La vida es bella, empiezo por ahí. Pero con todo lo bello y lo bueno que tiene, también tiene momentos difíciles. El meollo del asunto está en catalogar las situaciones por orden de importancia, en buscar un compartimiento en tu cerebro que te permita ponerlas de tal modo que vayan de lo más complejo a lo más simple y actuar en consecuencia. Con el paso de los años he tenido la suerte de poder priorizar las situaciones por las que atravieso, colocando la salud de los míos y la propia en una gaveta que no admite procrastinación. Es entonces cuando todo lo demás se va a un segundo, tercer o último lugar... Como si hiciera un paréntesis y vuelva a ello después de que se solucione lo más alarmante. ... Y porque cuento con esa facultad de separación, puedo hacer frente a las cosas sin que se me nuble de un todo el pensamiento, logrando ser proactiva y resolviendo de acuerdo a las circunstancias. ¡No me amilano! Y así, como muchas cosas, celebro esa fortaleza inquebrantable y esa capacidad para enfrentarme a determinadas situaciones y el ir por la vida con una actitud positiva, misma que me ha sacado a flote un sinnúmero de veces impidiendo que me vaya a la deriva o me anegue en un mar de llanto.
Reflexiones de la filósofa maeña.
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