Nací en abril de 1968, en una casa ubicada en la calle 27 de febrero casi esquina Sánchez. La casa era propiedad de Demetrio Frías y su esposa Carmelita, de quienes tengo muy buenos recuerdos. A mis dos o tres años nos mudamos de casa y de barrio, pero siempre que teníamos la oportunidad, íbamos a visitarlos.
Recuerdo que Metro, como cariñosamente le llamaban, era infinitamente alto y muy conversador. Al cabo de los años, cuando supe un poco más de la historia de mi pueblo y de la Batalla de la Barranquita, no podía (ni quería) evitar sentir orgullo mucho al saber que fuimos vecinos, que fue testigo de mis primeros pasos y que estaba frente a un héroe.
A continuación, después de este preámbulo necesario, comparto datos históricos de esta memorable gesta.
¡Loor a los héroes y mártires del heróico 3 de julio!
El 1 de junio de 1916, los marines norteamericanos desembarcaron simultáneamente por las provincias Montecristi y Puerto Plata. En la primera desembarcaron sin ninguna resistencia; en la segunda, ante un fuerte encuentro con las tropas dominicanas que dirigía el Gral. Apolinar Rey.
Desde Puerto Plata y Montecristi, las fuerzas invasoras tenían como objetivo a ocupar la ciudad de Santiago para controlar los principales puntos políticos y económicos de la República Dominicana. Los norteamericanos habían recibido poca resistencia fruto del desorden y la anarquía imperante en el país, pero en Mao y en pequeñas comunidades del noroeste, como Doña Antonia, la situación fue muy distinta.
El comandante del puesto militar de Mao, el general Carlos Daniel Grullón, junto al sacerdote Eliseo Echevarria, el síndico Rafael (Feso) Madera y el presidente del Ayuntamiento, don Efraín Reyes, decidieron asumir la defensa de la Patria.
Sin más estímulo que su patriotismo y sin idea de la superioridad del enemigo, el grupo de 80 hombres encabezados por el general Carlos Daniel, salieron desde Santa Cruz de Mao a un punto del Camino Real (es decir la antigua vía que comunicaba a las ciudades de Montecristi y Santiago, conocido además como el camino viejo) para emboscar las tropas de ocupación.
El lugar fue el Cerro de la Barranquita, próximo a los entonces parajes de Guayacanes y Maizal, a unos 6 kilómetros de la ciudad de Mao. Al día siguiente, se les unió el capitán Máximo Cabral, quien fuera dejado libre por el Ministro de Guerra General Desiderio Arias cuando éste llego a Santiago desde Santo Domingo y al decidir no combatir a las fuerzas invasoras.
Del otro lado estaba el coronel Joseph Pendentlon, comandante de las fuerzas enemigas de la ocupación. Salió de Montecristi el 25 de junio de 1916, con 24 oficiales y 837 soldados. De ese modo, del lado de las fuerzas norteamericanas se contaba con 867 hombres y con una guardia de Infantes de Marina montados a caballo, seguido de un cuerpo principal formado por la infantería y la artillería, un hospital móvil y las provisiones.
Disponían de 24 carretas haladas por mulas, 7 camiones, 2 carretas y un vagón con agua, así como un tractor arrastrando 4 casas remolques y 11 automóviles marca Ford, según el parte de la época. Entre sus armas había, además, cañones de artillería, rifles, ametralladoras y pistolas.
Las armas de los dominicanos en la Barranquita, por el contrario, eran rifles Máuser de uno y seis tiros. Pero la batalla se inició en función la bravura, único elemento en que superaban a las tropas invasoras. Cuentan que en más de un momento de la batalla, se hizo retroceder al poderoso enemigo.
Justo finalizando el mes de junio de 1916, un pequeño ejército formado por aproximadamente 80 patriotas maeños, con armas gastadas por el tiempo, sale a hacerle frente a un ejército invasor de 200 hombres equipados con potentes y modernas armas.
El 2 de julio ya las tropas norteamericanas que avanzaban desde Montecristi, se encontraban en Laguna Salada y Los Pretiles, a sólo 10 Kilómetros de los héroes de la Barranquita que los esperaban aposicionados en profundas trincheras con el camino bloqueado por un enorme árbol de Baitoa, a treinta metros de ellos, así como con 20 barriles de abejas (10 de cada lado del camino por orden del Gral. Daniel) y nuestra enseña tricolor que flotaba en las alturas.
En la mañana del lunes 3 de Julio de 1916, se produjo el esperado encuentro en La Barranquita. El grupo de patriotas comandado por el Gral. Carlos Daniel y el Capitán Máximo Cabral, hicieron resistencia heroica al ejército norteamericano que avanzaba desde Montecristi.
Al sonar el primer disparo sobre las tropas invasoras al grito de “Tiro poi caco” del jefe Carlos Daniel, éstas rápidamente tomaron posiciones detrás del árbol grande que los dominicanos habían puesto en medio del camino para impedir el paso del enemigo. Muchos de ellos llegaron hasta donde estaban los barriles de abejas, que fueron alarmadas con los disparos dirigidos a propósito por los acantonados. Esta trampa fue lo que más ayudó a que en esos momentos se desarrollara este episodio histórico. Un buen número de norteamericanos quedó en medio de las abejas y mientras se defendían de las picaduras, les llovían ráfagas mortíferas de los dominicanos.
Esta experiencia les hizo retroceder y pensar en nuevas tácticas para destruir el valeroso cantón que dirigían los intrépidos Carlos Daniel y Máximo Cabral. Este último, quien en todo momento estuvo valientemente al frente de la contienda, fue uno de los primeros en caer, quien con su elegante uniforme azul oscuro, su gorra al estilo soldado francés y su sable de rango, hizo creer al enemigo que éste era la cabeza del grupo.
En la gesta de La Barranquita murieron los maeños Máximo y Agustín Cabral, el inmortal restaurador Pancho Peña (con 80 años), el joven de tan sólo 17 años, Belarminio Rodríguez, y el valeroso Magdaleno Zapata, entre otros.
Entre los patriotas que marchaban al frente con la intención de detener al enemigo, se encontraban además, Isaías Gutiérrez y sus sobrinos Lucas Evangelista, Francisco, Bernardo y Manuel Gutiérrez, del poblado de Guayacanes; los hermanos Luis y Belarminio Rodríguez, de la sección de Ámina; los maeños Juan Infante, Máximo Muñoz, Luis Disla, Josesito Gómez, Piíto Villalona, Salomé Rosario y Luis Gutiérrez.
También estaban Lucas Guzmán, Alfredo Castro y Pablo Peña. Mención especial y aparte merece el intrépido Demetrio Frías, quien fue el patriota que puso a flotar la bandera dominicana en el escenario del combate y que una vez hubo que abandonar el lugar, cuando ya estaban llegando al río Yaque, al percatarse de que la bandera había quedado abandonada, regresó él solo al campo de batalla y retiró la enseña tricolor para que ésta no fuera mancillada por la fuerza de la ocupación. Todavía esa bandera se conserva con claras manchas de la sangre de este extraordinario patriota.
El poeta Juan de Jesús Reyes describió la a los héroes como hombres valientes y astutos, por el uso de las abejas como estrategia militar concebida por el comandante, el General Carlos Daniel, quien estimuló al pueblo joven a la defensa de la patria pisoteada.
El médico que vino desde Santiago fue el doctor Geraldo Ellis Cambiaso, para curar y cuidar de los heridos.
La participación militar de los pueblos del noroeste ha sido vital para la defensa de la soberanía de la República en los diferentes momentos históricos. Sus mejores hijos abonaron con su sangre y fiereza, machete en mano, la zapata donde se levantaría la República Dominicana.
Fuentes: UASD, Batalla de la Barranquita & Cuaderno de Utopías
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