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José Julián Martí Pérez nació en la calle Paula No. 41, La Habana, el 28 de enero de 1853. En 1866 matricula en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Ingresa también en la clase de Dibujo Elemental en la Escuela Profesional de Pintura y Escultura de La Habana, más conocida como San Alejandro.



Comparto este texto escrito por Luis Rafael y publicado en el Instituto Cervantes.


JOSÉ MARTÍ, UN CLÁSICO POCO CONOCIDO


Me invitan a colaborar en la Sección Rinconete del Centro Virtual Cervantes y llevo dos semanas pensando qué tema será el idóneo para el inicio de lo que pretendo una larga serie de artículos. De manera que, después de tanta espera infecunda, me castigo ante la computadora como cualquier escritor del siglo xxi, rogando que —teclado y pantalla mediante— el divino azar o el «azar concurrente», que decía el poeta cubano José Lezama Lima, me «inspire» el tema. Entonces recuerdo a otro José, no Santo, aunque sí Apóstol para los cubanos, quienes no paramos de invocarlo y que no podemos explicarnos que más allá de los mares que encierran la Isla, sea un clásico poco conocido o sólo leído por académicos y gente de letras. Comenzaré, y lo creo más que justo, escribiendo sobre José Martí Pérez (1853-1895), el escritor, el Apóstol.


El escritor nos ha legado una copiosa obra, incursionó en la poesía, el cuento, la novela, el teatro, el ensayo, el periodismo. Desde los Estados Unidos organizó la contienda de Cuba, que llamó «guerra necesaria» porque consideraba que liberar a su Patria y luego a Puerto Rico no sólo eran un imperativo de la época y un acto de justicia, sino el único medio de detener las aspiraciones imperialistas del Norte, que en varios foros internacionales comenzaba a manifestar sus apetencias de expansión sobre Hispanoamérica o «Nuestra América», como la denominó Martí para darle dimensión de Patria Grande para los habitantes desde el Río Bravo hasta la Patagonia.


Al margen de su lucha política, Martí no dejó de escribir. Y tan bien lo hizo que inauguró una nueva época literaria, el Modernismo, con sus artículos y crónicas periodísticas de la década de 1880 y con su cuaderno de versos Ismaelillo, dedicado a su hijo y que publica en una pequeña tirada durante el año de 1882.

La literatura, y el arte en general, con el Modernismo —inaugurado por José Martí y bautizado por Rubén Darío— logra una revolución formal y de los contenidos que sería continuada, en extensión e intensidad, a lo largo del siglo xx. América conquista la añorada Modernidad al menos en el terreno de la cultura e influye al Viejo Mundo con su savia nueva. Los excesos románticos, el retoricismo neoclásico, son preteridos y se acorta la frontera entre el lenguaje literario y el lenguaje cotidiano. Con el Modernismo la literatura se hace definitivamente contemporánea.


Cierto que José Martí, consagrado a la causa de la libertad, no se ocupó de difundir su literatura, que comenzaría a conocerse más de dos décadas después de su muerte en la manigua, combatiendo «por los pobres de la tierra». Abundan hoy las ediciones de textos martianos, no sólo en español sino en casi la totalidad de las lenguas del mundo. Sin embargo, su originalísima obra artística parece opacada por su obra política, por su epíteto de Apóstol de Cuba.


Una tarde de gorrión, en el metro de Madrid, tuve la sorpresa de escuchar a un músico sudamericano entonando una pieza que difundió en el mundo los Versos sencillos de José Martí. Luego de pagar una desacostumbrada propina agradeciendo la emotiva interpretación de la universal Guantanamera, compuesta por el cubano Joseíto Fernández y popularizada por el norteamericano Pete Seeger, pregunté al joven trovador si podía decirme el nombre del poeta a que debemos los versos que acababa de cantar. Entenderán mi decepción ante su respuesta: «Son de un gringo, creo».



Fuente: Instituto Cervantes.

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Los “Versos sencillos” representan la plenitud de la poesía martiana, publicado en Nueva York en 1891. En ellos se siente vibrar la vida íntima de Martí que nos dice en el prólogo como “Me salieron del corazón”.

Es evidente que para el Apóstol estos versos son un bálsamo que mitigan sus profundas tristezas: “Yo te quiero verso amigo/porque cuando me siento el pecho/ya muy cargado y deshecho/parto la carga contigo”.

En Guatemala, Martí conoce a María García Granados, la bella joven de 20 años, que le inspira uno de sus más bellos poemas “La Niña de Guatemala”, que incluye una memorable despedida “Como de bronce candente/al beso de despedida/era su frente, la frente/¡la que más he amado en mi vida!”.

Su pecho generoso se plasma elocuente cuando escribe: “Cultivo una rosa blanca/en julio como en enero/para el amigo sincero/que me da su mano franca/y para el cruel que me arranca/el corazón con que vivo/cardos ni ortiga cultivo/cultivo la rosa blanca”.


Los “Versos sencillos” recuerdan las coplas de la madre patria (versos octosílabos) fáciles de recitar y hasta de cantar. Recogidos en la década de 1960 en la “Guantanamera” que fue un éxito mundial evocando estrofas de los “Versos sencillos de Jose Martí:

“Yo soy un hombre sincero/de donde crece la palma/y antes de morirme quiero/echar mis versos del alma”.


La profunda sencillez creadora de Martí se realza en su devoción al sacrificio por Cuba libre que él inspira y convoca: “Yo quiero salir del mundo por la puerta natural/en un carro de hojas verdes/a morir me han de llevar. /No me pongan en lo oscuro/a morir como un traidor/¡yo soy bueno y como bueno moriré de cara al sol!”.

Los “Versos sencillos de Martí” son enormemente populares, ayer y siempre, porque plasman en versos inolvidables los íntimos sentimientos del Apóstol de la Libertad.





Versos sencillos

(José Martí - Pablo Milanés)


Si ves un monte de espumas,

es mi verso lo que ves:

mi verso es un monte, y es

un abanico de plumas.


Mi verso es de un verde claro

y de un carmín encendido.

Mi verso es un ciervo herido

que busca en el monte amparo.


Yo sé de un pesar profundo

entre las penas sin nombres:

¡la esclavitud de los hombres

es la gran pena del mundo!


¡Hay montes, y hay que subir

los montes altos: ¡después

veremos, alma, quién es

quién te me ha puesto al morir!


Mi verso es como un puñal

que por el puño, echa flor.

Mi verso es un surtidor

que da un agua de coral.


Mi verso al valiente agrada:

mi verso, breve y sincero,

es del vigor del acero

con que se funde la espada.


Yo quiero, cuando me muera,

sin patria, pero sin amo,

tener en mi tumba un ramo

de flores y una bandera.


No me pongan en lo oscuro

a morir como un traidor:

¡Yo soy bueno, y como bueno,

moriré de cara al sol!


En el 1974, Milanés musicó todo un disco con poemas de José Martí.


Dice en la contraportada del LP:

José Martí (Cuba, 1853-1895), el ideólogo de la unidad continental, el hombre que unió voluntades en el Partido Revolucionario Cubano para hacer la guerra necesaria contra el colonialismo español, y uno de los primeros en denunciar la esencia expansionista del capitalismo norteamericano, tuvo siempre sus ojos clavados en Nuestra América.

De dónde, si no del corazón, de la entraña misma de la tierra americana, salió su voz llena de ternura y de esperanza, en defensa constante de los oprimidos, y desbordante de amor a la libertad.

Una de las voces más profundas de la trova joven cubana, Pablo Milanés (1943), entrega en este disco versos de Martí (y un fragmento de “Nuestra América”) convertidos en canciones, donde la raíz genuinamente americana de los textos entronca con melodías que recogen sus aires en el pueblo, para juntas dar su magia, su incisiva belleza, su realidad y su fuerza.



1.Yo soy un hombre sincero (José Martí - Pablo Milanés)

2.Mi verso es como un puñal (José Martí - Pablo Milanés)

3.Banquete de tiranos (José Martí - Pablo Milanés)

4.Al buen Pedro (José Martí - Pablo Milanés)

5.Si ves un monte de espumas (José Martí - Pablo Milanés)

6.Vierte corazón tu pena (José Martí - Pablo Milanés)

7.Éramos (José Martí - Pablo Milanés)

8.Amor de Ciudad Grande (José Martí - Pablo Milanés)

9.Poética (José Martí - Pablo Milanés)

10.El príncipe enano (José Martí - Pablo Milanés)

11.El enemigo brutal (José Martí - Pablo Milanés)

12.Es rubia, el cabello suelto (José Martí - Pablo Milanés)



Fuentes: Cuban Institute Studies, Cancioneros & Perrerac


* Pedro Roig, Esq. es Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Cubanos. Tiene una maestría en historia de la Universidad de Miami y un doctorado en derecho de la Universidad de St. Thomas. Ha escrito varios libros, entre ellos La muerte de un sueño: Una historia de Cuba y Martí: La lucha de Cuba por la libertad. Es veterano de la Brigada 2506.


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La estatua de José Martí en el Central Park de Nueva York es obra de la escultora norteamericana Anna Vaughn Hyatt Huntington y es tal vez la única escultura ecuestre del héroe independentista. Su creadora tomó como modelo una imagen creada por el pintor cubano Esteban Valderrama. Para ello Huntington se vio obligada a usar una reproducción fotográfica del cuadro de Valderrama. La obra original, un óleo de gran formato, fue destruida por el propio autor después de recibir un sinnúmero de críticas y objeciones a su representación de la muerte de Martí.


Un informe de 1938 de la Comisión Central Pro-Monumento consignaba: "El lienzo original, de gran tamaño, no existe ya: el señor Valderrama lo destruyó ante la insistencia de una crítica incomprensiva que señalaba caprichosos errores de inexactitud histórica, los cuales no existían pero, que en todo caso, se referían a detalles de nula importancia.




La conciencia artística del señor Valderrama es tan severa que, además de documentarse cuanto le fue dable, se trasladó a Dos Ríos, se alojó allí y todos sus bocetos fueron hechos a la hora de la trágica caída del Apóstol; colocó el modelo en la posición que los biógrafos declaran que ocupaba Martí y utilizó la luz en la dirección adecuada.

Eligió, además, el mes de mayo, pese a ser un mes de lluvias y propenso a plagas en nuestros campos. Mal alojado, y con todas las dificultades del transporte, llevó a cabo su obra sin otra ambición ni estímulo que su grande amor al Maestro y su fervor artístico, sin propósito alguno de lucro.

Del lienzo sólo quedan dos fragmentos: la cabeza del Apóstol, que tiene un gran vigor y está tratada de manera admirable y uno de los caballos que, también, es un acierto.

Huntington terminó la estatua en 1958, a la edad de 82 años. La escultura de Martí fue su último proyecto de escala monumental. Es, a partir de esa obra concluida, que se inicia la historia cuyos detalles pueden encontrarse en un reportaje de Gay Talese publicado en 1964 en The New York Times: "Cubans Fail in Attempt to Place Marti Statue".



Fuente: Academia de la Historia de Cuba en el Exilio

Foto: Shayra Ramírez

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