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Foto del escritorShayra

Cuando Serrat soñó con ser Leopoldo Pomés... Todo gracias a su "Conillet de vellut"

Actualizado: 4 feb 2021

Serrat le dedicó una canción a Susan Holmquist donde explicaba que sólo veía posible reconquistarla superando el talento de Pomés: Premio Nacional de Fotografía, publicista, realizador e inventor de las burbujas Freixenet.

Además, Pomés fue estratega de imagen de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Un genio que observaba genios, catalán universal que atesoró la memoria visual de una Barcelona que ya no existe, la de la Gauche Divine. Modernísimo, irónico, sensible. Con el ojo abrazó a García Márquez y a Picasso. Creía que una buena obra resiste al tiempo, que no se acaba nunca, que “siempre queda algo por descubrir, una belleza que está dentro de un misterio”. Había mucho de seducción en la retina de Pomés, mucho de vampirización del otro. Una comprensión profunda de sus modelos. Cuando miraba a una rubia, como Hitchcock -pero sin despotismo-, la tocaba con una varita mágica.


Cómo sería su parpadeo que hasta Serrat soñó con ser mejor que él; que eso no se sueña de cualquiera. El artista tenía la brillantez de Pomés en el pensamiento y lo demostró en "Conillet de vellut" -"Conejito de terciopelo en castellano"-, una canción que dio a luz en 1970 y que dedicó a su novia danesa Susan Holmquist, una de esas hermosuras hecha carne que dan auténtico pavor, por lo inasibles. Con sus cejas imperceptibles, como de trigo oscuro, con sus ojos enormes y lánguidos, como de hembra herida, con su frente despejada de niña ambiciosa y su clavícula saliente, siempre a punto de quedarse enganchada a una promesa nueva. Una mujer larguísima y audaz que vestía vestidos con corbata y que saltaría a la fama gracias a un concurso de belleza celebrado en Palma de Mallorca, donde quedó coronada como “Miss Naciones Unidas”.

Holmquist ha fallecido el pasado marzo, a los 73 años, aunque, como escribiría Luis Alberto de Cuenca, “cuesta creer que el incendio inextinguible / de tu melena al viento morirá (…) y entonces emergerá la hermosa calavera que siempre hubo debajo / maquillada con tendones, y músculos, y piel, / y que mi cráneo no estará a tu lado”.

Serrat la conoció a finales de los sesenta y más tarde llegaría a reconocer que pensó en ella como la mujer de su vida. De ahí que le dedicara esos versos a ritmo de charlestón: “Era suave como el terciopelo / y miedosa como un conejo pequeño. / Snoopy era su héroe, le gustaba jugar como a un niño y me llevaba de la mano arriba y abajo, sin parar, como una cometa dando volteretas por el cielo, -es bonito el tiempo de amar-. Aquél no fue un tiempo perdido”.



Hablaba de ella como de un dulcecito díscolo, medio perverso, que se debatía constantemente entre la inocencia y la conveniencia. Luego relataba cómo ella sacaba los pies del tiesto “y me engañaba con cualquier objetivo, se me perdía en el agujero de una Nikon o una Hasselblad”: “Había que escoger: o escapar o hacer un ménage à trois”, cantaba, entre el sarcasmo y la amargura. “Pero eso es inmoral cuando se es un hombre como es debido: ibérico, macho y cristiano, y me quedé solo y jodido, conejito de terciopelo”.


A Serrat le pudo el ansia de escalar -parece que mediante métodos poco ortodoxos- de su romance extranjero: “El Elle, el Vogue y el Harpers Bazaar te fusilan en cada ejemplar.

Dicen que Richard Avedon te ha dado un sitio en Nueva York: no te puedes quejar. Lo que soñabas ya lo tienes en la mano. Te conoce la gente, te ama un adolescente y un abuelo te quiere adoptar. ¿Eres feliz con tu nuevo amante, conejito de terciopelo?”, lanzaba. Y aquí aparece el fotógrafo Leopoldo Pomés, como un ramalazo de esperanza para Serrat.

Formaba parte de su plan de reconquista.

Portada icónica del libro de Marsé en la que sale Susan Holmquist


“Hoy he visto el cielo abierto. Dios, que es bueno y sabe lo que he sufrido, me ha dejado sus consejos en un escaparate de casa Castells y me he comprado un libro, La fotografía es un arte. Antes de que pase un mes, seré mejor que Pomés. Ya sabes dónde me encontrarás (…), conejito de terciopelo”, guiñaba, dejándole un teléfono que resultó ser real.


Tan real, que Serrat tuvo que cambiar de número porque no paraba de recibir proposiciones indecentes por esa vía.

Otra curiosidad: la expresión francesa ménage à trois fue censurada y sustituida por un extraño silencio del intérprete -él se encogió de hombros y al tiempo dijo que “en la España de Franco no se hacían tríos”-. Sin embargo, su golpe romántico no surtió efecto y Susan Holmquist siguió su camino.

Serrat publicó la canción en su cuarto álbum en catalán, el que supondría el retorno a esa lengua tras tres discos en castellano. Otro tren marchándose. Bueno: vinieron otros, pero quizá no con tanto glamour pérfido.


Fuente: El Español. Fragmento de un texto escrito por Lorena Maldonado.

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