Me imagino a Suylen Milanés Benet como una niña hiperactiva, de esas criaturas que sacan de paso a los maestros y provocan más visitas de los padres a la escuela que el resto de las hermanas juntas en todo el curso. De las que se les anota en cuanta actividad extraescolar existe, a ver si se consigue que llegue cansada, que se apacigüe, que encuentre algo que le interese lo suficiente como para estar un rato tranquila. Con una enorme sensibilidad no del todo evidente para los extraños, la imagino luego una adolescente contestona, difícil, contra el tráfico. Y así, en el entorno de una familia grande y unida como la suya, sospecho que era una presencia muy fuerte, a quien todos adoraban por cariñosa y auténtica.
No acaba de irse solamente una de las hijas de Pablo Milanés. Tampoco únicamente una de las tres hijas de Yolanda, esa mujerona que inspiró una de las canciones más hermosas de nuestro idioma. No solo la hermana de las cantantes Haydée y Lynn Milanés o la jimagua de Liam. Ni será justo que las jóvenes generaciones la recuerden solo como la madre de Pablito Rentería y de Camila Guevara, la muchacha que, dicen algunos, dará que hablar en la canción cubana de los próximos años.
Suylen era una mujer como un templo. Una hija total. Una madre poco ortodoxa, pero amantísima. Una deportista sana, entusiasta y perseverante. Una amiga a prueba de balas, fiel “hasta home”. Una cantante dotada y afinadísima que, en mi opinión, no creyó nunca lo suficiente en sí misma como para entregarse profesionalmente a una carrera seria en solitario.
Suylen Milanés junto a su padre, Pablo Milanés, y su hija, Camila Guevara.
Foto: Redes sociales de Suylen Milanés.
Estudió voz y dirección coral en el Conservatorio Amadeo Roldán y poco tiempo después formó parte de la banda de Mario Daly en su época más pop, cuando el nombre del grupo se escribía Montespuma. Con él grabó en 1994 el disco ¡Escándalo! Pero no duró demasiado allí. No sabía estar mucho tiempo quieta en ninguna parte. Se enamoró y parió joven. Cantaba, sí, todo el tiempo. Traía en el ADN la musicalidad de los Milanés y una facilidad para la casi imposible tarea de hacer segundas y terceras voces, que a ella le salían —como diría un amigo común— “como si estuviera de vacaciones”. Aparece como voz invitada y corista en muchos discos de finales del siglo XX y comienzos de este; pero, aunque siempre lo tenía en planes y su exquisito repertorio de canciones aprendidas le hubiera dado para varios, nunca publicó un disco propio. En la última etapa en Cuba del grupo Tesis de Menta, se destacó como vocalista, y hace un par de años estaba empeñada en sacar adelante lo que sería el primer grupo femenino de rock cubano, Somos, que obtuvo el premio Cuerda Viva en el evento del programa televisivo. Sin dudas, la música era una de sus pasiones, pero o bien le faltaba seguridad, o era demasiado inquieta como para tomársela en serio. Hace poco vi en YouTube un concierto suyo como parte de las Yarini’s Sessions y, otra vez, aun cuando todo es musicalmente correcto, me dio la impresión de que ella no se lo creía del todo, que era como si estuviese “jugando a ser cantante”.
Pero ya hace un tiempo había encontrado otras maneras de vivir por y para la música. Al cierre de la Fundación Pablo Milánes, junto a su hermana Lynn, Suylen agarró el batón de la gestión y el emprendimiento cultural y se fue haciendo cargo, primero de PM Records y luego del proyecto cultural en toda regla que ha continuado siendo PM desde entonces. Ahí encontró probablemente el espacio definitivo para jugar y soñar. Y, como la niña inquieta que nunca dejó de ser, lo hizo rodeada de un equipo de fieles colaboradores, casi todos amigos personales. En los últimos lustros se dedicó, con empeño ejemplar y resultados más que evidentes, a dar forma a los festivales Proposiciones, Proelectrónica y luego Eyeife, estos últimos, únicos de su tipo en Cuba.
Suylen Milanés durante un concierto en el Festival Eyeife, en 2019.
Foto: Rolo Cabrera / Cortesía de Institución Cultural PM Records.
Suylen ha dejado de existir con 50 años. Con la intensidad que vivió, cada año de su vida puede equipararse a cinco de cualquier persona, digamos, normal. La recordaré con su contagiosa alegría, con su graciosa “incorrección política”, como una persona “sin filtros”, todo el tiempo “descargando” en positivo. La gente que en los últimos días estuvo pendiente de su vida, le llamaba en las redes sociales “Mujer fuerte”, “poderosa”, “guerrera”. Hay personas que viven vidas cortas, pero especialmente apasionadas y plenas, como a otra velocidad. Como Suylen Milanés Benet.
Por Darsi Fernández
AM:PM Descarga de música cubana
Comments