top of page
Foto del escritorShayra

Si viniéramos a la vida con fecha de caducidad, ¿estaríamos más pendientes de nuestros afectos?


“Ni el sol ni la muerte pueden mirarse fijamente", dijo alguna vez François de La Rochefoucauld. Y esto es algo tremendamente cierto.

La muerte es inherente en la naturaleza humana, eso lo sabemos todos.

Sin embargo, muchos, por no decir todos, nos negamos a esta realidad y preferimos no pensar en ello.

Pero muchas veces me pregunto, ¿qué pasaría si supiéramos que las personas que conforman nuestro mundo vienen con fecha de caducidad? ¿Haríamos más esfuerzos por llamar, por estar pendientes y presentes, por estar con ellas? ¿Les diríamos con más frecuencia lo importantes que son?; o, mejor aún, ¿les demostraríamos con acciones qué tan esenciales son en nuestra vida?

¿No llamamos por dejadez, por procrastinar, por aplazar indefinidamente? ¿Los damos por sentado? ¿O nos decimos "mañana le llamo y ese mañana no llega nunca?

El contacto emocional es necesario en las relaciones interpersonales; las personas necesitan sentir y saber que son merecedoras de cariño, que generan sentimientos de afecto y que se les piensa o recuerda con más frecuencia que la que solemos comunicar.

A lo mejor es falta de tiempo, cosa que yo denomino como negligencia afectiva. Es cuestión de priorizar o de qué tan importantes sean dichos afectos en nuestras vidas.

Muchas veces, teniendo el tiempo para perder las horas muertas en cosas menos importantes, no hacemos esfuerzos mayores por transmitirles a los demás que pensamos en ellos en tal o cual instante y luego llegan los lamentos cuando se han ido de este mundo.


Entonces, ¿por qué no tener más en cuenta que la vida puede terminar mañana y llevarlo a cabo siempre o con más regularidad?

Interrogantes a las que casi nunca llegan las respuestas.

La vida es hoy. El corazón siente y padece... Y no sólo sirve para bombear sangre.






152 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page