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Foto del escritorShayra

¡Así abortamos en Costa Rica!



Laura tiene 16 años, los ojos verdes, es el primer promedio de su colegio y su prueba de embarazo acaba de salir positiva. Pero Laura tiene internet y con eso basta; su chiquito no va a nacer. Y aunque digan que sí, eso realmente a nadie le interesa; lo que va a pasar con Laura cuando se meta 4 pastillas y empiece a sangrar va a ser invisibilizado, porque en Costa Rica cuando llegamos a ese punto de la discusión en el que las piernas se manchan de sangre y el útero arde por las contracciones prematuras, todos miramos a otro lado y solo criticamos después.


Laura empezó a tener sexo a los 15 y así se convirtió en otro dígito más en el promedio del 52% de jóvenes costarricenses que, según el Fondo de Poblaciones de las Naciones Unidas, empieza a tener relaciones entre los 14 y los 17 años, y también es una más del 57,1% que no usaba condón cuando lo hacía con su novio.


Pero al Fondo de Poblaciones del blah, blah, el semejante embrollo en el que ella está metida, no le interesa. Para ellos, ella es solo una cifra más, mientras en su estómago crece una cosita que le va consumiendo la energía día a día sin que absolutamente nadie haga algo para ayudarla.Laura acudió a los mayores que tenía cerca para ver qué hacer, pero como cantaba Fernando Ubiergo “se fue a donde un cura quien le dijo era pecado y muy pronto un abogado le habló de lo legal, mientras el profe de ciencias le hablaba de la inconsciencia de la juventud actual”.


¡Y qué fácil era hablarle de su inconsciencia cuando fue ese profesor el que jamás le enseñó a poner un condón y que tampoco le dijo jamás dónde conseguir pastillas anticonceptivas ni que sería bueno que no tuviera sexo mientras ovulaba, hasta que lo obligó el Ministerio de Educación Pública en unas clases a las que su madre no la dejó ir! Porque, ya saben, “si uno les dice, más rápido van y lo hacen…”


Por eso no le extrañó que le sacaran las biblias, la llamaran pecadora y la condenaran al infierno por pensar, solo pensar, en decidir sobre los procesos físicos y químicos que sucedían en su cuerpo. Y también por eso fue que tampoco se sorprendió cuando un futuro abogado le decía que el artículo 21 de la Constitución Política costarricense le exige respetar la vida humana y que por eso el Título I, Sección II del Código Penal, la condenaría a una pena de sesenta días a diez años de cárcel si se atrevía a ponerle un dedo encima a lo que estaba sucediendo con su sistema reproductor; todo porque nuestra Carta Magna le impone que todo lo que suceda con su útero sería parte de la jurisdicción de la religión católica, apostólica, romana que es la que rige todo lo que pase en nuestra nación, sea concerniente al ámbito de lo público o no.


Sí, esa misma religión cuyos sacerdotes, que ya amenazaban con lincharla, se lamían los labios pensando en lo que la obligarían a hacerles para que la indultasen de ese maldito pecado de haber sido una zorra que tenía sexo, una estúpida que quedaba embaraza y una hereje que pensaba en abortar.


Se le ocurrió también que estábamos a menos de tres meses de las próximas elecciones y que entonces tenía que haber alguna agrupación política con una propuesta que la ayudara a salir de la bronca en la que estaba metida. Y así se fue partido por partido, a ver qué ocurría.


Y llegó al Balcón Verde y se topó a Monseñor José Rafael Quirós prometiéndole a Johnny ser el nuevo hijo predilecto de la negrita y se dio cuenta que en ese partido no la ayudarían. Entonces se fue para el PAC pero ahí se enteró rápido que a la única a la que le importaba un poco era a Ana Helena Chacón, pero que su apoyo no llegaría a nada porque ésta tenía problemas con Ottón y que por esos pleitos políticos internos no iban a apoyarla. Y en el PUSC tampoco tuvo mayor suerte, porque todos estaban ocupados pensando si irse o no con Otto Guevara y como el Movimiento Libertario ya se había puesto la bandera de provida en la cabeza (¡porque todos somos libres de comprar y de tener pero no de decidir sobre nuestros cuerpos!) ni siquiera hizo el intento.


Entonces buscó un partido que dijera que gobernaría por los jóvenes y ahí Sergio Mena le dijo que en su partido aún no habían contemplado el tema. Y se fue a otro que le diera accesibilidad sin exclusión, pero Óscar López le espetó que ni aunque hubiera sido violada la dejaría abortar porque, igual que para las señoras del barrio que tomaban el té en las tardes y que ya habían hablado de ella por usar taconcitos, vestidos cómodos, maquillarse y hacer esas cosas de mujerzuela, para él ella era una zorra y las zorras se merecían eso.


Y entonces como una última luz al final del oscuro túnel, recordó que una vez mientras estaba “pegada” en una presa por alguna manifestación de esas que solo sirven para bloquear calles, una muchacha le dio por la ventana del bus un panfleto sobre una organización feminista que apoyaba a mujeres que pasaban por lo que pasaba ella. Y las llamó, pero le dijeron que lo suyo era una lucha política y que las luchas políticas tenían que empezar por lo que la gente aguantaba oír y que entonces, si ella no había sido violada o si el feto no afectaba directamente su salud física, su colectiva no podía hacer nada más que mirarla con lástima y palmearle el hombro; porque eso de llevar a juicio internacional los casos y de hacer polvorines en la opinión pública, era solo para los embarazos en los que el aborto fuera “políticamente correcto”. No como ella, que era una idiota que quedó embarazada porque nadie le enseñó nunca a poner un condón.


Y se desesperó y lloró y creyó que no había solución. Y entonces googleó. Y a solo un “’como en abortar en Costa Rica’/Enter”, Laura descubrió que hay una página web que te proporciona pastillas a un precio cómodo y a domicilio y que aunque no se sepa con certeza si realmente son misoprotosol o veneno para ratas, éstas le solucionaban el embrollo cuando los mareos y las náuseas ya empezaban a alertar a su mamá y a sus hermanas.


Y encontró también una clínica privada que después de cierta hora atendía “problemas” como el suyo y aunque la solución era más cara, logró que su novio, ahora también desesperado, vendiera el carro donde no se cuidaron y consiguiera la plata suficiente para salir del problema.


Y se arriesgó; escogió su método favorito, pagó la factura, se quitó la ropa, se puso la gabacha y entró al consultorio del Dr. con su panza de 4 meses; y esa fue la última vez que alguien vio a Laura con vida.


Laura es la realidad. Pero es solo una realidad más. Es sólo un dígito. Es otro ejemplo para la colección de los 30 mil abortos clandestinos al año que la Asociación Demográfica Costarricense (ADC) cree que se realizan en el país, y digo “cree” porque son estimaciones y como estimaciones no pasan de eso: de datos que la gente ignora. 30 mil casos de mujeres que se arriesgan en clínicas privadas o con pastillas poco seguras para “deshacerse” de embarazos que no supieron cómo evitar.


Pero eso de informar y prevenir es arriesgarse. Arriesgarse a que las niñas sepan cuidarse, a que entiendan que ser obligadas a tener sexo sin condón es violencia, a que sepan que acostarse con alguien y exigirle que se cuide evita enfermedades de transmisión sexual, a que se enteren de que son dueñas de su cuerpo y que lo hagan responsablemente o no, pueden hacer lo que quieran con él.


Pero ¡carajo! ¿qué sociedad machista y patriarcal se mantiene así? ¡Ninguna! Informar es arriesgarse a que el sistema que le permite a los hombres hacer lo que quieran, a las señoras criticar y a la iglesia controlar, se caiga. Por eso es mejor ignorarlo, volver la cara para otro lado y concentrar nuestro accionar en el tema a un pequeño segmento del plan de gobierno que prometa en tres páginas y sin decir cómo, salvaguardar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres para luego pasar a hablar del tope de cesantías y de qué hacer con los tratados de libre comercio, que son lo que de verdad importa en este país, así como hace el Frente Amplio.


Mientras tanto, a Laura la entierran en un cementerio en Cartago unos padres que aseguran que murió porque la asaltaron y la apuñalaron para robarle el iPhone. Y en Heredia, Sofía se esconde debajo de sus cobijas rogándole a un dios al que cree haber defraudado, que la dosis de cytotec que se introdujo, no la mate. Y en Ciudad Neily, Silvia sale del hospital después de haber sufrido una histerectomía por haberse metido una dosis más grande que la que su tiempo de embarazo ameritaba; y Raquel, en Matina de Limón, da a luz a un niño al que no quería después de 9 meses en el infierno, porque su madre no la dejó abortar ni aunque el feto fuera producto de una violación cometida por su propio tío.


Pero a ellas nadie las escucha ni las ha escuchado nunca. Ni la Administración Figueres Ferrer, ni la Administración Chinchilla Miranda; esa realidad que está ahí, que se alimenta de un mercado negro y que no se quita con solo prohibirla, se ha dejado de lado por todos los gobiernos pasados y también por las propuestas venideras de 2014. Esas 8 mujeres que arriesgan su vida diariamente, no existen en el sistema. Su realidad no es real.


Y a 2 meses y un cabito del “Día E” esa “no realidad” tampoco les interesa ni a los mismos de siempre ni a quienes se dicen progresistas. A 2 meses y un cabito de las elecciones, ellas, esas miles de mujeres costarricenses, seguirán como lo han hecho hasta este momento, ocultas en la sombra de ese problema cuya solución es tan difícil que nadie lo vuelve a ver, mientras se desangran poco a poco ante la indiferencia de todos nosotros.


Del blog 89decibeles



Por eso, como no podemos ni queremos cambiarlo, hagamos lo de siempre y lloramos a Laura en la puerta de la iglesia para luego condenarla en cuchicheos porque murió por asesina y pecadora. Al final del día, así abortamos en Costa Rica: matando a los fetos, alimentando a los mercados negros y censurando a las mujeres.

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