Nos animaba la aficción. No teníamos ni la esperanza ni el propósito de triunfar los domingos por la tarde en los bailongos de El Pinar, prestigioso local del barrio donde otros grupos como Los Sirex y Los Mustang dieron sus primeros pasos; tampoco nos empujaba la ambición de lucir en las fiestas del "Paso del Ecuador" de la Facultad de Letras, que era donde estaban las chicas más guapas y mirabana Los Gatos Negros o Los Catinos de sea manera lánguida y húmeda que queda tan bien en los ojos de las señoritas y que provoca dulces temblores en la regatera de la espalda de los machos jóvenes escasos de sexo.
La aventura no llegó lejos. Con instrumentos semicaseros, un repertorio heterogéneo que iba del Twist and Shout a Ma vie, muchas ganas de divertirse y pocas de trabajar, el grupo se fue a pique al primer temporal sin que nadie resultase herido.
Yo había escrito algunas canciones y mis compañeros me animaron a seguir en solitario. Me acompañaron a Radio Barcelona, donde Salvador Escamilla hacía un programa matinal de gran éxito, "Radioscope", en el que se presentaban voces nuevas, especialmente en catalán y aquella casa y aquel programa fueron mi trampolín de salida.
Le debo mucho a Salvador Escamilla. Me dio confianza y estímulo pero sobre todo, me regaló su generosa e insobornable amistad. Me llevó a EDIGSA, compañía con la que grabé mi primer disco, un 45 R.P.M. con cuatro canciones e identificado como CM 92 y Els setze jutjes me propusieron incorporarme a ellos.
El nombre Els setze jutjes (Los dieciséis jueces) viene de un trabalenguas catalán. Éramos un grupo de gente heterogéneo, en general muy influido por la canción francesa de los años sesenta, desde profesores de universidad hasta amas de casa y, en su mayoría, jóvenes estudiantes. Punta de lanza de lo que fue el movimiento de La Nova cançó (La nueva canción), una nueva propuesta de canciones en un tiempo en que apenas se escuchaban en catalán la música tradicional y algunos temas de moda traducidos. Nuevas canciones para tiempos nuevos y nuevos vientos, en las que el texto era importante y a las que el simple hecho de estar escritas en catalán ya las convertía en arma de combate contra un gobierno que había condenado al ostracismo cualquier forma cultural que no fuese la oficial.
No nos presentábamos como una formación. Cada quien escribía y cantaba sus canciones: primero uno y después el otro. Con ellas íbamos de pueblo en pueblo.
La gente nos apoyó, nos hizo crecer, creció con nosotros y permitió que algunos aprendiésemos e oficio de cantar.
Joan Manuel Serrat
Algo Personal - Autobiografía
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