Todo lo que se necesitó fue una chispa para que el polvorín racial de Tulsa, Oklahoma, estallara con una fuerza brutal. Ocurrió en 1921, el 31 de mayo para ser precisos.
Un lustrabotas negro se chocó sin querer con una mujer blanca que salía a las apuradas de un ascensor de un hotel. Ella gritó. Entonces, alguien exclamó violación. Y durante las horas siguientes se armaron los peores disturbios de Estados Unidos desde la Guerra de Secesión.
Aún no se sabe con precisión cuántos murieron en los incidentes, que terminaron con la destrucción total de un barrio próspero de gente de color al que llamaban el Wall Street negro. En la época se estimó que eran 30 personas. Pero ahora se habla de 300. Esta discrepancia no debería llamar la atención. La ciudad prefirió omitir por más de siete décadas el recuerdo de su pasado, hasta que una comisión investigadora comenzó recientemente a revisar los hechos. La que impulsó la investigación fue la alcaldesa de Tulsa, Susan Savage, una mujer blanca que, como las generaciones que nacieron luego de los disturbios, creció ignorante de todo lo que pasó. Al principio, ni siquiera los sobrevivientes de la matanza -hoy todos muy viejos- querían hablar del tema, muchos por miedo a que el recuerdo de los odios del pasado pudiera traducirse en nuevas represalias. Cuando se evocan estas historias los blancos se enojan y para nosotros, los negros, las cosas se ponen feas, indicó Veneice Sims, una sobreviviente de 94 años. Pero la comisión investigadora planea realizar una excavación en el cementerio de Tulsa, donde se cree que han sido enterrados más de 300 cuerpos en una fosa común. Lo importante es saber qué pasó. Y lo que pasó fue de una virulencia que todavía hoy provoca piel de gallina.
Tras el incidente en el hotel, el lustrabotas fue llevado a la comisaría, frente a la cual una multitud se preparaba para lincharlo. Pero la comunidad negra no estaba dispuesta a entregar a uno de sus hijos al alquitrán, las plumas o la horca. Muchos de ellos acababan de regresar de la Primera Guerra Mundial, donde habían aprendido a pelear. No contaron, sin embargo, con el factor de la superioridad de fuerzas. En esa época, Tulsa atravesaba por un boom económico. Se acababa de descubrir petróleo en Oklahoma, trayendo una prosperidad desconocida en el viejo Oeste. No sólo los blancos se habían beneficiado de ella, sino también muchos negros, en cuyas pequeñas parcelas comenzó de repente a surgir el oro negro. Fue así que el barrio de Greenwood adquirió el apodo de el Wall Street negro.
Esta prosperidad les molestaba a muchos blancos. Entonces, como ahora, los blancos tenían un arma en cada casa. Y a la hora del enfrentamiento, tenían tanto armamento como un pequeño ejército tanto, que la resistencia de veteranos negros fue diezmada. Y con la adrenalina a máximo nivel, los vencedores salieron a saquear todo lo que encontraron en Greenwood. Muerte a los negros, gritó alguien exaltado, y todo el mundo lo siguió.
La policía y un grupo de soldados fueron, en ese momento, enviados a restaurar el orden. Pero en vez de calmar las cosas se unieron a los saqueadores con la misma furia. Unos 10 mil blancos participaron en el asalto a Greenwood. Sus habitantes huían espantados, mientras sus casas eran incendiadas. Pero los negros eran atacados aun cuando abandonaban Tulsa: los ametrallaban desde aviones, como para que no quedara nadie con vida. Sus cuerpos caían despedazados en el río Arkansas. Al anochecer del 1 de junio, el Wall Street negro había sido reducido a cenizas. Eran 36 manzanas de destrucción total. Los sobrevivientes nunca retornaron a Tulsa. La ironía de esta tragedia es que la mujer blanca que se chocó con el lustrabotas negro se negó a acusarlo de violación. Pero a nadie le importó.
En Tulsa, en aquel año, todavía existía la segregación racial y los aseos estaban separados por el color de la piel de los usuarios. De hecho, los negros debieron instalarse en un gueto porque tenían prohibido hacerlo donde tres cuartas partes de los residentes fueran de otra raza. la ley había sido considerada inconstitucional en 1916, pero se seguía aplicando.
Los afroamericanos abrieron tiendas y comercios propios, alcanzaban por fin el sueño de ser una clase media con talleres y pequeños negocios Cines, librerías, hoteles, restaurantes y hasta dentistas regentados por negros. Sin embargo, las calles de esas pocas manzanas, llenas de tiendas y de restaurantes regentados por la minoría afroamericana no eran vistas con plena simpatía entre los conciudadanos blancos
Los disturbios de Tulsa, en los que la mayoría blanca arrasó con la próspera comunidad negra fueron silenciados hasta 1997 y han servido de base para el argumento del comienzo del primer capítulo de “Watchmen”.
Varias fuentes.
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