El gran compositor de canciones como ‘Yo soy aquel’ o ‘Se nos rompió el amor’ repasa su trayectoria en la primera entrevista que concede tras el fallecimiento de su esposa después de 57 años juntos.
“Hasta la muerte de mi mujer no quería volver atrás para vivir nada otra vez. Ahora volvería a vivirlo todo”.
Manuel Álvarez-Beigbeder Pérez, Manuel Alejandro (Jerez de la Frontera, 88 años), conoció en 1964 a Purificación Casas en una editorial; él adaptaba al español canciones extranjeras y ella mecanografiaba lo que aquel le dictaba.
Un día, mientras traducía un tema, Manuel Alejandro dijo: “Me estás gustando mucho”, y ella lo escribió tal cual. Él le pidió que lo tachase: la frase no era de ninguna canción. Un año después Manuel Alejandro compuso para ella Yo soy aquel, y Raphael la cantó en Eurovisión.
Lo que les pasó luego a los tres es historia de la música en español.
Entre más de 600 canciones, Manuel Alejandro compuso (solo o con Casas, que firmaba como Anna Magdalena en homenaje a la mujer de Bach) éxitos para Rocío Jurado, Camilo Sesto, Julio Iglesias, Luis Miguel, Plácido Domingo, Marisol, Jeanette, José José, Nino Bravo o el propio Raphael, entre ellas Como yo te amo, Se nos rompió el amor, Soy rebelde, Que no se rompa la noche, Lo mejor de tu vida, Señora o Lo siento, mi amor, en la que Jurado cantaba en 1978 un verso que fue una bomba en los hogares españoles: “Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo”, verbalizando lo que muchas mujeres atadas a un matrimonio no solían decir entonces: que habían perdido su deseo sexual y que se largaban con otro.
Manuel Alejandro y Purificación Casas, 31 y 18 años, se fueron a Estoril por el escándalo que supuso su relación al estar él aún legalmente casado. Pasaron juntos 57 años y tuvieron cuatro hijas (el artista tuvo tres de su anterior matrimonio con Helena Gómez Estrada). El pasado 9 de marzo, Purificación Casas falleció a causa de la COVID19.
El lunes 10 de mayo el maestro accedió a su primera entrevista tras la muerte de la mujer en la que pensaba, dice, al escribir todas sus canciones. “¿Y las de desamor?”. “Me imaginaba cómo sería si ocurría. Nunca ocurrió”. Manuel Alejandro (“como mi padre firmaba Germán A. Beigbeder, a la hora de escribir canciones no quise empañar el ya sagrado nombre del maestro Beigbeder y convertí aquel A. en Alejandro en lugar de Álvarez”) está considerado el compositor vivo más grande de la música en español.
Pregunta.
¿Usted también pasó la COVID?
Respuesta. Los dos. Yo salí del hospital a los seis días con una neumonía bilateral leve, pero ella tenía EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Estuvo casi dos meses en la UCI.
P. ¿Cómo se encuentra?
R. Mi mujer ha estado conmigo toda la vida, y cuando te quitan lo que más quieres de un manotazo no se asume nunca. Han pasado dos meses y aún me levanto para comentarle una cosa. Voy por el pasillo y de repente…
P. La memoria.
R. Cuando se tienen muchos años no se añora lo pasado. Pero ahora volvería a vivir con mi mujer desde el principio hasta el final. Eso es lo único que viviría de nuevo, todo, y daría lo que fuera por volver a pasar los tragos buenos y malos. Hasta que falleció siempre decía que nunca volvería otra vez a vivir nada. Ahora, sin embargo, lo viviría todo.
P. La dictadura no permitía el divorcio.
R. Como no nos podíamos casar, nos pusimos un anillo de compromiso con la fecha de nuestro primer beso, el 23 de febrero de 1965.
P. ¿Ese beso inspiró muchas canciones?
R. A mi mujer siempre la he tenido presente para cualquier canción. Fuera lo que fuera, la metía. Era la que me ponía. Las canciones me salían desesperadamente bien cuando aparecía ella. Hasta en el “hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo” me figuraba a ella diciéndomelo.
P. Esa es una. ¿Pero también "Se nos rompió el amor"?
R. Y otra mejor aún, "Amores a solas", de Rocío Jurado. La masturbación de una mujer en la playa.
P. La inspiración es un cuento, ha dicho.
R. La inspiración es la emoción, el deseo, el después, el qué vas a hacer.
P. Explíquese.
R. Yo me he emocionado, se me ha puesto la piel de gallina, se me han saltado las lágrimas, cuando escribía algo. Si estás diciendo [canta]: “Procuro olvidarte pisando y contando las hojas caídas”, tú has perdido lo indecible. A eso lo llamamos inspiración, pues vale. Pero es la vida. Si tú no lo vives, y a ti no se te cae una lágrima, o no te da un escalofrío, no te sale la palabra que buscas.
P. “Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así”.
R. Ahí sí me puse la coleta de una niña, me puse trenzas.
P. Jeanette no quería cantarla.
R. Decía que aquello cómo lo iba a cantar. Yo siempre he dado la impresión, para la mayoría, siendo tan liberal y tan progresista como he sido siempre… Sin embargo, me han mirado como camp, absolutamente. Me he reído de todo eso, siempre. No me lo he tomado a mal.
P. Raphael.
R. Cuando hice Yo soy aquel yo ya estaba mal en la editorial porque el editor con el que trabajaba no tenía muchas ganas de sacarme al exterior. La canción cambió totalmente la vida de Raphael y la mía. Le debo haberme sacado de aquella editorial donde me tenían un poco atado.
Raphael, con 'Yo soy aquél', fue elegido por TVE para representar a España en el Festival de Eurovisión de 1966.
P. ¿Por qué?
R. Porque el editor [Augusto Algueró Algueró] tenía a su hijo [Augusto Algueró] que era el compositor de moda, y a mí me tenía apartado. Cómo será que había un cantante que era el número uno del mundo hispano, Lucho Gatica. En aquella época era Dios. Y yo le escribí alguna canción porque en la editorial me dijeron que iba a venir. Pues no le vi nunca ni le pude enseñar nada. Con los años, un día me preguntó qué canciones le había preparado. Y le dije dos o tres de las que le había hecho y que cantó Raphael en su lugar.
P. ¿Usted era aquél?
R. Hay una mentira grande en "Yo soy aquél": “Que por la noche te persigue”.
No: yo cuando perseguía a mi mujer era de mañana, cuando paseaba por su calle para hacerme el encontradizo. Allí yo me presentaba a doña Purificación.
P. ¿Qué le dijo Julio Iglesias al recibir Lo mejor de tu vida, la canción que le dedica a Isabel Preysler?
R. Cuando escuchó la canción me dijo: “Eres un cabronazo”. Era muy dura porque dice: “Sólo mía cuando tu cuerpo era espiga”. De alguna manera parecía que la mujer luego había engordado. Y a la vista está que la Preysler no engordó nunca en la vida.
P. ¿Tiene frescas muchas de sus canciones?
R. Las quiero dejar grabadas por mí como hoy las veo, un trabajo que se va a titular "Contando mis canciones". Contando, para justificarme de que no tengo voz.
He quitado la parte que no halagaría a una mujer hoy, después de 40 años. Naturalmente. Tenía programada para el año pasado una girita con Armando Manzanero, y estaba temblando porque no me he puesto nunca delante de un público dos horas y además con un personaje como Armando, un hombre de escenario, pero pensé: ya me ayudará él.
Era bonita la idea porque eran los dos pianos, él y yo, enfrentándonos y cantándonos todas las canciones magníficas que él tenía contra las mías. Y ahora me han pedido que lo haga sin Armando, que no lo tenemos, que murió por la COVID también.
Desde la izquierda, Julio Iglesias, Manuel Alejandro y Plácido Domingo, en un concierto en Sevilla, el 12 de octubre de 1989.
P. Que no se rompa la noche.
R. Es para el Julio Iglesias alfa y tremendo que conquistaba a todas las mujeres. Es una persona increíble, una maravilla [Iglesias llamó al teléfono de Alejandro durante la entrevista]. Él ha vivido siempre en una nube constructiva, porque hay quien vive en nubes tormentosas. En esa canción cantaba “mañana por la mañana, si no se rompe la noche / haremos locuras nuevas con el amor que nos sobre”. Y yo le decía: “Julio, yo no creo que a ti te sobre nada”.
P. No le gusta la palabra “compositor”.
R. Es que nosotros somos pájaros, iguanas, somos el canto del gallo, del jilguero, del gorrión. Somos una canción. Una canción nace hecha ya, no hay que componerla. Componerla no es hacer, es componer una cosa que ya estaba.
P. Pero estaba dentro de usted y no dentro de otro.
R. Una canción no se desarrolla, nace como es y punto. Por eso me considero escribidor de canciones, porque tampoco soy escritor. Porque si mi querido paisano y amigo José Manuel Caballero Bonald era escritor, yo no soy escritor.
P. ¿Usted escribe mucho?
R. Soy famoso en la industria por mi tardanza. Escribo una canción cuando llega. Estábamos con Rocío [Jurado] para la producción de un disco que se llamaba Paloma brava. Habían pasado casi dos años y esperaba el disco todavía. El presidente de su compañía le llevó un casete con veintitantas canciones de otros para que escogiera, y ella dijo que me esperaba. Fue el disco de Se nos rompió el amor. Cuando le di las canciones y las escuchó, fue corriendo a su presidente y le dijo: “¡Mira por qué he esperado!”.
Portada de 'Paloma brava', de Rocío Jurado.
P. La más grande.
R. Era la persona menos artista del mundo. La menos endiosada. Pero se subía al escenario y adiós a todo. Lo dominaba con esa voz que tenía. Si hubiese estudiado bel canto hubiese sido perfectamente una soprano estupenda. Pero ella se adaptó. Porque cuando empezaba era aflamencada. Su vida eran canciones y palos del flamenco, y se adaptó a mi estilo, porque yo aún siendo jerezano no he tenido una canción que se acercase al flamenco. La canción más andaluza que tengo, Háblame del mar, marinero, que le escribí a Marisol, no tiene nada de flamenco.
P. Fue padrino del bautizo de Alejandro Sanz, usted era muy amigo de su padre. Pero no se conocieron hasta muchísimos años después, cuando él ya triunfaba.
R. Le he escrito una canción. Me la ha pedido. Es una de las letras más bonitas de mi vida. Aunque esto ya no lo puedo decir porque es suya. Eso que dicen: “¿Por qué no nombran al autor de la canción?”. Porque ya es del artista. Tengo la maqueta que él me ha dado. Muy bonita, muy acertada. Está dedicada a su nuevo amor.
P. ¿Escucha música contemporánea?
R. Me quedé en Shostakóvich. Él empezaba a deformar la música. Esto que le llaman ahora electroacústica, serial; la música académica tiene muchos nombres ahora. Vamos a llamarla “académica”, porque está estudiada. La música la escucho por conocer, por saber hasta dónde llegan. Un gran músico español fue Antón García Abril, que acaba de morir. Alonso Bernaola, Cristóbal Halffter. Ahí terminé yo, en esa onda. Mi hermano José María es un gran músico que me ha ayudado siempre, y cuando estrenó mi amigo Tomás Marco la Sexta sinfonía a mí me pareció muy bella. Me levantaba a aplaudir y aplaudir para que repitieran algo, y mi hermano, un andaluz de estos tremendos, me decía: “¡No aplaudas más, que va a escribir la séptima!”.
P. ¿Cómo es su proceso?
R. Siempre canto mientras estoy escribiendo. Y canto mientras toco el piano. Todos los maestros tienen su librillo, y el mío es meterme en Prokófiev, en Shostakóvich, en obras difíciles, estar una o dos horas estudiando. Al final termino con las cosas más amargas y disonantes del mundo, y entonces digo: a ver si ya consigo sacar algo. O tengo ya una frase, y me siento y doy un la menor, y ahí empiezo. A la calma que llego después de por donde he pasado: escalas difíciles, sonoridades imposibles, y me voy a lo natural, al ser en su principio, al canto del gallo.
R. ¿Cuántas horas toca?
P. Todos los días mínimo dos. Cada vez tengo que estudiar más porque mi artrosis en los dedos es más acentuada y tengo que estudiar a la fuerza, porque si no, no podría tocar.
P. ¿Siempre ha leído mucho?
R. La dura filosofía, la gran filosofía. Goethe, Nietzsche, Heidegger, todo. En España, Zubiri, Ortega, Marías, todos. Yo he leído siempre no buscando el saber —diría lo contrario, que no me interesa el saber—, sino para saber lo que hay ahí detrás. Esa muerte de la que nos prohíben hablar prácticamente y que debería ser una asignatura obligatoria desde niño para no pasar luego lo que tenemos que pasar cuando se nos muere alguien querido o llega nuestra hora. Para eso no nos preparamos, y es el examen más difícil que tenemos en la vida.
P. ...
R. Tú estás conociendo a otro Manuel. A falta de mi mujer soy otra persona. Siempre he sido mucho más sonriente y nunca he tocado la herida o la tragedia. Al contrario, las he evitado siempre. Pero ahora que la he conocido tan cerca no tengo más remedio que… En fin, me gustan mucho los filósofos poetas, sensibles, pero también Wittgenstein, que no hay quien lo entienda muchas veces. He pasado por ahí, por todo. Tengo muy mala memoria, gracias a Dios. Pero me quedo con el aroma.
P. ¿Y este año le ha ayudado ese aroma?
R. Muchísimo.
P. ¿En qué?
R. Quizá exista la posibilidad de que el escalofrío no tenga una parte material, que no proceda de la materia. Te digo el escalofrío, la sensación. Eso que te hace llorar, aunque sean reflejos nerviosos (…). Es que es tan difícil lo que quiero decir. Hay veces que lo veo, pero hay veces que no. Otras lo veo claro: que la esencia del ser humano, eso que llaman espíritu, alma, no puede ser material. Que podría ser, pero por lo menos hay que dudarlo. No puede empezar nada, ni puede terminar. ¿Que haya reencarnaciones? Puede ser. Podría ser que esa esencia vaya a mijitas de cosas que surgen, y que mañana es una hoja, pasado es un gorrión y el otro es un tigre. Qué miedo, ¿no?
P. ¿O esperanza?
R. Miedo del tigre, digo.
P. Usted es hijo de un compositor ilustre, Germán Álvarez Beigbeder.
R. Era muy religioso. Se casó a los 40, y menos mal porque tuvo 10 hijos. Las pasamos apurados; si llegan a venir más, no veas. La mitad de su música es sacra: la mayoría de las marchas que se tocan en España de Semana Santa son suyas. Un creyente absoluto, totalmente iluminado. Hizo votos de castidad, después de los 10 hijos, por supuesto. Hizo votos de pobreza, que tampoco tenía que hacer mucho esfuerzo. Y a nosotros nos crio así. De pequeño yo he llegado a estar muy metido en la religión. Mi hermano mayor se rebeló y se hizo del Partido Comunista, pero eso sí: con una estampa de la Virgen del Carmen en la cartera, por si acaso. Un fenómeno.
P. ¿Qué cambió en su relación con la religión?
R. Tonterías, pero son cosas que… A mí me enfrió el cambio de la nueva religión, que vendría de una encíclica o algo por el estilo. Cambiaron el Padrenuestro, que decía: “Perdona nuestras deudas”, y eso se quitó. Yo creo que ahí influyó Botín: “¡Aquí paga hasta el último!”. Y yo pensé: “Esto es un chalaneo, esto no es formal”. Además, para los que lo pasábamos mal eso era lo único a lo que nos podíamos agarrar, que nos perdonasen nuestras deudas.
Fuente: El País Por Manuel Jabois
Comments