La película de ella es una adaptación del clásico de Louisa May Alcott de 1869, Mujercitas; la de él, Marriage Story, es la reconstrucción cinematográfica de un divorcio que guarda sospechosas reminiscencias con el suyo propio de la actriz Jennifer Jason Leigh.
Han estado juntos durante ocho años y ahora, por primera vez en la historia de los Óscar, una pareja compite por el trofeo de mejor película. Greta Gerwig y Noah Baumbach lo han admitido: “Hay una cierta sensación de querer pavonearnos el uno delante del otro”. Se conocieron en 2009, en el set de rodaje de la comedia de Baumbach Greenberg, que el director escribió a medias con la que entonces era su esposa.
En algunas entrevistas, Baumbach ha dicho que su relación con Gerwig no empezó en aquel rodaje, sino en 2011, un año después de que el proceso de divorcio con Leigh se iniciara. En la primera entrevista que concedieron juntos, ofrecida hace solo dos meses al Hollywood Reporter, la pareja evitó dar explicaciones ni datos exactos sobre los orígenes de su relación. Solo Baumbach hizo una puntualización con respecto a Marriage Story: “No se parece en nada a mi historia personal”, a lo que Gerwig repuso entre risas en alusión a la escena del film en la que Adam Driver canta un melancólica versión del Being Alive de Stephen Sondheim: “Sí, el jamás cantaría”.
Durante los últimos meses los dos han estado en la línea de salida para conseguir también una nominación al Oscar como mejores directores; una lucha en la que igualmente partían como favoritos Tarantino, Sam Mendes, Martin Scorsese y Bong Joon Ho. Al final, ninguno de los dos la ha conseguido. Si Gerwig lo hubiese hecho, habría pasado a engrosar la rara lista de mujeres que han logrado una nominación en esa categoría en la que están Katherine Bigelow, Sofia Coppola, Jane Campion y Lina Wertmüller.
Sin embargo, la pareja sí ha conseguido colocar sus filmes en la categoría de mejor película. Y eso es inédito: nunca antes dos directores con un vínculo romántico habían peleado de una forma tan directa por el mismo trofeo. Los dos que estuvieron más cerca de lo mismo fueron precisamente Kathryn Bigelow, con The Hurt Locker, y James Cameron, con Avatar, en 2010. Contendían los dos por mejor película y mejor director: Bigelow ganó en ambos casos. Aunque cuando eso ocurrió hacía mucho que los dos estaban divorciados.
Gerwig y Baumbach son los primeros que tienen que lidiar con la tensión de la competición en primera línea, cosa que no resulta fácil para muchas parejas de Hollywood. Conocida es “la maldición” que recae sobre las mujeres que ganan un Óscar y a los pocos meses se divorcian. Es el caso de Jennifer Hudson, Kate Winslet, Liza Minelli, Renée Zellweger, Sandra Bullock y Reese Witherspoon. Sin embargo, para esta pareja, la tensión de la competición no es nueva.
Ellos mismos explicaron al Hollywood Reporter hace dos meses cómo han compatibilizado sus respectivas agendas en el último año, en el que Gerwig, además de la filmación de su película, afrontó el reto de su primer embarazo. Debido al rodaje de Mujercitas, Gerwig y Baumbach tuvieron que pasar la mayor parte del otoño de 2018 separados. Ella estaba cerca del lago Walden, en Massachusetts, y él iba muchos fines de semana a verla. En la edición de los Oscar de 2018, Baumbach no pudo asistir con su mujer, que estaba nominada por Lady Bird en varias categorías, debido a que estaba finalizando precisamente Marriage Story. “Una de las ventajas de que dos directores tengan una relación personal es que ambos somos perfectamente conscientes de lo absorbente que puede ser este trabajo”, explicaba Baumbach a The Hollywood Reporter. Y continuaba: “Llegas a casa a las tres de la madrugada y te vas a la cama y la otra persona está medio dormida y te sientes…”. La frase la completaba Gerwig: “Solo”. A lo que él asentía: “Destrozado y solitario y ni siquiera sabes si tienes el mejor metraje”. Gerwig continuaba: “Lo que más deseas en el mundo es que haya alguien que te cuide, porque filmar una película es tan duro… Pero como ambos lo estamos haciendo, no siempre hemos podido ser esa persona el uno para el otro. No siempre ha sido completamente posible”.
Por Raquel Peláez. El País.
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