Era principios de mayo del 2010 cuando anunciaron que Silvio Rodríguez estaría cantando en el Carnegie Hall de New York, luego de 30 años de ausencia en los escenarios estadounidenses. El concierto tendría lugar el 4 de junio.
Como planeo mi vida con muchísimos meses de antelación, tenía pautada unas vacaciones familiares para partir el mismo día. En teoría, mis hijas, mi esposo y yo estaríamos volando hacia República Dominicana desde Florida para pasar unos días haciendo turismo y visitando a nuestros familiares. En la práctica, sin embargo, cambiaría todo mi plan para estar en New York esa noche en la que el de San Antonio de los Baños volvería a la Babel de Hierro.
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El día preciso en que apareció el cartel fue el 3 de mayo. Esto fue el detonante para que, después que anunciara en el Facebook que el hijo de Argelia estaría deleitándonos con sus canciones, este barrio virtual que comparto con tantos silviófilos, silviómanos y silvioadictos se disparó en notificaciones y comentarios. Nos volvimos todos locos. ¡No lo podíamos creer!
El día once de mayo se anunció públicamente que Silvio ya tenía su visa aprobada. Días antes logré comunicarme enseguida con la boletería del Carnegie Hall para obtener las mejores entradas. Recuerdo que adquirimos las filas C, D y E completas y que en una publicación del 15 de mayo anuncié, jocosamente, que me estaba echando fresco con las entradas.
Fueron de euforia y nerviosismo total esos días de espera para la gran noche.
Para el 25 de mayo se anunció que todas las entradas estaban agotadas, cosa que llevó a que se organizara otro concierto. Es increíble lo que logra generar la música y la poesía de el que nació un día del 1946 en San Antonio de los Baños.
Mi entrada, guardardita para la posteridad.
Todo estaba pautado. Logré cambiar mi billete de avión sin mayores contratiempos. Mi esposo y mis hijas se irían a Dominicana y yo les alcanzaría en un vuelo que tomaría por la madrugada cuando terminara el concierto y el encuentro posterior con todos los amigos que nos dimos cita en el emblemático teatro.
El concierto comenzó con una introducción de Trovarroco, el grupo musical que lo acompañaba. Acto seguido, el cantautor dio inicio con una de mis canciones favoritas: "En el claro de la luna". "Buenas noches", dijo. "Perdonen que no hable inglés. No es nada personal; es sencillamente una limitación que tengo", continuó.
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Silvio nos deleitó durante dos horas y media. Cantó una veintena de temas que iban desde sus más recientes canciones de entonces, como "Carta a Violeta Parra" y "Cita con ángeles", hasta clásicos como "Te doy una canción", "Son desangrado", "El papalote" y "La maza", entre otros.
Hubo un momento cumbre en el que, con la "Canción del elegido", misma que dedicara en 1968 a Abel Santamaría, rindió homenaje a los cinco antiterroristas cubanos que permanecían prisioneros desde el 1998 en suelo estadounidense.
"Hoy es el cumpleaños de Gerardo Hernández; a él y a sus cuatro compañeros a quienes consideramos nuestros cinco héroes les quiero dedicar esta canción", apostilló.
"Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida".
Con un aforo de 2,800 personas, lleno en su totalidad a pesar de las manifestaciones de decenas de personas en los alrededores de la calle 57 y séptima avenida en la ciudad de New York, Silvio nos regaló una noche inolvidable.
El público, conformado por una gama multigeneracional y por personas que se trasladaron desde diferentes estados de la nación, estaba maravillado pues muchos de los que asistieron presenciaban al trovador en concierto por primera vez.
Fue una noche memorable en la que nos dimos cita muchos de los que formamos el grupo de silviófilos en Nueva York; nos vestimos de adrenalina y de una esperanza verde, roja y negra... Pero con mucho amor.
Y así, con la misma euforia, nos fuimos a casa de uno de los chicos, guitarras en mano, a seguir enSilviándonos a tope.
¡Regalos maravillosos de la vida!
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