañera de labores llegó a relevarme para que mi hija me llevara a casa y lograra recuperarme.

La ciencia cura, sí; pero el cariño también.




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