Don Pedro Flores fue uno de los máximos exponentes del bolero y la guaracha en la historia musical del continente americano. A lo largo de nuestras vidas hemos amortiguado las penas y el dolor con algunas de sus inmortales melodías, atadas ya a nuestra forma de amar y sentir. ¿Quién no ha buscado aliento a sus pesares en la tibia inspiración "Bajo un palmar"? ¿Qué madre no revive la esperanza inútil de ver partir a su hijo para la guerra a los primeros acordes de "Despedida"? ¿Qué hombre no ha tenido un "Amor perdido", afín con su "Linda"? ¿Y a quién no le tiemblan las fibras del patriotismo al escuchar el himno "Sin bandera" en la voz del "Inquieto Anacobero" Daniel Santos?
La vida del compositor puertorriqueño Pedro Flores fue siempre una lucha campal junto al dolor, "único amigo y compañero inseparable en la trayectoria increíble de mi existencia", al decir de sus propios recuerdos. Le tocó nacer bajo el signo de Piscis, el 9 de marzo de 1894, en una humilde villa pesquera de Naguabo, al amparo de una familia de extrema pobreza económica. Sus padres, Julián y Eulalia Córdova, luchaban por mantener a 12 hijos durante los años difíciles del traspaso colonial. A los nueve años quedó huérfano de padre y debió trabajar en distintas labores para ayudar con la carga familiar, entre otras, haciendo mandados por el vecindario a cambio de algunos reales que le entregaba a su madre.
De niño se destacó por sus habilidades atléticas, particularmente en el béisbol aficionado, donde representó a su escuela en Fajardo a cambio de que la junta escolar le costeara sus estudios. Fue además un destacado cronista deportivo en las páginas de "El Tiempo", allá por los años 20. Cursó estudios primarios en su pueblo natal, hasta completar el séptimo grado. Posteriormente se trasladó a Fajardo para proseguir sus estudios orientados a la enseñanza del inglés. Al graduarse de profesor escolar de la Universidad de Puerto Rico, a los 16 años, dedicó los próximos cinco a enseñar con vocación el ingrato oficio del magisterio, en áreas rurales de Yabucoa, Humacao y Gurabo.
Cumplida su misión escolar en 1918, por voluntad propia, ocupó el cargo de mayordomo en la central Esperanza en Vieques, pero al año siguiente fue llamado a cumplir obligatoriamente en las fuerzas armadas del ejército norteamericano. Allí sirvió como oficinista en el Regimiento de Infantería. A los 24 años, tras licenciarse de las fuerzas armadas, debió trabajar en distintos oficios ajenos a su sensibilidad artística, como inspector de trenes, cobrador de impuestos y secretario del Ayuntamiento de San Juan.
Dos años más tarde, buscando abrirse horizontes, se embarcó para la urbe neoyorquina y allí haló pico y pala cavando el túnel de la Octava Avenida. Después fue pintor de brocha gorda, funcionario en el 'subway' de la ciudad, y empleado de correo hasta el 1928, cuando conoció a un jibarito que ya se destacaba en el ambiente musical con el Trío Borinquen, "El Cumbanchero" Rafael Hernández.
El encuentro con Rafael le tocó las fibras de su innata vocación artística, según atestiguan sus últimas palabras en una entrevista que dejó para la posteridad. A los 72 años Don Pedro le confesó a un periodista desde su lecho de enfermo que quería y admiraba mucho a Rafael y que entre ambos surgió una amistad entrañable. Decía que al terminar de trabajar, lo primero que hacía era visitar la casa del compositor aguadillano. Mientras se acrecentaba la amistad, surgió entre ellos un reto continuo para ver quién de los dos escribía la mejor creación popular. Cuando Pedro Flores escribió "Sin bandera", al poco tiempo Rafael le dijo: "Jamás me perdonaré de no haberla escrito yo. Dentro de poco me saldré con la mía". Y efectivamente, así sucedió. A los pocos días Rafael Hernández llamó a su casa para mostrarle a Pedro Flores la letra de "Preciosa". Fue un estímulo para Don Pedro.
Durante esos años solía acompañar a Rafael en sus presentaciones con el Trío Borinquen. A los 34 años y sin conocimiento musical alguno, a excepción de dos o tres notas mal tocadas a guitarra, decidió formar un grupo para competir con Rafael, cuyos temas eran fundamentalmente de corte romántico. Así nació el Trío Galón para presentarse en las reuniones donde actuaba el Trío Borinquen. A raíz de ello se inició cierta rivalidad que, al fomento de los chismes callejeros, los fueron distanciando. Recuerda Don Pedro que a consecuencia de tantos enredos inventados, Rafael lo acusó de envidioso y le lanzó un reto que le dio rienda suelta a su sensibilidad creativa. En una semana compuso diez canciones, algunas de las cuales llegaron a convertirse en éxitos, entre ellas, "Sueño de amor", "Quejas del alma" y "Abandono".
Pedro Flores formó su primer Cuarteto Flores con Pedro Marcano, Ramón Quirós, Davilita, Yayito y Pellín, y a partir de 1930 registra sus primeras grabaciones musicales, entre ellas, "Adelita", "Nieves", "Contigo", "Palomita", "Azucena", "En secreto" y "El retrato". De cuarteto pasó a sexteto y posteriormente a orquesta, sin dejar de llamarse Cuarteto Flores. Además de los mencionados, desfilaron por el grupo Cándido Vicenty, Plácido Acevedo, Antonio Machín, Diosa Costelo, Panchito Riset y Johnny Rodríguez, entre otros.
Debido a problemas con la casa editora, Don Pedro abandonó el ambiente musical y se marchó a México, donde entonces cosechaba éxitos su compatriota Rafael Hernández. También vivió muchos años en Cuba. Pero no tuvo la misma suerte y debió permanecer un tiempo alejado de las actividades artísticas. A su regreso a Nueva York, volvió a organizar el Cuarteto bajo la dirección musical del virtuoso músico y arreglista Moncho Usera, con Doroteo Santiago y el barítono Chencho Moraza en la parte vocal. También formaron parte la 'Gorda de Oro', Myrta Silva y Clarisa Perea. Sólo faltaba un cantante de altura que sustituyera a Panchito Riset, quien abandonó el grupo para irse con el Cuarteto Caney, y lo encontró en la inconfundible voz del 'Inquieto Anacobero', Daniel Santos.
Para entonces Daniel Santos cantaba en el cabaret Los Chilenos a cambio de diez dólares y todo el vino que pudiera beberse. Rafael Hernández le dijo que allí había un muchacho que gritaba muchísimo y Don Pedro quiso conocer al gritón. Una noche llegó al lugar y lo escuchó cantar varias melodías, entre ellas el bolero que le había popularizado María Luisa Landín, "Amor perdido". Al terminar, Don Pedro lo invitó a la mesa y le indicó que le había gustado la forma de interpretar el bolero. Entonces le pidió que fuera a Manhattan y ensayara con su cuarteto. Poco a poco le fue creando su propio estilo en forma de picada, y aunque no era el mejor guitarrista, tenía un oído privilegiado y gran intuición musical.
Entre sus grandes éxitos musicales figuran "Perdón", "Esperanza inútil", "Bajo un palmar", "Despedida", "Amor", "Margie", "Querube", y otros números popularizados por Daniel Santos, Don Pedro Vargas y Benny Moré, Virginia López, Marco Antonio Muñiz y la Rondalla Tapatía, Bobby Capó y la Orquesta Zarzosa, entre otros.
Al final de su vida, mientras convalecía en su casa tras ser dado de alta a causa de múltiples caídas, Don Pedro hizo una confesión que sorprendió a muchos: "Yo no he sido músico nunca, no toco ningún instrumento, no conozco una nota musical. Yo no soy poeta, lo que tengo es obra de Dios. No sé ni porqué he hecho todo esto. Yo creo que Dios me señaló con el dedo y me dijo 'usted va a hacer canciones ahí para que la gente se divierta y ése es el destino de su vida'". El Maestro murió el 13 de julio de 1979 y sus restos descansan en el antiguo cementerio Santa María Magdalena de Pazzis en el Viejo San Juan.
En las postrimerías del siglo XX e inicios del nuevo milenio, la música de Pedro Flores ha mantenido su vigencia en el cancionero popular. Exitos como "Amor perdido", "Querube", "Linda" y "Qué extraña es la vida" han sido regrabados por figuras como Danny Rivera, Lucecita Benítez, Ednita Nazario, Barrio Boyzz, Marc Anthony, Jessica Cristina y Carmita Jiménez. De la misma manera, el Banco Popular de Puerto Rico dedicó al insigne compositor su producción musical de 1996 titulada "Al compás de un sentimiento". De ésta, "Querube" se convirtió en un éxito radial en voz del intérprete Manny Manuel.
Varias fuentes.
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