«De vez en cuando la vida se nos brinda en cueros y nos regala un sueño tan escurridizo, que hay que andarlo de puntillas por no romper el hechizo» Y así quiero andar, de puntillas, para llegar sana y salva a este sueño. Puedo citar tantos versos de esta canción y de la extensa discografía de mi Noi de Poble Sec, que estaría tecleando durante días. Pero hoy, unos minutos antes, frente al teatro Beacon en Nueva York, estuve dando rienda suelta a las emociones y disfrutando hasta del nerviosismo de estos últimos días. Y ahora voy, desde la calle 72 y Broadway, en una de las canciones de “Versos en la boca”, publicado en el 2002: «La bella y el metro» (ni tan bella ni tan metro, jeje), inmensamente emocionada y con las lágrimas a flor de piel, como aquella piel de manzana (ni tanto), pensando en lo anormal que resulta que estén pudiéndome los nervios. Y es una sensación nueva para mí, esto de tener el pecho encogido, de sentirme inquieta, ansiosa, como si fuese yo la que va a empezar a despedirse de los escenarios. Sé que muchísima gente no me entenderá; sé que muchos me llamarán incluso aspaventosa, pero supongo que los serratianos de mi mundo o quienes sean así de apasionados de la música, pueden hacerse una idea de este sentimiento que me habita. «Juega las cartas que te da el momento, mañana es sólo un adverbio de tiempo», es un verso de Serrat que nos dice que vivamos el hoy; y es una frase a la que echo mano en innumerables ocasiones y que es incluso mi eslogan… ¡Pero no saben cómo estoy deseando que sea ya pasado mañana! Fragmento de un capítulo del diario una serratiana empedernida.
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