"Cuanto más se habla de globalización y multiculturismo, menos se sabe de otras culturas." -R. Kapuscinski- Cuando estuve llamando para hacer las reservas con las millas y vimos que nuestra primera opción -que era Escandinavia- no estaba disponible para las fechas que queríamos (yo ya tenía las vacaciones confirmadas en el trabajo, así que no tenía alternativa alguna para las fechas), le pregunté a la operadora que para qué parte del globo había disponibilidad y me contestó: Japón o Brasil. Así fue como decidimos embarcarnos en nuestra primera aventura asiática, cuyo billete de avión -ida y vuelta- nos costó $70.00 más 65,000 millas. Llegamos a Chicago a las 9:15 AM del 3 de julio, como siempre, un poco drogada por los efectos del ansiolítico. El vuelo hacia Tokyo-Narita salía a las 12:55 PM; me esperaban trece horas de vuelo, así que estaba más nerviosa que lo habitual pues lo máximo que he estado en uno de esos pájaros son ocho. Dormí gran parte del tiempo. Como había mucha turbulencia, tuve que drogarme nueva vez después de la cena.
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Aterrizamos en Tokyo a las 3:45 PM del 4 de julio (2:45 AM hora occidental); pasamos por inmigración, nos tomaron las huellas y las fotos y luego cambiamos un poco de dinero pues el uso de tarjetas de crédito es limitado en Japón. Un dólar son aproximadamente 85 yenes. Preguntamos en información cómo llegar al hotel y nos indicó una chica cuáles líneas de trenes coger: Keisei hacia Nippori; JR Jyoban hacia Kitasneju y finalmente uno de Tobu Isesaki a Yatsuka que es donde estaba el hotel. El trayecto fue de hora y media y el costo de 1,340 yenes ($15.00). Entre trenes y preguntadera, llegamos al hotel casi a las 7:00 PM. Nos hicieron quitar los zapatos (como en todos los lugares) y nos dieron nuestras respectivas pantuflas. Decidimos tomar una siesta la cual se extendió a 6 horas; cuando nos despertamos eran casi las 2:00 AM. Charlamos, jugamos, amamos y luego, porque no teníamos nada de sueño, nos dedicamos a planear el día. Tomamos un té verde para empezar. Nos duchamos y luego bajamos al vestíbulo para poner un mensaje a las gordas y a mi madre diciendo que habíamos llegado bien. Cogimos el tren de las 5:20 AM en Yatsuka para llegar a Tsukiji, el Mercado de Pescado más grande del mundo. Luego de ver los atunes y salmones más grandes que haya visto jamás, fuimos a desayunar en uno de los locales adyacentes al mercado. Ahora sí, listos para recorrer las calles de Tokyo.
Tokyo, cuya población es de 12.5 millones de habitantes, se conocía como Edo -Gate of the River-. Tengo que admitir que, aparte de los Jardines Imperiales y los jardines Hama-Rikyu-Tien, esta ciudad no me impresionó mucho. Es un New York lleno de japoneses, eso sí, mucho más limpio y organizado. Me llamó mucho la atención que casi no hay zafacones y no se ve siquiera un papel en el suelo. Es llamativamente limpio. Caminamos hasta que nos dio hambre. Andábamos por el distrito Ginza que, a nuestro entender, es la zona financiera. Pedimos un menú de té verde frío, sopa miso y carne con arroz y verdura, todo por 800.00 yenes ($9.00).
Como nos íbamos a Kyoto al día siguiente, fuimos a la estación Tokyo a comprar los billetes del ShinKanSen -como nuestro Juan Luis Guerra en su "Travesía"- y marcharnos a la antigua capital de Japón la tarde del día siguiente. ¡Qué caros son!. Cada billete costó 12,710 yenes ($150.00) sólo la ida.
Seguimos andando. Alrededor de las 3:30PMnos fuimos a la estación de metro Kyobashi para llegar a Akasuka donde estaban los baños públicos. Estos baños son muy famosos en Japón y hay que estar completamente desnudo, así que no se puede ser muy pudoroso para entrar en ellos. Los japoneses van con mucha regularidad y tengo que admitir que salí del agua (45ºC) renovada. Miguel también, pero por separado (hay un baño para hombres y otro para mujeres). Compramos algo para cenar en un sitio cerca del hotel y nos fuimos a descansar.
En Japón -que está a la misma latitud que Teherán y Los Ángeles- hay 127 millones de personas, con 75% de ellos concentrados en los centros urbanos y 99% de ellos alfabetizados. 21% de la población es anciana, lo que supone un problema económico y social pues la tasa de natalidad ha descendido al 1.3% por mujer. Los expertos dicen que en el 2050 descenderá a 100 millones y a sólo 67 millones en el 2100. ¡Alarmante!. 86% de la población es budista pero también siguen la religión Shinto, que era la que tenían los indígenas de la isla antes de heredar el budismo de la India a través de La China. Dejamos el hotel en Tokyo (5,000 yenes la noche) y nos fuimos con las maletas para guardarlas en la consigna de la estación y andar librementes por la ciudad hasta que llegara la hora de coger el ShinKanSen hacia Kyoto. Estábamos en el metro cuando le digo a Miguel: "Puki, es este vagón hay sólo mujeres, qué raro ¿no?... parece que hay muchas más mujeres que hombres en Japón". Minutos después, veo un letreto -en Inglés además y en un fucsia casi fluorescente- que pone "Para mujeres solamente entre las 7:32 AM y las 9:30 AM". No nos quedó más remedio que reírnos al darnos cuenta. Con razón una señora se quedaba mirándonos todo el rato. Viajando se aprende.
Nos fuimos a la zona Kagurazaka a hacer un "walking tour" que recomendaba la guía "Lonely Planet". Esta es el área que más me ha gustado de Tokyo. Estuvimos caminando toda la mañana, tropezándonos con una que otra Geisha. Hay muchas tiendecitas y callejones y era todo más bonito, con el mismo colorido que veía en las películas. Este es el Japón que me imaginaba. Traíamos los pies cansados, así que entramos a uno de esos sitios donde anunciaban masajes y salimos de allí renovados y listos otra vez para volver a caminar hasta gastarnos los pies. Por la tarde, entramos a un lugar que vendía bandejitas de Sushi y compramos dos ó tres. Fuimos a comer a un parque que quedaba cerca de allí y disfrutamos de este orgasmo gastronómico. Yummm!! Mientras comíamos, le contaba a Miguel que esa quietud y esa paz que se respiraba allí era impensable en mi país. A nuestro lado uno practicaba Tai-Chi, otro meditaba y otros cuantos leían Manga -libros cómicos de dibujos animados que leen los japoneses de todas las edades-. En mi país estarían unos cuantos oyendo música de diferentes géneros y a todo volumen, sin importar si tú lo quieres oír o no. Paseamos toda la tarde. Entramos al café Mugimaru, cuya dueña era una japonesa muy agradable, como todos los demás, y nos hicimos unas cuantas fotos después de charlar un ratito con esta encantadora chica. Nuestro tren salía a las 5:50 PM.
Es todo tan organizado en este país, que alucino. A Miguel y a mí nos llevó dos días descifrar lo que eran unas señalizaciones amarillas con relieve que habían en las calles y en las estaciones de metro y de tren, hasta que vimos una señora ciega dejándose guiar por la misma. La gente cuando va hacia una dirección lo hace por la izquierda y cuando viene, por la derecha. Lo mismo pasa cuando suben y bajan escaleras...todo como una coreografía. Para la gente que no reserva asientos en el tren, hay una fila numerada para quien llegue primero. Lo mismo vimos en la estación de metro: gente en filas para entrar a los vagones del tren. ¡Cuánta organización!
El ShinKanSen (Bullet Train), el tren más rápido del mundo, corre a una velocidad de 300 Km/hora, cosa que me impidió disfrutar del viaje pues me mareé un poco. Tampoco pude hacer la foto al Mount Fuji que tenía pensado pues era de noche y llovía, como la canción. En mi opinión, con lo caro que es, podría ser un poco más cómodo. Llegamos a Kyoto a las 8:20 PM y preguntamos a un señor que trabajaba en el kiosko de información de la estación dónde quedaba nuestro hostal. Él, gentilmente, llamó, pidió la dirección exacta y nos indicó cómo llegar. Empezamos a caminar, con maletica a rastro, y una buena señora nos llevó justo hasta la puerta del hostal. Es sencillamente impresionante cómo los japoneses se desvían de sus destinos, por más prisa que tengan, para cerciorarse de que has llegado al tuyo. Aunque logren entender el Inglés, es muy difícil para ellos comunicarse y se aseguran que entiendes perfectamente lo que te explican, si no te llevan puerta a puerta. Son tan humildes, tan sencillos y tan educados que da gusto visitar su país, aunque exista la barrera del idioma.
¡Ah! Kyoto !! Martes, 6 de julio, 2010 Kyoto, antigua capital de Japón (794-1868) pertenece a la región de Kansai que es considerado el corazón del país. La ciudad cuenta con 1.47 millones de habitantes y es una de las más ricas en culturas del mundo. Esta ciudad es la casa de compañías de alta tecnología incluyendo la que hace el vídeo juego "Nintendo". Las mejores épocas para visitarla son de marzo a mayo -cuando florecen los cerezos- y también de septiembre a noviembre. Kyoto recibe cerca de 50 millones de turistas cada año.
Como tenía el reloj interno averiado, me despertaba a deshoras. Miguel dormía, así que me fui al área común del hostal (en el que pagamos 2,650 yenes por persona cada noche) a escribir un poco en mi diario. Me puse al día y subí a la habitación que contaba con seis literas pero la teníamos para nosotros solos por el momento. Me metí en su cama y en sus brazos y volví a dormirme durante hora y media más. Mientras desayunábamos, hablamos un ratito con Javier, un argentino que también se hospedaba en el hostal. También charlamos con un mexicano, otros dos de España y unos alemanes que llevan en Japón cuatro semanas y ahora se van rumbo al sur. Esto es lo bueno de los hostales en comparación con los hoteles, además del precio, claro está...conoces tanta gente! Íbamos a recorrer gran parte de la ciudad y las distancias eran largas, entonces compramos un billete ilimitado para autobuses (500 yenes) que te da acceso a los mismos durante todo el día. Nos fuimos al área Higashiyama a visitar el templo Kiyomizu (300 yenes la admisión) que data del año 798 y que fue reconstruído en el 1633. Seguimos andando y llegamos al templo Kodaji fundado en el año 1605 cuyos jardines son impresionantemente hermosos. En el primer templo, unos niños de escuela intermedia nos hicieron una encuesta sobre nuestra visita a Japón para un proyecto que les habían asignado. Al final, nos pidieron hacerse una foto con ellos y una de las niñitas me regaló un origami como recuerdo. Lo pegué en el diario. Yo también me hice una foto; eran tan lindos y graciosos!
Empezó a llover; serían las dos de la tarde así que buscamos un sitio para comer. Fuimos a un restaurante de "Noodles" y comimos bien por unos 900 yenes cada uno. Luego nos tomamos un helado de té verde con vainilla muy rico. Otra de las ventajas de viajar: los nuevos sabores. Llovía copiosamente así que nos fuimos al hotel. Yo actualizaba mi diario mientras Miguel dormía un rato y cuando despertó, nos fuimos al centro de Kyoto. La idea era ver el Castillo Nijo pero estaba cerrado. Seguimos andando largo rato. Mi cuerpo notaba que se había despertado a las 4:30 AM y se empezaba a agotar. Cenamos en un lugar que vendía sándwich y pedimos dos para cenar. Cogimos el autobús de vuelta y me quedé dormida pues estaba frita. Al llegar, apenas me lavé los dientes, me tiré a la cama y adiós. Ya es el día siguiente, 7 de julio; y después de desayunar el cereal y la leche de soja que siempre llevo en mis viajes, nos fuimos a la estación a eso de las 8:30 AM para coger el autobús que nos llevaría al templo Ginkakuji (Silver Pavillion). Este templo fue construido en el 1482 por el Sogún Yoshimasha y su sueño, que nunca se llevó a cabo, era cubrir la villa de plata; de ahí proviene el nombre. Seguimos caminando por las callecitas y luego dimos con la Senda de la Filosofía. ¡Cuánta quietud!. Esta senda lleva el nombre gracias al filósofo Nishida Kitaró. es totalmente peatonal y a su lado corre un canal, cosa que lo hace más atractivo para mí pues el sonido del agua corriendo me transmite mucha serenidad. Luego pasamos al templo Honenin y visitamos un cementerio alrededor.
Cogimos un autobús para llegar a la estación Kawaramachi Sanjo pues en la guía ponía que había un lugar de bajo presupuesto donde se servía muy bien la anguila. Estábamos un tanto extraviados -cosa rara, jeje- y un señor se nos acercó ofreciéndonos ayuda. Éste, que andaba con su esposa, hablaba Inglés pero aún así, como todos los demás, se desvió de su camino y nos llevó hasta la puerta del restaurante. ¡Qué linda es esta gente por Dios!. Le agradecimos el gesto y me hice una foto con ellos, "of course". ¡Qué buena estaba la anguila!!!
Como ya habíamos recargado las tripas, seguimos andando. Cogimos otro autobús hasta para llegar al templo Kinkakuji, uno de los mayores atractivos de Kyoto. ¡Dios mío!!!! ¡Cuánta maravilla!! Este templo, también llamado el "Golden Pavillion" fue construido en el 1397 como una villa de retiro del Sogún Yoshimitu. En 1950, un monje obsesionado con la idea de quemar el templo, logró su cometido. Esta historia se llevó al cine bajo la dirección de Mishima Yukio. En el 1955 se reconstruyó con un diseño igual al original. Este templo, llamado propiamente Rokuon-ji es Patrimonio de la Humanidad desde el 1994. La laguna en la que se refleja el templo tiene islas grandes y pequeñas. Su nombre en japonés es Kyoko-chi que significa "Mirror Pond". Éste ha sido mi favorito de todos los templos. Es impresionante ver cómo está todo cubierto de oro. Después de deleitar la vista y dejar los pies por las calles de la zona Ryoanji, nos fuimos a la calle Kawaramachi donde quedaba el restaurante de Sushi que vimos por la tarde. El lugar funciona así: hay una correa giratoria que pone una gran variedad de sushi y shashimi, coges un platito (137 yenes cada uno) y al final te suman los platos vacíos. ¡Ay!...yo, como mi cuñada Nicky, quiero una correa de esas. Nos comimos 19 en total. ¡Dios mío! ¡Cuánto comer!. Nos pusimos de anguila hasta más no poder, pero también probamos nuevas cosas. De postre comimos una especie de ñame o batata frita cubierta de caramelo y semillas de sésamo. Una delicia para el paladar, sin contar con la cantidad de antioxidantes que le regalé a mi cuerpo a través del té verde que te puedes servir ilimitadamente. Para bajar la "jartura", caminamos hasta el hotel (unos 4 ó 5 Kms); vimos a Kyoto de noche, mucha gente en la calle y muchas luces en la ciudad. Antes de llegar al hostal, entramos a un mercadito a comprar leche y fruta para desayunar. Nos fuimos a la cama prontito.
Nara. Viernes 9 de julio, 2010 Nara fue la primera capital permanente del Japón y cuenta con 369,000 habitantes. Según la UNESCO, esta ciudad cuenta con ocho patrimonios de interés cultural. El "Diabutsu" o "Great Buddha" es la vista más importante de esta ciudad el cual está alojado en el templo Toaiji. Este templo, construido entre los años 710-794, es el edificio de madera más grande del mundo y su principal objetivo es alojar al Vairocana Buddha que significa "Buda que brilla a través del mundo como el sol". Este Buda es el más grande del mundo; está hecho de bronce (437 toneladas) y está cubierto en oro (130kg). Antes de llegar al templo, paseamos por Nara-koen, un parque que está rodeado del unos 1,200 ciervos y de los cuales se dice que eran los mensajeros de Dios en tiempos pre-budistas. Compramos unas "shika-sembei" para darles de comer de nuestras manos, literalmente.
Empezó a "jariniar", así que nos fuimos rumbo a la estación a buscar un sitio donde guarecernos. Decidimos, entonces, almorzar. El menú en "Fujin", vaya nombre, estaba delicioso. Comimos muy bien y por muy buen precio (1,460 yenes). Miguel pidió cerdo salteado con vegetales y una salsa que, de sólo pensarlo, se me hace agua la boca. Yo pedí una ensalada y verduras japonesas con cerdo cocido. El menú también venía con té verde, sopa y arroz. ¡Qué bien se come en Japón! Quería un café, así que fuimos a un lugar que quedaba cerca de ahí pues aún llovía. Pedimos una tarta de té verde y un café latte. Esto nos costó casi igual que le almuerzo de uno de nosotros. El café en Japón es muy caro. Por la tarde nos fuimos a visitar el templo Kofukuji, el cual fue transportado a Nara desde Kyoto en el 710. En este templo hay dos pagodas de tres y cinco pisos que datan del 1143 y 1426 respectivamente. La más alta de las dos es la segunda más alta en Japón superada por To-ji en Kyoto. Escribí un rato para ponerme al día y luego partimos rumbo a Kyoto en el tren de las 5:00PM. Llegamos al hostal después de cenar algo ligero en la estación de Kyoto y, antes de irme a la cama, conversé con unas chicas de Italia y Brasil que también se hospedaban en el hostal.
Sábado, 10 de julio, 2010. Kyoto, nueva vez. Anoche, al llegar al a habitación, encontramos dos chicos malasios de Kuala Lumpur (otra vez la travesía de Juan Luis) que estudian en Tokyo y vinieron aquí a visitar. Antes de dormir, charlé un ratito con ellos de su cultura y su religión. No sabía que la mayoría de ellos eran musulmanes. Cada día se aprende algo. Este día, alrededor de las 8:30AM, nos fuimos al Castillo Nijo (600 yenes) el cual fue construido entre el 1603-1626 como residencia oficial del Sogún de Tokugawa. Fue donado a la ciudad de Kyoto en el 1939 y designado por la UNESCO como Patrimonio de Humanidad en el 1994. El Castillo consiste en dos palacios: Honmaru y Ninomaru. También lo conforman los jardines Seirgu-en y Ninomaru con unas vistas impresionantes. Por la tarde nos fuimos al área de Arashimaya en el autobús #93. Se me olvidaba mencionar que en este país se entra por detrás y se paga al bajar del autobús. ¿Se imaginán esto en Dominicana o en New York?. Nada más llegar, frente a la estación, está el río Katsuka. Cruzamos el puente Togetsukyo para pasar a orillas del río Oi. ¡Qué maravilla de paisaje! ¡Cuánta quietud!. Sólo se escuchan los pasos, los pajarillos y las aguas del río. Después de comer, me compré un helado de té verde con habichuelas rojas dulces -delicioso aunque no suene así- y Miguel otro de té verde solamente. Nos sentamos a orillas del río; charlábamos mientras distrutábamos de este momento y luego nos tumbamos en las piedras libremente hasta quedarnos dormidos. ¡Ah... la vida!
Sólo nos quedaba el día domingo en Kyoto y, después de dormir con un concierto de ronquidos en la habitación -la noche anterior llegaron dos chicos de Estados Unidos-, nos despertamos a las ocho. Hicimos las maletas pues debíamos dejarlas en el hostal que nos permitió usar el cuartito de las bicicletas para guardarlas hasta las 10:00PM, hora en que teníamos que marchar hacia la estación para coger el autobús que nos llevaría de vuelta a Tokyo. Nos fuimos caminando a un templo que quedaba cerca de la estación. Llegamos allí pero empezó a llover así que no pudimos ver mucho. Esperamos un rato en los escalones de un edificio y luego decidimos irnos a la estación a la cual llegamos empapados. Buscamos luego un sitio para comer donde aceptaban tarjetas de crédito pues nos quedaba muy poco efectivo y encontramos, dentro de esta estación que es enorme, un lugar bueno, bonito y barato... Jejeje. Como siempre, comimos muy bien.
Seguía lloviendo. Por fortuna, ya habíamos visto todo lo que queríamos de esta hermosa ciudad, así que nos fuimos a la biblioteca de la estación (estos japoneses siguen imitándonos) y allí pude ponerme al día con el diario. Bajamos unas horas después y tomamos un café. Caminamos otro rato, haciendo tiempo para cenar. Seguía lloviendo entonces no teníamos más ocpción que quedarnos ahí dentro. Cenamos, charlamos, reímos hasta que, a eso de las ocho, encontramos un restaurante chino en el área "The Cube" donde comimos muy bien. Era tanta la comida que no la pude terminar, cosa rara. Después nos fuimos al hotel a buscar las maletas y le dimos las gracias al chico del hostal por todas sus atenciones. Al llegar a la estación de autobuses, compramos un pan para desayunar pues llegaríamos a Tokyo a eso de las seis de la mañana, como la canción del poeta jienense. Lunes, 12 de julio, 2010. Tokyo y de vuelta a casa. Los asientos del autobús eran tan incómodos que apenas pude descansar. Miguel y yo llegamos explotados por la mala postura. No sé qué era más doloroso si el dolor en el cuello o los $150.00 que nos hubiese costado el ShinKanSen. Pero, hay que experimentarlo todo y, además, el autobús sólo costaba $30.00 y si a eso le sumas el ahorro de una noche de hotel, no hay mucho que pensar. Al llegar, Miguel se enteró por un chico japonés, que hizo un esfuerzo sobrehumano para hacerse entender, que España había ganado el Mundial de Fútbol.
Como nuestro vuelo salía a las 5:00PM, teníamos todo el día para volver a caminar las calles de Tokyo. Dejamos las maletas en consigna (500 yenes) -es lo bueno de andar ligero de equipaje; en cualquier lugar cabe- y nos fuimos a la zona de Asakusa donde estaba el Onsen (baño público). Éste nos gustó menos que el primero pero, por lo menos, salimos de allí limpios y descansados. Caminamos por los alrededores del templo Sanso e hicimos nuestras últimas fotos. Luego, cogimos el metro hacia la zona Ginza para ir a la tienda "Apple" (Miguel ansiaba tener noticias sobre el mundial en un idioma que pudiese entender) y allí miré mi correo mientras él veía cómo España se lanzaba a las calles. Estaba lloviendo, así que nos quedamos allí hasta las 12:00PM. Con los 500 yenes que nos quedaban compramos algo para picar que nos sostuviera hasta llegar al aeropuerto Narita. El tren expreso costaba 2,490 yenes y el local 1,280. Otra vez digo, no hay que pensarlo dos veces, además, teníamos tiempo de sobra. Y poco más. En esta cabeza, que tan poco retiene últimamente, se han metido nuevos conocimientos. Me voy con la mochila (sí, la azul) llena de buenos recuerdos; con $950.00 dólares menos pero con una experiencia de viaje más que contar a mis nietos; con mi primera visita a un continente distinto y mi primer vuelo sobre el Pacífico; con un nuevo sello en mi pasaporte y con nuevos sabores, olores y sonidos. Viajando se aprende porque lo absorbes todo sobre la marcha. Los japoneses se han ganado mi corazón. Y quiero volver al sur para ver Hiroshima y Osaka y, por qué no, para bailar bachata en Fukuoka
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