top of page
Foto del escritorShayra

El Instituto Cervantes de Harvard recopila el origen español de la toponimia de Estados Unidos.

El valeroso caballero andante Amadís de Gaula tuvo un hijo con la princesa Oriana de la Gran Bretaña, así que el novelista Garci Rodríguez Montalvo escribió en 1510 las hazañas de este imaginario vástago. Las llamó Las sergas de Esplandián, una novela de caballerías –muy de moda en el siglo XVI- que terminó dando nombre al americano Estado de California.

Nevada, en cambio, recibió su denominación en homenaje a la sierra granadina del mismo nombre, mientras que el topónimo Arizona hunde sus raíces en el euskera: “robles buenos”. Todo esto lo cuenta el estudio "La herencia hispana y el español en la toponimia de Estados Unidos", del historiador Juan Ignacio Güenechea, de la asociación The Hispanic Council, y editado por el Instituto Cervantes en la Universidad de Harvard.

Y así hasta diez estados y centenares de condados y municipios por toda la geografía de un país que formó parte de la Corona española durante 300 años.



Si Don Quijote rescataba damas “en un lugar de La Mancha”, Esplandián lo hacía por los predios de un “imaginario e idílico lugar llamado California, que estaba lleno de riquezas”. Por ello, “los descubridores españoles pensaron que aquellas tierras que tenían ante ellos se parecían mucho a la descripción que hacía Montalvo” y las llamaron California.

Por su parte, la palabra colorado “proviene claramente del español y se utilizó para definir el color rojizo del propio río” que atravesaba el lugar, vocablo que terminó por dar nombre a todo un estado.


El descubridor Ponce de León se topó el día Pascua de Resurrección, también conocida como Pascua Florida, con las tierras del futuro estado de los caimanes, así que Florida lo bautizó. En cambio, el caso de Montana es un antónimo. Siendo el territorio norteamericano con la elevación media más baja de los Estados atravesados por las Montañas Rocosas (1.030 metros), los exploradores españoles lo denominaron Montaña del Norte. Y así se quedó.


Los conquistadores no entendían lo que les querían expresar los nativos de Utah. Los apaches hablan continuamente de “yuddah”, que significa “los de arriba”. A los españoles aquello les sonaba algo parecido a yuta, y así denominaron aquel terreno. Algo semejante ocurrió con Texas, una palabra que proviene de “taysha”, en la lengua caddo, y que significa amigo. Lo más próximo que podían pronunciar los conquistadores era tejas (texas en castellano antiguo), así que tampoco pensaron mucho sobre cómo se debía de llamar el lugar.


Por el contrario, los casos de Arizona y Oregón son más polémicos. En el primero, dos teorías: puede provenir de “all sonak” (pequeña primavera, en lengua nativa) o de “aritz onak”, robles buenos, como denominaban aquellos bosques los conquistadores de origen vasco que iban en las expediciones.

El topónimo Oregón, por su parte, puede proceder tanto de “ouragan” (huracán en francés), de orégano –planta muy extendida en la zona- o, lo más probable, de orejón, como calificaban los españoles a los nativos.


“La toponimia de Estados Unidos es un elemento más de los que contribuyen a poner en valor la huella que ha dejado lo español en el país y el extenso legado que el mundo hispano comparte con él”, dice el informe de Güenechea, que recuerda que la nación norteamericana luce ciudades llamadas Sevilla, Granada, Salamanca, Madrid, Laredo, Durango, Valencia, León, Córdoba, Andalucía, Aragón, Oviedo, Ebro, Toledo, Coruña o Navarra, entre otras.


“Muchas de estas ciudades se escriben directamente mediante su traducción al inglés como Seville, Andalusia, Navarre, Corunna o Grenada. Otras, como Madrid pueden sufrir pequeños cambios como es el caso del condado de New Madrid”. “En todos los Estados encontramos un municipio que tiene algún topónimo que hace referencia a la herencia hispana del país o al [idioma] español y lo mismo ocurre con los condados, donde en el 50% de los Estados hay alguno de estas características”, señala.


Además, muchos de los exploradores españoles, como Hernando de Soto o Juan Ponce de León, dieron también nombre a diferentes lugares que recuerdan sus hazañas. “Estos topónimos fueron otorgados en épocas postcoloniales en su mayoría, y dan muestra de que los propios ciudadanos estadounidenses son quienes recuerdan el legado histórico que comparten con el mundo hispano y con España en particular”, concluye el informe de Hispanic Council, una asociación cultural independiente que fomenta las relaciones entre España y Estados Unidos.






'Españoles en el Colorado' (2016), de Augusto Ferrer-Dalmau



Por Vincent Olaya El País. 17 de junio, 2020



50 visualizaciones0 comentarios

コメント


bottom of page