Augusto Algueró había escrito una música en 1969 con el objetivo de llevar una canción al festival de Río de Janeiro. El mánager de entonces de Serrat, Lasso De la Vega, se enteró y, espabilado como el que más, enredó para que le pusiste letra y lo interpretara Serrat.
En ella hace un retrato impecable de un amor que carcome y un recuerdo que lleva a la locura callada, cercana a las historias de la música ligera.
La instrumentación la dota de una orquesta entre lo potente y lo melifluo que en vez de convertir en cursi la canción, potencia el sentimiento sin dulcificarlo. Parecen incompatibles. De hecho, cuentan que Serrat planteó cantarla con una partitura diferente que él mismo había compuesto y había maquetado, pero la música y el arreglo del compositor, también catalán, casan a la perfección. Tragedia homérica griega y romántico despojo a la vez. Estremecedora. Impresionante. No hay más palabras.
Para quien no conozca la historia relatada por Homero en la Odisea, “Penélope” será, simplemente, una canción editada como single en 1969 (en la cara B del disco aparecía “Tiempo de lluvia”) a la que le debemos la llegada de Serrat a Sudamérica.
Inspirada en la mitología griega, en el año 1969 se presentó en el IV Festival Internacional da Canção Popular de Río de Janeiro; de allí en más se convertiría en una de las favoritas del público de Serrat, en especial en la Argentina.
En las canciones que hoy más escuchas tienen, según las cifras de las plataformas digitales de música, no es una práctica habitual, pero hace cincuenta o sesenta años era común que grandes hechos de la historia (incluso de la mitología) fueran llevados a los tres o cuatro minutos que dura un tema. Hace medio siglo se leía de otra manera, se pensaba de otra manera, se escribía de otra manera. “Penélope” es uno de los mejores ejemplos de cómo un tema universal que atraviesa de manera tangencial una obra cumbre de la literatura antigua se convierte en una canción popular. Cuenta una historia oculta detrás de los versos que aún hoy resuenan en nuestros oídos, por la voz Joan Manuel Serrat. En las palabras de Serrat, en la música de Augusto Algueró y en los arreglos de Ricard Miralles está el secreto.
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Sin dudas y por peso propio, Joan Manuel habría llegado de cualquier modo y con cualquier otra canción. Pero lo cierto es que el catalán desembarcó en Brasil aquel año. Participó con el tema “Penélope” en el IV Festival Internacional da Canção Popular de Río de Janeiro y siguió viaje por estas tierras. La composición ganó en las categorías de mejor letra, música e interpretación, lo que propició su llegada a otros países, como Chile, Uruguay y la Argentina.
Joan Manuel Serrat y Augusto Algueró, compositor de canciones tan clásicas como Noelia y Mi tierra (Nino Bravo), La chica Ye-Ye (Concha Velasco), Tómbola (Marisol) y Estando Contigo (La Lupe), Muy cerca de ti (Ana Belén), entre otros.
“Penélope” habla de fidelidad y espera, en el contexto de aquellos años, con la música que se escribía y se escuchaba en aquellos años (finales de la década del sesenta). Penélope era aquella mujer que se sentaba a esperar en el banco del andén de una estación de tren el regreso de su amado. O al menos eso es lo que “dicen en el pueblo”.
“Penélope con su bolso de piel marrón y sus zapatos de tacón. Y su vestido de domingo. Penélope se sienta en un banco en el andén. Y espera que llegue el primer tren, meneando el abanico. Dicen en el pueblo que un caminante paró su reloj una tarde de primavera. ‘Adiós amor mío, no me llores, volveré antes que de los sauces caigan las hoja. Piensa en mí, volveré a por ti”.
Palabras más, palabras menos esa fue la voz de Odiseo cuando se despidió de Penélope y se fue a pelear la Guerra de Troya.
Los Personajes
El caminante, Odiseo, también conocido como Ulises, es el personaje central de la Odisea de Homero, rey de Ítaca. Es hijo de Laertes y Anticlea, esposo de Penélope y padre de Telémaco, el hijo fiel que lo ayuda para su regreso triunfal, luego de diez años de guerra troyana y de otros diez que le costaron el regreso. De hecho, los 24 cantos de la Odisea refieren justamente a esos años de retorno.
Penélope, la muchacha “vestida de domingo”, era la esposa fiel que espera a su amado y, junto a su hijo, soportan durante dos décadas la presión de varios pretendientes que la querían por esposa, asegurando que Odiseo había muerto. Penélope teje una prenda porque ha prometido que el día que la termine también finalizará la espera de su amado y aceptará a uno de sus pretendientes por esposo. Pero no quiere hacerlo, por eso teje de día y desteje por las noches.
Los pretendientes... En el canto cuarto, Telémaco emprende un viaje para tener noticias de su padre. Antes de irse, convoca a una asamblea para que el pueblo esté al tanto de sus movimientos y se desestime la presión de aquellos pretendientes de su madre. Penélope no quería nada con ellos, en los versos de Homero ni en la canción de Serrat y Algueró. En una de las estrofas dice: “Penélope... Tristes, a fuerza de esperar, sus ojos parecen brillar si un tren silba a lo lejos. Penélope, uno tras otro los ve pasar, mira sus caras, les oye hablar... Para ella son muñecos”. Obviamente no se refiere a trenes con caras sino a gente que llega en esos trenes. Pero ella no les da importancia. “Son muñecos”. O pretendientes.
Entre hazañas y sirenas, a Odiseo le llevó una década concretar su regreso. Para que los pretendientes de su esposa no lo mataran, en el Canto XIII, Atenea lo disfraza de vagabundo. Pocos lo reconocen, sólo su perro, ya viejo, y su hijo. Penélope, no; aunque luego de que Odiseo le hable de su vida, aceptará que se trata de su esposo. Le describe su intimidad y el lecho que él mismo construyó con un olivo.
Más allá de que en la canción también se mencionan árboles, en este caso sauces, hay pistas sobre el envejecimiento, la juventud y la espera. Cuando dice “Penélope, mi amante fiel, mi paz. Deja ya de tejer sueños en tu mente”, tiene una conexión con esa mujer que teje y desteje en eterna espera.
Por otro lado, parte de la especulación que se podría hacer es que Penélope se mantuvo siempre joven y bella y esa fue, al menos una de las causas del acoso de sus pretendientes (la otra era, obviamente, ganarse el trono de Ítaca). De este modo se puede interpretar la letra de la canción, cuando dice: “Pobre infeliz, se paró su reloj infantil, una tarde plomiza de abril, cuando se fue tu amante”. Su tiempo dejó de ser el tiempo de los demás, se detuvo.
Sin intentar desdeñar la metáfora de Serrat, es necesario marcar la diferencia de los finales. En la Odisea, el protagonista triunfa en la lucha frente a sus adversarios y logra que Penélope lo reconozca. Luego viaja a ver a su padre y cuando aparece otra guerra en puerta, interviene Atenea, para proponer un pacto de paz.
La canción, en cambió, termina algunos capítulos antes: “Mírame, soy tu amor, regresé”, dice. Pero ella “le sonrió con los ojos llenitos de ayer. No era así su cara ni su piel. ‘Tú no eres quien yo espero’. Y se quedó con el bolso de piel marrón y los zapatitos de tacón, sentada en la estación”, seguramente sin poder salir de su “complejo de Penélope”.
A partir de la década del setenta, la carrera del cantautor catalán creció de manera exponencial, tanto en España como en la mayoría de los países americanos hispanohablantes. Llegaron discos como Mediterráneo, que cumplió su 50° aniversario en noviembre del 2021, con canciones bellísimas. Sin embargo, “Penélope” fue uno de los hitos y sigue teniendo un lugar especial en el recuerdo de sus seguidores más fanáticos.
Fuentes: Mauro Apicella, Periódico La Nación & Serrat, autobiografía.
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