Serrat ya no tiene edad. Ha trascendido el tiempo. Tiene la piel y la sonrisa de un niño. Aún le brillan los ojos frente a un escaparate cargado de dulces y cosas buenas. Prepara una nueva gira, la última, decenas de conciertos con lo mejor de su repertorio, y se prepara a conciencia. Trabaja la voz, la mente y el cuerpo entero. No deja nada al azar. Duerme pensando cómo seleccionar las canciones que interpretará. Al público le gustaría escucharlas todas, pero no hace falta. Una sola de sus canciones te lleva a todas partes.
Joan Manuel pidió un vaso de agua en la barra del Giardinetto y no lo tocó. Quería hablar de sus ideas y sentimientos, del sentido común que nos abandona. Él conserva el libre albedrío de las personas sencillas que de pequeñas aprenden a distinguir el bien del mal. Se le ilumina la cara a cada instante. Entre las palabras que más repite destacan bello y hermoso.
"Las revoluciones no se entienden sin canciones ni balcones”
Se ha blindado contra las manipulaciones políticas. Coloca a la lengua, a la música y a la cultura general en manos de un pueblo que no entiende ni debe entender cómo se maneja el poder. No le hace falta. No le interesa. Una canción, dice, en momentos determinados, puede prender una tea que provoque un incendio. Las revoluciones no se entienden sin canciones ni balcones.
Serrat sigue cantando desde lo alto. Se acuerda de Joan Salvat-Papasseit, uno de los poetas catalanes más justo y minoritario. Se acuerda de la Nova Cançó, d’un temps y d’un país, el retrato de una generación única. Canta a la vida y sabe que cantar acompaña, aunque, por sí misma, la canción no consiga nada que el hombre no busque.
Sueños de infancia
A Serrat aún le gustaría ser futbolista, jugar con sus ídolos de entonces y con los jóvenes que empiezan. No teme perder, solo no divertirse, no sentir el compañerismo, la camaradería del vestuario.
Lamenta lo que ve a su alrededor, la decadencia, la cobardía y la mezquindad, y se protege con su música de los ataques de la modernidad más deshumanizada. Creo que por eso vuelve a cantar después de la pandemia, después de casi tres años, para encontrar el pulso, el latido de su corazón y de su público. Cree que sus sueños “están en decadencia”, que les ha concedido “un margen de expectativa mayor al que la humanidad puede proporcionar”, pero esto, al fin y al cabo, es lo que piensa todo artista que aspire a encender lo mejor de cada uno.
Por Xavier Mas de Xaxas. La Vanguardia,
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