Una va creciendo hacia adentro con el paso de los años y va descubriendo que el mejor regalo debajo del árbol de Navidad es una familia unida... Que lo material se rompe, se oxida, se gasta, se pierde... Pero los recuerdos, los momentos, perduran para toda la vida y es lo que prefiero regalar a las personas de mi entorno, con excepción de los locos bajitos que todavía no entienden de estas cosas.
Y quiero aclarar que es una conducta aprendida pues yo también caí en el consumismo obsceno de la época navideña; la primera vez por dejarme convencer de mi esposo (el primero); la segunda, por mi culpa, por dejarme convencer de nuevo.
Bien dice el dicho que el que anda con cojo, al año cojea. Pero de todo se recupera una, si se pone empeño... Porque cuando empecé a cojear de los dos pies con tarjetas de crédito sobre giradas, regalando por encima de mis posibilidades, me zafé más pronto que de carrera de estas costumbres estadounidenses. Y ahora los regalos no son más que detalles pequeños envueltos en abrazos navideños y en cariño, en mucho cariño. Lo que realmente deseamos, no se puede comprar.
Abrazos cercanos de luz de la filósofa maeña.
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Por tantas cosas te admiro y te quiero... algunas tienen mucho que ver con tu maravillosa forma de ver y vivir la vida. Te abrazo... siempre! Gracias por todo.