La primera vez que vi a Ana Belén, a quien yo llamo mi mujer desde hace muchos años, fue en el teatro Beacon en Nueva York. La emoción fue tal que empecé a llorar a la tercera canción.
Ignacio Espejo, un amigo que siempre me ha regalado música, decidió complacerse y llevar a la realización personal su amor por Víctor Manuel. Su devoción principal es hacia él, y luego, por aproximación, hacia Ana. En mi caso es a la inversa.
La idea del concierto surgió en noviembre del 1994, cuando Ignacio los conoció en mi país de origen, República Dominicana. Fue en compañía de Alexis Casado, un productor que los presentó en el salón Dominican Fiesta del hotel Jaragua con el concierto "Mucho más que dos". Víctor y Ana actuaron tres noches seguidas y en una de ellas, me cuenta Ignacio, se fueron a cenar por ahí, compartiendo charla y copas. En otra ocasión, estuvo acompañándolos en el camerino en el que se hallaban también varios cantantes dominicanos. Estos interpretaban sus canciones para presentárselas a Ana y a Víctor, intentado lograr que ellos le grabaran alguna, como ya había ocurrido con "Derroche", también de un autor dominicano, el año anterior. Tras ello, y sin ninguna experiencia previa, haciendo de tripas corazón, Ignacio se atrevió a contratarlos directamente y armó un concierto en Nueva York. Hasta entonces, nadie más se había animado a llevarlos a la Capital del Mundo.
En nuestras tertulias de música y de canto, recuerdo decir a nuestro amigo común, Frank, quien los recogió al aeropuerto LaGuardia, que estaba evitando ese encuentro porque su ídolo de toda la vida, Víctor Manuel, se le volvió demasiado terrenal y rompió algo místico.
Yo, sin embargo, hubiese dado cualquier cosa por estar ahí, de tú a tú, charlando con ellos. Del aeropuerto los llevaron al hotel, Regency, ahora Manhattan Club, que está alrededor del Lincoln Center y a unas pocas cuadras del Beacon. Venían de dar una gira por Costa Rica, Guatemala, Colombia, Ecuador.
Musicalmente hablando, el concierto fue todo un éxito. Sin embargo, en lo que respecta a lo económico fue un rotundo fracaso. Pienso, y creo que coincidir con mi amigo Ignacio, que se sumó a la falta de experiencia, la poca promoción que se le dio y que fuese un aforo tan grande cuando en realidad ellos tienen mucho más público en Miami que en Nueva York.
Personalmente hablando, “no pudo haber nadie en este mundo tan feliz“, y me atrevo a asegurar que muchos de mis amigos sintieron lo mismo.
El concierto fue igual que aquel concierto en Gijón, “Mucho más que dos”, que tuvo lugar en 1994. Claro, aquí sólo se acompañaron el uno al otro, sin los demás.
En vista de que no se vendieron todas las entradas, se canceló una noche y sólo se presentaron el sábado 6 de mayo. ¡Pero qué noche y qué conciertazo!
Tras bastidores con Víctor y Ana. Beacon Theatre. New York. Mayo, 1995
En palabras textuales de Ignacio, con quien hablé hace un ratito: “Yo, personalmente, tuve una gran felicidad y un gran regocijo de haber logrado esa hazaña, ese privilegio, ese sueño de compartir en persona con Víctor Manuel y Ana Belén y de haber sido la primera persona en traerlos a actuar en New York. Lo disfruté muchísimo y, aunque haya sido terrible económicamente para mí, lo considero como un gran logro”.
Me acabo de transportar a 25 años y 21 días atrás y he vuelto a ser feliz con cada detalle. Recuerdos maravillosos que quedan para la posteridad.
Comentários