Hubo una época en mi vida triste, vacía, oscura, sin luz en el túnel; malos tiempos en los que el aire de mi casa estaba saturado de angustia, de sollozos, de lágrimas.
De mí - y sólo de mí- dependía no anegarme en ese mar de llanto; debía salvarme de mí misma; decidir si quedarme en el pairo y naufragar o buscar el chaleco salvavidas y salir a flote. Opté por lo segundo... Y ahora nado a mis anchas feliz, plena y llena de amor... Tanto que hasta da para repartir y sigue quedando (como el «Poco de amor» de Silvio).
Una es la única responsable de su vida. Hundirse en la tristeza es lo más fácil. ¡Y yo opto por la felicidad, aún si tengo improvisar la alegría muchas veces!
La filósofa maeña, reflexionando.
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