"Hice un solo desafinado
con las cenizas del amor
las verbenas del pasado
gangrenan el corazón.
Acórtate la falda nueva
despiértate al oscurecer
túmbate al sol cuando llueva
no desordenes mi taller."
Así empezó el concierto de Joaquín Sabina, el mejor poeta urbano de todos los tiempos, la noche del 18 de mayo del 2010, con hora y media de retraso gracias a un aguacero de mayo confabulado con la característica impuntualidad del pueblo dominicano. Era mi segunda cita con el jiennense; antes lo había visto con Serrat en Guadalajara, México, a donde viajé para matar "Dos pájaros de un tiro”. Esta era la primera vez que lo veía solo en concierto, con el atractivo añadido de ser en mi media isla.
El público esperaba impaciente en el Palacio de los Deportes de la primera ciudad de América y él no se hizo esperar. A "Tiramisú de limón" le siguió "Viudita de Clicquot", canción en la cual el flaco de Jaén descorcha una botella con quien estableciera el champán en Francia en el 1811. ¡Vaya surrealismo!
Comienzan los aplausos, los gritos, las fotos, y el público se viste de adrenalina. Todo, hasta ahora, iba bien.
Siguió con "Medias Negras" y "Ganas de...", acompañado de sus cómplices por excelencia, Pancho Varona y Antonio García de Diego, quien me dejó boquiabierta cuando interpretó magistralmente "Amor se llama el juego".
Empieza la tensión. El calor agobiante no ayudaba y mucho menos las luces encendidas, necesarias para que la gente, que seguía llegado tarde, pudiera encontrar sus asientos. Sabina se quejó y ya, a la tercera vez dijo: "¿Pueden apagar las luces de una puta vez?".
Mientras el flaco intentaba acercarse a nosotros cuando nos contaba de su relación con las musas a las que cataloga como putas, la gente le hacía fotos, comentaba y le faltaba al respeto. Se empezó a enfadar y dijo: "¿Me pueden dejar trabajar? Yo soy un señor mayor ya; tengo 61 años y pongo el alma en el escenario. Quisiera que valoraran un poco más mi trabajo y el de mis compañeros y cooperaran. Déjenme trabajar, carajo".
Lo intentó de nuevo. Dijo: "es maravilloso dejarse mojar por las tormentas tropicales del
Caribe", a lo que siguió el inicio de una de sus rimas para presentar su "Cristales de Bohemia". La gente seguía comentando, pidiendo tragos, pizzas, nachos a los camareros que le hacían competencia al flaco de Jaén. Jamás había visto cosa igual. ¿Serán las Memorias del Sub-desarrollo de Gutiérrez-Alea? La falta de respeto era tal que sentía vergüenza ajena.
Aquí no pudo más y estalló: "Por cosas como éstas es que voy a dejar de cantar en estadios grandes. Yo ya estoy muy mayor y pongo mucha ilusión en esto como para que no me dejen trabajar. ¿Para qué pagan entonces por venir a verme? Y me cabreo porque me sale de los cojones. Canta tú, Pancho, que ahora vuelvo".
Se fue y por un momento temí que no volviera. Pancho interpretó "Y si amanece por fin" y, aunque hubiese preferido escucharla por el Joaco, no niego que Varona lo hizo fantásticamente bien.
La cosa no termina ahí. Esto ya fue el colmo de mi enojo. El chico que estaba detrás de mí dijo, con toda la prepotencia del mundo: "¿Qué es lo que Sabina se cree? Él lo que quiere es ganarse los cuartos fácil. El tíguere lo que quiere es llamar la atención. ¿Qué vaina es? Eso pasa en todas partes".
Yo no pude callarme y le dije: "Por eso catalogan a los dominicanos como un pueblo falto de cultura, escandaloso y mal educado, nos cortan a todos por la misma tijera. ¿Crees tú que sea necesario que, en medio de un concierto, Joaquín tenga que ponernos de frente, con toda la razón del mundo, que somos unos irrespetuosos? ¡Ah! Y esto no pasa en todas partes. No pasa en España; no pasa en México. Pasa aquí en este país cuya nacionalidad llevo con mucho orgullo, salvo en momentos como éste. Es vergonzoso que Sabina se marche de aquí con esta imagen del pueblo dominicano".
Posteriormente Sabina se disculpó y dijo: "nosotros los artistas somos personas comunes y
corrientes y a veces se nos cruzan los cables”. El concierto siguió sin mayores contratiempos.
Aunque no se le pusiera la atención merecida, Mara Barros -la nueva corista onubense que sustituye a Olga Román y quien actuara en el musical "Hoy no me puedo levantar" de Mecano, me cautivó con la interpretación del trozo de poema del SubComandante Marcos hecho canción diez años más tarde. "Como un dolor de muelas" salió de sus cuerdas como una obra maestra. ¡Dios... Qué desparpajo de emociones causó en mí oír a esta chica cantarla!! Acto seguido siguió "Canción para la Magdalena" a la que le siguieron "Y sin embargo te quiero", la copla de Quintero, León y Quiroga y la extraordinaria, la que me derrenga y me emociona hasta las lágrimas, mi favorita "Y sin embargo".
El repertorio fue inmejorable. La banda estuvo genial y, aunque el concierto se viera empañado por malos ratos, no niego lo afortunada que soy de haber visto a este poeta irreverente hacer canción delante de mis ojos.
El segundo concierto, en el Gran Arena del Cibao, en Santiago me dejó aún más fascinada. El ambiente estuvo mucho mejor. Aunque aquí también se paseaban los camareros de un lado a otro ofreciendo y sirviendo tragos, al menos el aire acondicionado funcionaba, el público estaba quizás menos ansioso o era más educado y Joaquín se presentó, visiblemente, mucho más feliz. Ni siquiera hubo interrupciones cuando habló de que sus musas eran unas putas que se iban con Juan Luis Guerra, Víctor Víctor o Silvio Rodríguez cuando él más las necesitaba. La experiencia fue mágica y la diferencia entre ambos conciertos fue abismal.
Por segundo día consecutivo pude sentir ese desparpajo de emociones y anegarme en ese mar interminable que es la obra sabinesca. Aún lo saboreo y a veces creo que viví un sueño despierta, hecho realidad gracias a la ayuda inestimable de Berry, su representante. Por dos veces fui feliz y, aunque el poeta de la voz rota me diga que: "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver", sé que siempre volveré a Santiago... Porque "no quiero París con aguacero ni Santiago sin ti", como apostilló Sabina en el escenario.
¡Ay, Joaquín! ¡Cuánto me has dado! ¡Cuánto me sigues dando!
República Dominicana
18 y 19 de mayo, 2010
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