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Foto del escritorShayra

'Gloomy Sunday', la canción húngara que empujaba al suicidio tiene una reputación tenebrosa.


Antes de continuar con el artículo, recomiendo mucho la película homónima. Es uno de esos filmes exquisitos que te dejan huella por siempre y a la que hay que recurrir de cuando en vez (en mis 'Top5') y cuyo final me dejó en estado de perplejidad durante varias horas.

Como nota personal, agrego que cuando fui a Hungría, después de una cena en barco sobre las aguas del Danubio, al salir a cubierta, me esperaban las notas de un piano tocando al aire las notas de esta maravillosa canción. Si a esto le sumas la vista del "Chain Bridge", poco más se puede pedir en la vida. Fue una noche redonda.





Y ahora, el artículo.

Durante sesenta años, la BBC prohibió radiar "Gloomy Sunday" (que se puede traducir a Domingo sombrío). Esto debe ser un récord. Se toleraban las versiones instrumentales pero no las cantadas, especialmente la interpretación magistral de Billie Holiday con la banda de Teddy Wilson (1941). Corrían tiempos bélicos y se vetaron los discos que podían afectar a la moral de los británicos.


Al igual que "Las penas" del joven Werther, la novela de Goethe, se creía que "Gloomy Sunday" había provocado una ola de suicidios en la época de su aparición. Circulaban historias truculentas, que en general no resistían el mínimo análisis: la novia desesperada que se ahogó en el Danubio con una partitura del tema entre sus manos; el hombre que se disparó mientras sonaba el disco de marras. Con el escepticismo que hemos aprendido a cultivar, hoy vemos allí una campaña de promoción que se pasó de rosca.


La canción fue un éxito internacional en la segunda mitad de los años treinta, con versiones en francés, alemán, inglés, ruso, japonés o español (Triste domingo, por el tanguero Agustín Magaldi). Nadie tuvo reparos en grabarla, aunque quizás sabían que su autor no gozaba de buena fortuna.


A continuación, la maravillosa versión de Heather Nova con escenas de la película.



Rezso Seress, Rudi para los amigos, era el pianista del Kispipa, un restaurante frecuentado por la bohemia de Budapest. Había intentado establecerse en París sin mucha suerte.

Como judío, era especialmente sensible a la deriva de Mitteleuropa hacia el autoritarismo y, en 1933, compuso un lamento en tono menor por las miserias del mundo moderno que ninguna editorial quiso publicar.

Se supone que fue entonces cuando el poeta Laszlo Javor escribió una nueva letra que evocaba el "Szomorú vasármap", el “domingo triste” donde el protagonista llora la muerte de su amada y anuncia que se va a reunir con ella. Grabada por el vocalista Pál Kálmar en 1935, fascinó a los oyentes sensibles y se convirtió en pieza indispensable del repertorio de orquestas y acordeonistas callejeros.


A Rudi el éxito de "Gloomy sunday" no le cambió la vida. Durante los años cuarenta superó el campo de trabajos forzados al que le envió el régimen del almirante Horthy y logró tocar de nuevo en el Kiskipa. En algún momento de la posguerra planeó emigrar a Estados Unidos y reclamar sus derechos de autor.

Lamentablemente, Hungría había quedado en la órbita soviética y no consiguió ni pasaporte ni visado. En 1968, Rudi se tiró por la ventana de su apartamento en la calle Dob. Desdichado hasta el final, sobrevivió a la caída y tuvo que rematar la faena en el hospital.


Hay todo tipo de explicaciones para el fatalismo de "Gloomy Sunday". Algunos aseguran que es un producto de la Gran Depresión y la ascensión de los fascismos. Se argumenta también que los húngaros sufren una tasa de suicidios superior al de las naciones vecinas. Y el siglo XX fue particularmente desastroso para Hungría, que en las dos guerras mundiales se apuntó al bando perdedor, viéndose obligada a renunciar a porciones significativas de su territorio y su población.


En realidad, las canciones no obedecen necesariamente a las coyunturas históricas. Hubo un repunte de éxitos juveniles en Estados Unidos, a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, donde los protagonistas morían de forma trágica: "Endless Sleep", "Leader of the Pack", "Tell Laura I Love Her". Eran tiempos prósperos y no se trataba de pesimismo generacional; ofrecían una forma de rebelión, un corte de mangas al mundo adulto por parte de adolescentes admiradores de James Dean, que consideraban el arriesgarse a morir como gesto supremo. Aunque la mayoría de los temas venían firmados por encallecidos compositores y productores que intuían los deseos secretos del mercado.


Pero no sugerían el suicidio. De hecho, tampoco lo hacía "Gloomy Sunday".

La versión en inglés, firmada por Sam M. Lewis, tenía trampa en su desenlace: tras retratar la desolación del personaje y su propósito de unirse con su amor en el otro mundo, recurre al viejo truco del todo-fue-una-pesadilla: “Me desperté y dormías a mi lado".


La trayectoria de "Gloomy Sunday" se bifurcó.

Tras Billie Holiday, se transformó en un standard del jazz. Luego, a partir de 1980, fue una baza para quienes buscaban dar filo a su obra, especialmente cantantes digamos heterodoxas: Lydia Lunch, Marianne Faithfull, Diamanda Galas, Sinèad O’Connor, Björk. La actriz Lucía Jiménez interpretaba el tema en "La caja Kovak", película de Daniel Monzón donde la escucha de "Gloomy Sunday" impulsa a matarse a gente a la que un malvado científico ha insertado un microchip para el control mental (ya ven que los actuales conspiranoicos no han inventado nada…).


En los márgenes del rock, el suicidio dejó de ser un tabú para transformarse en un argumento rentable. En Nueva York funcionaba el dúo Suicide, creador de "Frankie Teardrop", la crónica de un drama familiar con tres muertos que Bruce Springsteen reconoció como inspiración para su "Nebraska".

El heavy metal, con su tendencia al exceso, también entró a tope en el asunto. Entonces, como en el siglo XVIII con el efecto Werther, varias canciones fueron descritas como “suicidiogénicas”. Ninguna broma: tanto Judas Priest como Ozzy Osbourne fueron acusados en Estados Unidos de empujar a determinados fans a la inmolación; los músicos ganaron los juicios pero aquello fue tan enojoso como costoso.


No olvido que aquí exploramos la vida nómada de las canciones. A pesar de su romanticismo centroeuropeo, "Gloomy Sunday" ha demostrado capacidad de adaptación a otras latitudes. En 2016, el sello berlinés Piranha produjo y editó "Hungarian noir", una colección de lecturas instrumentales y vocales de Gloomy Sunday.

La respuesta a la pregunta que seguramente nunca se han hecho: ¿cómo sonaría hoy la canción de Zeress y Javor en Cuba, Mozambique, Argentina, Colombia o Brasil?

Y resulta que Gloomy Sunday pasa la prueba con honores. Aunque, entre bromas y veras, la discográfica advierte que la escucha continuada de "Gloomy Sunday" puede constituir un riesgo para la salud.


Por Diego A. Manrique. El Páis. 23 de agosto, 2020

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