Ahora que estos vientos me llevan a ver a Serrat nuevamente; ahora que suena (para calmarme cuando vuelo por los aires) en mi listado de canciones al azar «Bendita música», de ese maravilloso y poco conocido disco “Nadie es perfecto”, del 1994; ahora que tengo un rato sin distracción más que esta terrible turbulencia y el sudor de mis manos; ahora que… (sueno como Sabina), me dispongo a narrar lo vivido el 16 de septiembre en Viana, provincia de Navarra.
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Muchas veces, cuando la vida ‘me besa en la boca’, cosa que afortunadamente es muy habitual, digo que el universo conspira para que, de primera mano, siga haciéndome los caminos hacia la felicidad. Y aunque gran parte de las veces yo misma me agencie las cosas, casi siempre es así: un golpe de suerte, un momento, una persona, un haz de luz, una circunstancia o una casualidad o causalidad me llevan a regalarme cosas que poco o nada tienen que ver con dinero. Y repito, agradecida como la que más, “¡Qué pequeñas son mis manos con todo lo que la vida ha querido darme!”
Pero bien… Voy al punto.
En el 2020 un amigo me habló de una aplicación llamada Smule. Como cantar es algo que me gusta y que me da felicidad, además de ser un gran ejercicio para los pulmones, no lo pensé dos veces y me hice miembro.
Muchos de los que me conocen saben que Serrat es la banda sonora de mi vida; entonces queda más que claro que buscaría sus canciones para interpretarlas, aunque me resulte muy difícil por los tonos y por su tesitura. Encontré muchas, así que, ni corta ni perezosa, me puse a cantarlas. Fue así como coincidí con Pedro Puente, quien al escucharme interpretar tantas divinas canciones de mi Noi de Poble Sec, me escribió por privado, después de acompañarme en unas cuantas, para decirme que él conocía personalmente al Nano.
Como hay tanto loco suelto por ahí me dije: “Sí hombre, tú conoces a Serrat. Dale mis saludos”… Y no le hice mucho caso.
Pedro y yo seguíamos coincidiendo en los dúos y me volvió a escribir, esta vez más insistentemente: “Hola, Shayra. Vivo entre Asturias y Viana (en la vida había escuchado este nombre) y soy amigo de Alejandro, el coprotagonista de la canción «Juan y José». Hablamos cuando quieras, si te animas a darme tu número de WhatsApp”.
Se lo conté a mi esposo toda emocionada y le di mi número de teléfono a Pedro. Sí, ya lo sé, soy muy confiada; pero como digo usualmente, mi buena estrella siempre me acompaña y, hasta el día de hoy, nunca me ha pasado nada traumático.
Empezamos a hablar asiduamente (hablo del mes de octubre, 2021) y nos encontrábamos con regularidad en Smule… Hasta que un buen día me llama por videollamada y me dice: “¿Oye, quieres hablar con Alejandro? Es que la semana próxima quedaré a comer con él y podemos concretar un día y una hora para que charlemos y así lo conoces y le preguntas lo que quieras sobre su amistad con Juan (así le llaman en el pueblo vianés)”.
No podía estar más emocionada ni más feliz. Otra vez “la vida toma conmigo café”, me dije.
Para no salir del hilo conductor de la narración, dejo aquí el enlace de esa charla y así no me pierdo en mi escrito, como muchas veces:
Continúo… Después de hablar con Alejandro, quien me pareció un ser afable y sencillo, y con quien la charla, al igual que con Pedro, me pareció llana, fácil, y fluida, coordinamos para un posible encuentro en Viana el 16 de septiembre. Hablar con ellos me dejó una sensación de cercanía de tal magnitud que pareciese que nos hubiéramos conocido desde antes… ‘Desde siempre, desde lejos’, citando a Silvio.
Me comentaron los dos sobre el concierto que el Nano daría en Pamplona y para el cual Juanito donaría 45 entradas y proveería un autobús para trasladar a quienes asistiesen. ¡Y me invitaron! Yo sólo tenía que llegar allí. ¡No podía creer mi enorme suerte!
“Y bueno pues, un día más, que se va colando, de contrabando”.
Llegó el viernes 16 y fue toda una osadía llegar allí. Había coordinado con Pedro, a quien todavía no había visto en persona, para coger el tren desde Zaragoza (haciendo un paréntesis en el encuentro de la Tropa Cósmica) y llegar a Logroño.
La noche anterior hubo actividades del encuentro, así que dormí apenas unas tres horas. Había pedido un taxi que me recogiera a las seis de la mañana para llevarme a la estación y así abordar el primer tren, haciendo un transbordo en Castejón de Ebro.
Estaba oscuro y había niebla y casi perdí el tren porque tenía sólo cuatro minutos para hacer el cambio de y las señalizaciones no eran las mejores. De no ser por un señor que trabaja allí y que me dijo “Corre que lo vas a perder; vete a la vía tres”, casi me quedo varada.
Llegué a Logroño a las 8:30 de la mañana y ahí estaba Pedro, esperándome con los brazos abiertos y demostrándome tanto cariño y tanta entrega, como si me conociera de toda la vida. ¡Hay tanta gente buena en el mundo!
Viana está a 12km de Logroño. Partimos hacia allá; Pedro me llevó a su empresa: ‘Vacunos Puente’, y me mostró todo lo que tiene que ver con la industria cárnica, los cortes, los envases al vacío, el control de calidad, etc. ; me mostró su casa y el lugar desde donde canta para acompañarme y luego fuimos a encontrarnos con Alejandro. Al llegar allí, al negocio de Mari Feli, la mujer de éste, fue encontrarme con un lugar familiar, como si fuera parte de su entorno o de su círculo de amigos de toda la vida; me hicieron sentir como en casa. La verdad no podía creer tanta generosidad y afecto por su parte, porque en ningún momento me sentí extraña.
Alejandro me llevó al lugar que ha sido testigo de grandes encuentros: las bodegas donde queda con Juan, como le llama, y donde se celebran en amistad desde los trece años.
Pedro debía volver a su trabajo para coordinar algunas cosas y quedamos para comer sobre las dos o tres de la tarde. Me llevo al hotel para que dejara mi equipaje; él me había hecho una reservación en el Palacio de Pujadas en la habitación “Serrat”, nada más y nada menos, pero no estaría lista hasta la tres de la tarde.
Esto se hace largo y yo no sé escribir poco, pero ya queda menos.
En vista de que Pedro tenía que volver a su trabajo hacer algunas cosas y Alejandro tenía que finalizar los detalles del autobús, las entradas y todo lo demás referente al concierto, me fui a caminar por el pueblo. ¡Qué gente tan maravillosa, tan linda, tan cercana!
No podía evitar tararear la canción "Juan y José" mientras caminaba por las calles de este pueblo que me hizo sentir tan bienvenida. Me fui al parque donde está el monolito de Serrat a hacer fotos y videos. Para mi sorpresa, de fondo sonaba la canción "Edurne" que es la única del repertorio serratiano que incluye el idioma euskera. Me fui al frontón aquel del que se habla en esa preciosa oda a la amistad, misma que me trajo a este pueblo al que Juanito lleva viniendo 1957.
Al caminar y explorar, un grupo de señoras me pregunta “¿Eres cubana? ¿Eres de Brasil?, porque tú no eres de aquí”. Eso bastó para que me invitaran a sentarme un rato con ellas, preguntarme cosas y así yo contarles un poco de este proyecto de vida que llamo "Shayra-Serrat, autobiografía en movimiento" y con el que se quedaron muy sorprendidas. De hecho, me he quedado en comunicación con una de ellas vía Facebook.
Estuve otro rato más con Alejandro y su esposa. También conocí a su hija, esa que aparece en un video que grabé antes de entrar al concierto y que compartí en su momento.
Al cabo de unas horas, Pedro fue encontrarme y nos fuimos a comer al asador de uno de sus clientes. A modo de anécdota vergonzosa les cuento que camino al restaurante me venció el sueño, no podía, por más que lo intentara, mantener los ojos abiertos y le rogaba a Pedro que me disculpara porque no sé qué me pasaba.
Al principio pensé que fue las pocas horas de sueño pero luego, haciendo memoria, me di cuenta que el día anterior me había tomado un Enantium, medicamento que me facilitó una chica en Morella (lo tomé a falta del ibuprofeno que habitualmente para el dolor) cosa que me provocó no sólo un malestar estomacal horroroso, impidiéndome degustar ese delicioso chuletón al que me invitó Pedro, sino que no me permitía mantener los ojos abiertos ni siquiera en el restaurante. Le pedí mil disculpas a Pedro, quien con tanta ilusión me invitó y le aseguré que no era que estaba me estaba aburriendo, sino que no podía mantenerme despierta.
Nos fuimos entonces al hotel para ver para que descansara un rato antes del concierto y me dejó allí, en la famosa habitación para luego quedar conmigo hora y media después, y así irnos a Pamplona.
Tal fue mi emoción dentro de la habitación que no pude pegar ojo, porque el éxtasis de estar ahí, viendo fotos de Serrat a lo largo de su vida, carátulas de discos, y sentirme tan cerca de este cantautor que he admirado desde hace tantos años, me imposibilitó sobremanera descansar. Así que me dispuse hacer fotos y videos que compartiré cuando termine de narrar lo mágico de este día y me di un baño para estar lista a las 6:45, hora en que quedamos de encontrarnos en el lugar donde abordaríamos el autobús.
Ya en el lugar donde nos dimos cita los 44 vieneses elegidos y yo, partimos hacia Pamplona. Entre las personas que acudieron, estaba el alcalde del pueblo, Goyo, con quien tuve una charla muy amena (foto debajo) y el historiador Félix Cañizaros, quien me hizo el trayecto más corto al contarme cosas sobre Serrat y sus años en Viana. No podía sentirme más agradecida con la vida por todos estos regalos en apenas unas horas. Como dije cuando partía hacia Logroño al día siguiente: ‘Apenas estuve 24 horas en Viana y ya tengo un mundo de gente’.
Compartiré los videos de la charla con Félix más adelante, cuando tenga el tiempo de editarlo y publicarlo en mi canal de YouTube.
Al llegar al arena, todos con el pañuelo puesto en el cuello, yo incluida, para identificarnos como la gente del Principado de Viana, vi a Queco, el hijo mayor del Nano, quien funge como tramoyista de esta gira de despedida… Y me provocó inmensa ternura cuando saludó a su tío Alejandro con tantísimo cariño. Es una imagen que mi pupila archivó, citando a Sabina, y que he guardado en esa parte de mi cerebro donde guardo las cosas bonitas… “Aquellas pequeñas cosas”, nunca mejor dicho. Le pedí una foto y accedió.
Cuando saludé a Berry, éste me dice: “Sé, porque lo tengo comprobado, que tú puedes aparecer en cualquier concierto de Serrat en cualquier parte … Pero ¡¿cómo coño te has colado aquí con la gente del pueblo de Viana?! Manda huevos”. Le contesté que voy utilizando anzuelos para pescar lo que quiero y lo que me llena de alegría.
Berry dio las entradas a Alejandro y éste nos la dio a nosotros. La tengo guardada como recuerdo. Y ahora que lo pienso, debía haber impreso las de Nueva York y las de Miami para enmarcarlas todas y que queden para la posteridad.
Entramos al recinto y Pedro me dice: “Calma los nervios que vamos a entrar todos a saludar a Serrat”.
Ya se pueden imaginar mi desenfreno; tenía taquicardia, me temblaban las piernas, me sudaban las manos y no me cabía la felicidad en el cuerpo.
Juan saludó uno por uno a los vieneses. Yo me quedé un poco atrás, por no ser más atrevida de la cuenta y aproveché para filmar un poco. Pasados unos minutos, Pedro me toma del brazo y me dice: “Ven, que le voy a pedir que te firme el libro que se publicó sobre la actividad social de Serrat en este pueblo que ama tanto”. Él le pregunta a Pedro que para quién era, y él le contesta: “Para Shayra”. Le perdono que haya mal escrito mi nombre (Zahira) porque ya estar frente a él de tal modo era un auténtico sueño.
Y entonces me pregunta Serrat: “¿Sois novios?”. Y le respondo: “No; no somos novios. Yo soy esa chica que cruza océanos y mares y que recorre ciudades por tu mención de ellas en las canciones. Te vi en Nueva York el 27 de abril, el 29 de abril en Miami y hoy estoy aquí, por pura admiración”. E insiste: “¿Pero sois novios?”. Y entonces ahí le respondí más atrevidamente: “No. Mi novio eres tú, has sido mi novio durante muchos años pero no te enteras”.
Y en ese momento, con ese gesto tan suyo, me cogió la cara con sus dos manos, así como le cogió la cara a Silvio Rodríguez en aquel homenaje a Aute, imagen que ha quedado inmortalizada, y me dio dos besos.
Y esta chica atrevida, como un día le dijo él a Berry sobre mí cuando vio mis fotos en Belchite, una vez más se cumplió los sueños y fue feliz al vivir en primerísima persona cada letra de uno de sus himnos de vida… Porque “la vida afinó con el pincel, y porque se me erizó la piel y faltaron palabras para nombrar lo que la vida ofrece a los que sabemos usarla… Y sí, fui feliz como un niño cuando sale de la escuela pues la vida se me ha brindado completamente en cueros”… Y todavía me dura la sensación de ‘pasearme por las calles en volandas y de sentirme en buenas manos’,
Ay! Vuelvo a llorar emocionada y vuelven a aflorar tantísimas sensaciones. ¡Que no se me quite nunca el vivirlo todo a tope y con tanta ilusión, ‘el ir conversando con la noche y con el viento’ y llenándome de todas esas cosas que hacen que la vida valga la pena.
El broche de oro de este día mágico lo puso un concierto grandemente entrañable, en el que el Nano hizo mención especial a la gente del pueblo de Viana y en el que conocí también, gracias a que ella me reconoció a través del grupo que tengo en Facebook, “Serrat, la banda sonora de mi vida”, a la sobrina y a la hermana de Alejandro, este hombre cariñoso, cercano y amable con el que he seguido en contacto a día de hoy y al que le agradezco infinitamente, junto con Pedro, claro está, que me acercara a mi mayor referente en la música y a quien admiro y quiero como la que más.
No hay gestos, ni detalles, ni palabras suficientes que logren demostrarles esta inconmensurable gratitud que me habita. Sólo puedo intentar, reiteradamente, decirles cuánto ha significado para mí este día, cuánto pienso en ellos y cuánto los quiero… Porque para querer y para que alguien se instale en tu corazón bastan sólo unas horas de cariño compartido.
¡Gracias, Nano. Gracias, Pedro. Gracias, Alejandro. Y gracias, vida!
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