Entre la Casa de la Moneda y el Pirulí, a espaldas de la bulliciosa salida de la A3 con dirección Valencia, hay un reducto de casas bajas, calles estrechas, jardines y una brisa decadente y bohemia que barre el latido frenético de la ciudad y lo convierte en pausa. En la colonia Iturbe, que rodea parte del parque de la Fuente del Berro, todo tiene una cadencia 'slowly'. Sólo la algarabía de los escolares de la Sagrada Familia rompe (o rompía) el aire de pueblo inglés al terminar las clases, cuando muchas de las chicas con sus faldas tableadas doblan la esquina de la casa de Aute, buscan el gran ventanal y curiosean con sus naricillas alguna obra del pintor, músico, poeta o cineasta antes de desaparecer con sus carpetas por el parque.
Los pavos reales salen de la Quinta de la Fuente del Berro (donde el Ayuntamiento ha anunciado que pondrá una placa en honor al artista) cuando se les antoja y andurrean por las calles. Todo el mundo allí sabe cuál es la casa de Aute, y la de Soraya Sáenz de Santamaría o la que fue de la infanta Elena durante los primeros años de cese 'temporal' de la convivencia con Jaime de Marichalar. Una vez en el parque, dos troncos de árbol cortados se acompañan de dos versos de poetas que hoy parecen querer decirnos algo, Uno, de Miguel Hernández: "Porque soy como un árbol talado, que retoño: Porque aun tengo vida"; otro, de Neruda: "Pero bajo la tierra, los árboles de nuevo se entienden y se tocan".
En este barrio ha vivido Luis Eduardo Aute gran parte de su vida adulta, en una casita de tres plantas con patio y chimenea a diez minutos de Goya, un lujo de los que apenas quedan en el centro de Madrid. Allí formó una familia con la mujer de su vida, María del Carmen Rosado (Marichu), una ecuatoriana a la que conoció un día de Nochevieja de 1962 y con la que se casó el 21 de marzo de 1968. En una entrevista concedida en 2016 a 'Magazine', el músico hizo gala de su sentido del humor: "Me casé en el 68, el año en el que no se casaba nadie. Por eso lo hice".
La tele, en el patio
"Las mujeres son el sexo fuerte”, diría en esa entrevista. "Lo mejor que aprendí en la vida me lo enseñaron las mujeres y mis hijos. Han sido mis grandes maestros”. "¿Cuáles han sido estas enseñanzas?", le inquirió el periodista. “Me educaron a ser menos idiota y más sensible, a tener consideración por el otro, algo muy importante y que se pierde cada vez más. El otro no existe. Son mucho más empáticas, generosas y compasivas. No entendería un mundo sin mujeres. No tendría sentido”.
Aute, que tan fertilmente escribió sobre mujeres y que hizo del erotismo un vehículo de comunicación, vivió su vida aferrado a María del Carmen Rosado, Marichu, con quien tuvo tres hijos: Pablo, Laura y Miguel y formó una familia tan libre como nuclear. La hija del cantautor Silvio Rodríguez, adoptada por los Aute en sus estancias en Madrid, describía el día a día de esta familia en uno de sus textos: "He vivido tanto aquí, en esta casa, conmemorando fiestas, eventos, tradiciones, proyecciones de clásicos del cine cuando es verano y sacan la tele a la intemperie del patio cada noche en plan 'cine de verano'. Cenas abundantes de bebidas y ambrosías desconocidas y también inciertos y frugales platos (porque la cubana come mucho y siempre tiene hambre). He presenciado inesperados actos de magia, tan perfectamente montados por Eduardo y Maritchu, que aún, siendo una mujer tan curiosa como sabichosa, no logro descubrir sus subterfugios y trampas. Me he hartado de esencias milagrosas traídas del Moro, que fluyen embriagando cada habitación de esta casa, que salen, estoy segura, de sus propios poros. He guardado mis ropas en muebles de antepasados ilustres y con linaje, y también en chungos y desvencijados plásticos de Ikea. Me he llevado la comida a la boca lo mismo con cubertería de plata y vajillas de añejas porcelanas, que con la mismísima mano porque de pronto, puede que no haya algo mejor disponible. Los he visto salir ataviados de gala y también deambular por casa desnudos...".
Algo de aquella libertad saltó por los aires cuando el cantautor (qué pequeña una sola palabra para Aute) sufrió un accidente cerebrovascular hace tres años que lo tuvo varios meses en coma y luego le llevó a La Habana en busca de tratamientos milagrosos.
Al volver, ya no era quien era y la familia optó por alejarle de la curiosidad pública, nunca más volvimos a ver a Aute. El pasado viernes Vanitatis habló con Gaizka Urresti, director del documental 'Aute retrato', quien fue claro describiendo el estado de salud mental y físico de Aute: "El deterioro que tenía era importante como para no poder hacer lo que hacía antes. No podía grabar un disco, salir de gira... Tenía problemas de movilidad. Al final no era el Aute que se había conocido en 50 años. Era una persona con una discapacidad intelectual y física. Ya no era el mismo y creo que la familia optó por quitar esa imagen de la sociedad, para recordar a un Aute activo y no convaleciente. Creo que fue una decisión acertada".
Los hijos y la mujer de Aute fueron el mayor apoyo del artista cuando sus fuerzas mermaron. "Estuvo muy arropado por ellos", recordaba Urresti. Como era mucha la gente que quería seguir visitándolo, la familia organizó turnos y horarios para no agotar al autor. Incluso en sus ingresos hospitalarios fueron respetados los turnos. De los tres hijos, el más mediático es Miguel, Miki para los amigos, igual de pluridisciplinar que su padre. Es ilustrador gráfico, fotógrafo, operador de cámara y profesional de la imagen, en general. Fue él quien organizó, con ayuda de algunos amigos, el último homenaje que se le rindió a Aute en el WiZink Center. Su hermano mayor, Pablo, fue becario en la sección de Cultura del diario 'El Mundo' (del que Aute, por cierto, fue accionista).
Aunque el legado de Aute, estarán de acuerdo, va mucho más allá de las cifras del Registro Mercantil, más allá de los derechos de autor, de las obras de arte acumuladas en esa casa atiborrada. Porque Aute ya es inmortal.
Fuente: El Confidencial
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