"How could you be so obtuse?" Una frase que se me quedó grabada y que uso con bastante regularidad... Una de las tantas cosas que me regaló esta maravillosa película que sigue siendo una de mis favoritas de todos los tiempos.
Quien no la haya visto, que la vea para que no muera ciego.
Comparto este artículo de Mieria Mullor con el que me tropecé hace un tiempo:
Sigue siendo la número uno en la plataforma IMDb, por encima de 'El padrino' o 'Pulp Fiction'. En su 25º aniversario en el año 2019, analizamos por qué el debut de Frank Darabont es un eterno favorito del público.
Si preguntásemos por la calle cuál es la mejor película de todos los tiempos, probablemente muy pocos dirían ‘Cadena perpetua’.
Sin embargo, si en lugar de eso les pidiéramos que puntuaran esa misma película, la media de las notas acabaría siendo muy alta, pues es una película muy difícil de odiar.
Es una manera sencilla de explicar por qué, desde hace diez años, la película de Frank Darabont es la número uno indiscutible del Top 250 de la plataforma estadounidense IMDb, un portal de referencia para la industria que recoge millones de votos de usuarios en las fichas de sus películas. Así, con un impactante 9,3 de media, supera a películas como ‘El Padrino’, y no parece que ya nadie la vaya a mover de ahí.
La pregunta es clara: ¿por qué? Más allá de la aritmética, hay razones que explican que esta sea una película tan querida, desde el hecho de que parta de un relato del mismísimo Stephen King hasta su reconfortante mensaje en favor de la esperanza, que llega después de momentos muy crudos para su protagonista.
Andy (Tim Robbins) es encarcelado por un crimen que, hasta bien avanzada la película, no sabemos si ha cometido o no. En su encierro conoce a Red (Morgan Freeman), que lleva ya un tiempo intentando salir en libertad y ya ha perdido todas las ilusiones por hacerlo.
Quizás sorprenda, pero, cuando fue estrenada en septiembre de 1994 en Estados Unidos, la película fue un pequeño fracaso. El público no pareció estar muy interesado en el debut en la dirección de Darabont. Tampoco ayudó demasiado que ‘Pulp Fiction’ se estrenase por esas mismas o que el crítico de Los Angeles Times, Kenneth Turan, muy influyente en aquel momento, escribió sobre ella que “su mensaje de esperanza y amistad viene premezclado con una considerable porción de violencia poco atractiva, con la intención de convencer al público de que lo que están viendo no es, después de todo, un gran globo de algodón de azúcar”. No obstante, como nos ha enseñado la historia del cine en incontables ocasiones, lo que a priori no ha funcionado en taquilla puede resurgir entre sus cenizas en otros formatos, desde el vídeo doméstico en aquellos años 90 hasta internet en el momento presente. Y así, ‘Cadena perpetua’ adquirió la categoría de incomprendida de la taquilla y joya "oculta" del cine norteamericano.
Además, su fenómeno particular va mucho más allá: según han contado en alguna ocasión sus actores protagonistas, muchos espectadores aseguran que la película les ha cambiado la vida. Y es que no se puede negar que contiene mensajes carne de tazas de Mr. Wonderful, pero empaquetados en una historia cocida a fuego lento -se extiende a lo largo de más de veinte años- a la que es difícil resistirse. Sí, es una película muy fácil de querer, y sobran las razones para explicarlo.
UNA HISTORIA DE (DES)ESPERANZA
Detrás de los grandes conceptos de ‘Cadena perpetua’ está, indudablemente, la mano de Stephen King.
Puede parecer extraño para el conocido como maestro del terror literario, pero es que en su colección de relatos de ‘Las cuatro estaciones’ cambió su género predilecto para escribir sobre la amistad, las expectativas, la justicia o la esperanza.
En esas páginas puede encontrarse también ‘El cuerpo’, que serviría de base para la película ‘Cuenta conmigo’ (Rob Reiner, 1985), y también el que tomó prestado Darabont para su primera película, ‘Rita Hayworth y la redención de Shawshank’. No es difícil ver en la historia de Andy y Red el estilo del escritor: esa combinación entre un gran peso emocional y las pequeñas situaciones de la vida, esas frases inolvidables que sientan cátedra, esa presencia invisible de lo fantástico aún en relatos mundanos y también esa habilidad de cargar las tintas con una poética irresistible, pero nunca ñoña. ¿Qué haríamos sin Stephen King?
Con todas esas características, y otras muchas, la película construye algo que se percibe como especial. Quizás sea ese uno de los secretos de su éxito: sus carismáticos personajes filosofando sobre cómo deberíamos vivir la vida que se nos ha dado, o que nos hemos buscado. En todas sus reflexiones, una palabra brilla por encima de cualquier otra: la esperanza. De eso se alimenta ‘Cadena perpetua’, y es algo que no se esconde en los mismos diálogos entre los protagonistas:
- Hay cosas en el mundo que no están hechas de piedra, hay algo dentro de ellas que no te pueden quitar, que es tuyo.
- ¿De qué estás hablando?
- De esperanza.
- ¿Esperanza? Amigo, deja que te explique: la esperanza es muy peligrosa. Puede volver a un hombre loco.
Andy es el idealista, Red el escéptico. Y al final el segundo aprenderá del primero que esas reservas a pensar en una vida mejor no sólo es escepticismo, sino cobardía y miedo. Hay una línea argumental en la película que transmite a la perfección sus valores. Cuando es trasladado a la biblioteca de la prisión, Andy pide al alcaide algo de presupuesto para reformar y ampliar la estancia, pero no hay dinero para la cultura en las cárceles, sólo para los barrotes y las porras. Así que el personaje decide escribir a las instituciones una vez por semana hasta que le hagan caso. Y así lo hace… durante seis años. Tras centenares de cartas, consigue diferentes donaciones de libros y dinero para reformar el lugar, convirtiendo esa biblioteca en un lugar de aprendizaje para muchos internos que ya habían abandonado cualquier esperanza de tener un futuro al salir.
Con todas esas características, y otras muchas, la película construye algo que se percibe como especial. Quizás sea ese uno de los secretos de su éxito: sus carismáticos personajes filosofando sobre cómo deberíamos vivir la vida que se nos ha dado, o que nos hemos buscado. En todas sus reflexiones, una palabra brilla por encima de cualquier otra: la esperanza. De eso se alimenta ‘Cadena perpetua’, y es algo que no se esconde en los mismos diálogos entre los protagonistas:
UNA ODA A LA AMISTAD MASCULINA
Los propios actores también se han preguntado cuál es el secreto de ‘Cadena perpetua’ para seguir enamorando a los espectadores. Tim Robbins lo explicaba así:
“Creo que una de las razones por las que sigue resonando es que es una de las pocas películas sobre una relación amorosa (en realidad, una historia de amor entre dos hombres) que no involucra persecuciones de coches o es una comedia de colegas. Se trata de dos personas que se conocen muy bien en circunstancias muy difíciles. También creo que su poder de permanencia tiene que ver con el tema general de la película, que es que existe una redención si mantienes suficiente tu sueño y que, independientemente de los obstáculos que aparecen en tu camino, hay un Zihuatanejo para todos en algún lugar”.
Como apunta el actor al principio, hay en el filme un retrato diferente de la camaradería masculina. Hay amor de verdad entre esos presos que comen de la asquerosa comida de la cafetería, pasean por el patio lanzándose una pelota y se toman unas cervezas con el sol en la espalda después de haber llenado de alquitrán el tejado de la prisión. Dado que carece de ningún personaje femenino relevante, se puede leer esta película también como un estudio de los hombres, especialmente de su vida en cautividad, y cómo forjan a partir de ahí sus amistades. No es que quiera decir nada concreto al respecto, pero lo que está claro es que la sensibilidad con la que aborda los sentimientos que se consolidan entre ellos la aleja de una tradición quizás más ‘machuna’ de las historias predominantemente masculinas.
Es curioso también que esa combinación de camaradería, tragedia vital y sentimientos profundos, que nunca pisa la frontera de lo extremadamente sensiblero, sea perfecta para que los más estreñidos emocionales se permitan soltar alguna lágrima sin demasiada culpabilidad. Como escribía Noel Ceballos en GQ, también sobre el éxito perenne de ‘Cadena perpetua’: “Está expresada de un modo sencillo, directo, sin florituras estilísticas. Es una película que con la que todos los machos pueden admitir haberse emocionado. Nadie les juzgará por ello”.
Y quizás haya una escena que refleje esto mejor que ninguna otra: Andy se queda solo en el despacho del alcaide, y decide encerrarse dentro y lanzar a través de todo el sistema de megafonía ‘Las bodas de Fígaro’ de Mozart. De pronto, todos los hombres que paseaban tranquilamente por el patio se paralizan y miran hacia el altavoz, intentando descubrir si lo que oyen es parte de un sueño. Red ejerce entonces su tarea de narrador para darle más peso emocional al momento, uno de los mejores de la película. Y dice: “Las cosas buenas no hace falta entenderlas”. El poder de la música se exhibe ante ellos, hombres obligados a mostrar su cara más dura para no convertirse en parásitos de la prisión. Sin embargo, ante Mozart, son de nuevo seres humanos. “Por unos instantes, hasta el último hombre de Shawshank se sintió libre”, dice el personaje de Freeman. Tal es el poder liberador del arte.
EMPEÑARSE EN VIVIR O EMPEÑARSE EN MORIR
No, 'Cadena perpetua' no lo petó en taquilla ni ganó ningún Oscar de la Academia de Hollywood, pero no hay quien le tosa en el primer puesto del ránking más fiable de la industria norteamericana.
Las razones pueden ser muchas, matemáticas o emocionales, por la ausencia de opiniones polarizadas o por ser una 'feel good movie' detrás de todos sus dramas, pero lo que nadie puede negar es el poder que transmiten sus imágenes y, sobre todo, sus personajes.
En ella hay una constante lucha entre la esperanza de Andy y la resignación de Red. Entre soñar a lo grande o mantener las expectativas bajas para no acabar decepcionado. Entre aceptar lo que el destino te ha dado o cavar tu propio agujero -¡literalmente!- para tener una nueva oportunidad. “Todo se reduce a eso: empeñarse en vivir o empeñarse en morir”, reza la que es posiblemente la frase más célebre de la cinta. ¿Cómo obtener la fortaleza para empeñarse en vivir? ¿Cómo sortear las injusticias de la sociedad, del sistema, de las traiciones de tus seres queridos, y encontrar la forma de rozar siquiera la felicidad? Quién sabe. Lo que desde luego siempre hará falta en el proceso es una buena dosis de esperanza.
Y es que, como decía Robbins antes, hay un Zihuatanejo para todos en algún lugar. Sólo hay que luchar por encontrarlo".
Un texto de Mieria Mullor
Muy buena. Sin embargo, no creo que llegue al nivel de adoración mítica y de haber echado raíces en la cultura popular como la trilogía con características de tragedia griega de "El Padrino".
Aunque debo admitir, que al igual que El Padrino, siempre la busco para verla.