Hoy hace 35 años que este país me abrió sus puertas; hoy hace siete lustros que salí de ese pueblo al que tanto quiero, dueño de mis raíces y donde viví una infancia en la que fui feliz como la que más.
Hoy hace tres décadas y cinco años que lloré como si el mundo se acabara al despedirme de familiares, amigos y de lo que pensaba era mi primer amor, mismo que luego la vida se encargó de demostrarme que y al que, a día de hoy, me une un gran cariño.
Si antes me anegaba en un mar de lágrimas por no quererme marchar de Mao, mi tierra entre ríos, y por tener que decirle adiós a los cimientos que me forjaron hasta mis 17 años, hoy estoy agradecida con mis padres y con la vida por darme a conocer otro país que me ha expandido los horizontes, me ha ayudado a ser una persona más objetiva, con diferentes perspectivas y con pensamiento crítico... Y en el que he aprendido que mi país no es el único 'mejor país del mundo'.
La vida y sus ciclos, sus vueltas, su constante ir... La maestra vida que, además, me ha enseñado a ser una persona en cuya alma habita la gratitud.
«De vez en cuando la vida afina con el pincel; se nos eriza la piel y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla»
Soy una ciudadana del mundo que la cigüeña dejó en Mao, provincia Valverde.
La filósofa maeña, una inmigrante más, como muchos en esta nación.
Que verdad en esas palabras de Isabel. por eso hacemos Camino al Andar. Gracias