La historia de esta canción se remonta al 1949, cuando su autor Adrián Flores Albán sale del ejército tras culminar el servicio militar obligatorio.
Todo apuntaba a que Adrián pasaría el resto de su vida trabajando en construcción civil, oficio que conocía de antemano, pero la otra opción era dedicarse de lleno a la composición musical, tarea para la cual había demostrado ya cierto talento.
Con las manos cuarteadas por el cemento, pero con la inspiración a flor de piel, el exsoldado Flores se sabía contra las cuerdas: tenía 23 años y un panorama personal incierto. Así que tomó su guitarra y empezó a ponerle música a los versos de una canción que llevaba en mente durante algunas semanas.
Ese año, el albañil dejó aflorar sus sentimientos más profundos y compuso ese vals que, de tanta repetición y tanto canto, décadas más tarde ha pasado a ser patrimonio sentimental de una amplia mayoría de peruanos.
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