Muchos pensarán que es un drama doméstico más pero a mí me resultó un thriller interesantísimo cuyo final me dejó un tanto perpleja.
La actuación de Javier Gutiérrez, como siempre, es digna de verse y Mario Casas hace un papel bastante creíble.
Los hermanos Pastor, Alex y David, hacen buen trabajo tanto en el guion como en la dirección y van de un género a otro de modo fascinante.
La película cuenta la historia de un ejecutivo (Javier Gutiérrez) que recién es despedido de su trabajo y se ve obligado a vender su apartamento, en el cual vive con su esposa y su hijo. Éste se obsesiona con la familia que ahora vive allí y decide recuperar la vida que perdió, a cualquier precio, intentando, por todos los medios acercarse a Tomás (Mario Casas), pidiéndole que sea su patrocinador en un grupo de apoyo de adictos y ocultando su conexión con su antigua casa. Es una película oscura con muchos momentos de suspenso.
No llega a ser una película perfecta pero esto no quiere decir que no sea una película bien hecha. Es entretenida y da mucho qué pensar sobre la codicia y los motivos por los cuales las personas pueden llegar a obsesionarse con ciertas cosa, hasta un punto de no retorno, llegando a ser siniestro a veces.
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