Aunque ellos no lo sabían, después de Yo, mi, me contigo, el trío sabinero – Pancho Varona, Antonio García de Diego y, claro, Joaquín Sabina – tardaría seis años en volver a reunirse, hasta Dímelo en la calle (2002). Para 19 días y 500 noches (1999), Sabina prescindió de sus cómplices habituales a favor de Alejo Stivel y, tras retomar relaciones, padeció el famoso marichalazo, en el que el jienense sufrió un ictus cerebral la noche del 24 de agosto de 2001. Todo ello cambió la vida de Joaquín Sabina y, obviamente, también su forma de trabajar.
Por lo tanto, Yo, mi, me, contigo fue el último álbum de Sabina elaborado “a la antigua usanza, los tres juntos en jornadas maratonianas”, rememora Pancho Varona. Antes de entrar a grabar, se fueron al estudio de El Cortijo, en Málaga, en diciembre de 1995. Allí se compusieron El rocanrol de los idiotas, Contigo o 6 de la mañana.
“Yo me deprimía un poco levantándome a las siete de la tarde y viendo que era de noche. ¿A ti no te pasaba?”, le pregunta Antonio García de Diego a Varona: “No, yo me llevé a mi familia y estaba encantado; componiendo y a la vez con ellos”.
EL ENGRANAJE DE LA FACTORÍA DE CANCIONES
El trío sabinero funcionaba en los años noventa a la perfección, en grupo pero con una eficaz división del trabajo: todo empezaba con una letra salida del torrente mental de Sabina, a la que Pancho Varona, solo o en su compañía, añadía música. “Después se la dábamos a Antonio para que le metiera mano”, cuenta Varona. “Los arreglos son todos suyos y es muy responsable del sonido final de Joaquín. Ha sido el director musical, un cargo que no está en los créditos, pero él sabía cómo tenía que sonar la canción mucho antes que yo o que el propio Joaquín”.
Tal era el derroche creativo, que una misma letra podía cambiar de música en cuestión de horas. Así ocurrió en la génesis de dos temas de Yo, mi, me, contigo: “La música de Es mentira fue la de la primera versión de Contigo”, revela Varona. “Se puede probar a cantar la primera frase de Contigo, “yo no quiero un amor civilizado” con la melodía de Es mentira. Pero Joaquín pensó que la letra de Contigo se merecía otra música más bonita, más tipo balada. Y me dijo: “No te preocupes, que te escribo otra letra para esta música”, e hizo Es mentira”.
Pancho Varona puede atestiguar lo laborioso – y fértil – del proceso de grabación de Yo, mi, me, contigo: “Hace poco estuve pasando a digital muchas cintas de aquellas sesiones y he visto que podíamos tener hasta ocho versiones diferentes de cada canción”.
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LA FIESTA CONSTANTE
Yo, mi, me contigo también se trabajó, además de en El Cortijo, en la casa de Joaquín Sabina, en una esquina de la madrileña plaza de Tirso de Molina, donde surgieron temas como Aves de paso. Posteriormente, allí se han preparado la mayor parte de los últimos discos, como Dímero en la calle o Alivio de luto (2005).
Pero desde mediados de los noventa hasta el marichalazo de 2001 fue la temporada que la leyenda ha retratado como de fiesta-continua-en-casa-de-Sabina. Así es cómo lo recuerda Pancho Varona: “Cuando Joaquín no ha tenido novia, iba de bares, pero cuando la tiene, deja de ir, porque sabe que no puede ligar. Y entonces estaba con Cristina Zubillaga, que era muy divertida pero no probaba las drogas y no podía soportar que la mitad de la gente que estaba por las noches en su casa fueran camellos. Se dejaban guitarras por el suelo que luego alguien pisaba, la puerta estaba abierta, igual te encontrabas por la mañana a un taxista que se había enganchado a las seis de la mañana… Había unas 15 personas cada noche allí”. Aun así, Varona le resta espectacularidad al asunto: “Joaquín estaba metido en una espiral, pero tampoco fue tan salvaje. Es más la leyenda que otra cosa. Han salido tantas canciones de aquella época que el bien ha sido mayor que el mal”.
LA CONEXIÓN LATINOAMERICANA
La lista de músicos que participan en Yo, mi, me contigo es significativa de la deriva de Joaquín Sabina en esos años hacia los sonidos no anglosajones y su descubrimiento, a través de giras cada vez más masivas, de la inmensa riqueza cultural y humana de Latinoamérica.
Así, en los créditos figura el acordeonista Flaco Jiménez, la cabeza más visible de la música tex-mex, aunque su participación en El capitán de su calle y Jugar por jugar no resultó excesivamente relevante (“Flaco estuvo un poco flaco”, bromea Antonio García de Diego). Más peso tuvo la aportación del cubano Carlos Varela, que compuso, cantó (y silbó) Tan joven y tan viejo, o la del amigo canario Caco Senante en Postal de La Habana.
Desde Argentina, llegó el verdaderamente mítico Charly García para Es mentira. “Apareció en el estudio y arrasó, se implicó mucho”, resume García de Diego. El excéntrico rockero argentino apareció acompañado de Andrés Calamaro, que, junto a su grupo de entonces, Los Rodríguez, tuvo un importante papel en Yo, mí, me, contigo. Calamaro cantó en la semirranchera Viridiana, y Ariel Rot, guitarrista y covocalista de Los Rodríguez, compuso tanto ese tema como Jugar por jugar.
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Ariel rememora aquella relación: “Nos habíamos conocido cuando los Rodríguez estábamos grabando Palabras más, palabras menos [1995]. Sabina acudió al estudio porque había hecho para nosotros la letra de Todavía una canción de amor. Vino a escucharla y se quedó toda la noche, por supuesto. Allí empezó a crear una extraordinaria corriente de simpatía entre nosotros y surgieron distintos proyectos”. Entre ellos, la participación de Sabina como invitado de Los Rodríguez en un especial televisivo: “Mientras mezclábamos en el plató acabó dos letras y me las dio”, explica Rot, “yo llegué a casa sintiendo que tenía algo importante entre las manos y esa misma noche hice la música de ambas”.
La colaboración entre Joaquín Sabina y Los Rodríguez aún se alargó con una sorprendente gira que les llevó a hacer 30 actuaciones juntos. En ellas, cada noche, el grupo hispano-argentino cantaba el Princesa Sabiniano, uno de los temas con los que habían empezado a ensayar. Pancho recuerda aquel emparejamiento como “una maravilla”. Ariel no se queda atrás: “Para nosotros fue increíble: por estar con Joaquín y porque nunca habíamos hecho una gira de verdad, con un calendario coherente, el mismo equipo, el mismo escenario”. Simbólicamente, también para Sabina fue un paso importante, pues suponía asociarse a un grupo de rock – quizá el mejor del momento - desechando además articipar en El gusto es nuestro, una serie de macroconciertos que reunió a Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos, aparentemente más afines al cantante andaluz.
Sabina aclara que su opción por Los Rodríguez no fue el resultado de una meditación sobre lo que le convenía a su carrera. “No soy tan astuto, simplemente me apetecía más hacer rock and roll que integrarme en un concierto estelar que se basaba en un repertorio archisabido. Debo reconocer que tenía un cierto miedo, Calamaro ya era una fuerza de la naturaleza. Además, iba siempre con su cámara. La primera noche se me metió en el retrete, rodándome cuando yo hacía mis necesidades. Para que no haya dudas: estaba cagando. Lo cierto es que no hicimos mucha vida de rock and roll con Los Rodríguez, creo que ni nos emborrachamos juntos. Pero sí tengo la memoria de una gira feliz, con un público muy rockero y muy agradecido. Además, siempre agradeceré a Calamaro y Ariel que hablaran bien de mí desde años antes, cuando no era lo aceptado en el mundo del rock”.
Fuente: Palabras hechas canciones
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