Acabo de ver el documental sobre esta serie y me he emocionado tantísimo, casi tanto como el elenco de la misma en el que todos estaban llorando. Porque además de lagrimear porque habían llegado al último día de grabación, lo hacían por lo que ha significado la serie para la comunidad LGBT: un sentimiento de aceptación y tranquilidad.
En la serie no hay una historia sobre la homofobia o el no agradar a la comunidad; todo se describe como una relación entre dos seres que se aman mucho y que se tratan como algo natural.
Ganadora de nueve estatuillas (incluidas las 7 principales de los rubros de comedia), esta producción mayoritariamente canadiense (que ya cerró su sexta temporada) fue la sorpresa de la entrega de los Emmy.
Se trata de una producción casi familiar (Eugene Levy y sus hijos Daniel y Sarah) emitida originalmente en la cadena canadiense CBC, que llegó a Estados Unidos a través de Pop TV y, unos años después, vía Netflix y que cuenta la historia de una acaudalada familia que, a raíz de una estafa, termina perdiéndolo todo. Se instalan, prácticamente con un poco más que con lo puesto, en un pequeño motel en un pueblo perdido llamado Schitt's Creek, un término que en inglés suena muy parecido a, literalmente, “arroyo de mierda”. Y surge un choque cultural y social en una familia que aceptan su “nueva normalidad".
Catherine O'hara, como la madre, hace el papel de una prestigiosa actriz venida a menos que no puede creer su desgracia, mientras que el padre (Eugene Levy) ensaya diversas variantes para salir de esa situación. El hijo (Daniel Levy) y la hija (Annie Murphy) deben lidiar con esta nueva vida dejar atrás las personalidades forjadas a raíz de los caprichos que dan la comodidad del dinero.
A lo mejor se pierda mucho en la traducción y el humor no sea el mismo, pero es una serie que recomiendo muchísimo. Es ideal para reír, cosa que hace tanta falta en estos tiempos de pandemia.
Fuentes: Fotogramas, BBC, First Post.
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