La pareja de amigos y guionistas, que debutó en el cine con "Superbad" (Supersalidos), es famosa por ser capaz de tratar cualquier tema, desde "The Apocalypse" (Juerga hasta el fin) hasta la política internacional (The Interview), pero siempre desde un punto de vista alucinante y cero políticamente correcto. Con esto dicho, su primera película de dibujos animados tampoco podía ser cine familiar.
El filme nació de una premisa aparentemente inocente que se les ocurrió hace más de ocho años. “Nos encantan las películas animadas. La gente proyecta emociones en las cosas que nos rodean: los juguetes, los coches, las mascotas… Lo que Pixar lleva haciendo los últimos 20 años”, dijo Rogen. “Y pensamos, ¿qué pasaría si la comida tuviera emociones? En seguida nos dimos cuenta que sería jodido", se reía Rogen, "porque nos la comemos”.
Con esta idea en la cabeza, dieron con una historia protagonizada por una salchicha, llamada Frank (Seth Rogen) que está enamorado de un pan de perrito caliente, llamado Brenda (Kristen Wiig). Viven cerca, en el supermercado, como es de esperarse, donde todos los alimentos sueñan con el "great beyond", un paraíso al que llegan cuando un cliente les escoge.
Un día antes del 4 de julio, los dos son escogidos. La compra sale mal y Frank y Brenda acaban perdidos en el supermercado en la sección kosher, con un bagel (con voz de Edward Norton, imitando a Woody Allen) y un pan de pita. Juntos acaban descubriendo que ese final eterno es mentira.
Durante la aventura, que concluye en el desenlace más obsceno y perverso posible, los chistes, referencias y comentarios que salen por sus bocas son libidinosamente graciosos. “Hemos hecho estereotipos de todas y cada una de las culturas del mundo”, se reía Rogen, habituados a las críticas por su humor que, con "The Interview", desembocó en el pirateo a Sony por Corea del Norte.
Fuentes: El País y Sensacine.
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