En esta hora tan triste, las radios de uno y otro lado del Atlántico no dejarán de emitir Al alba, sin lugar a dudas el tema más popular de Luis Eduardo Aute. Rosa León fue la primera en grabarlo en 1975, y en su día fue considerado un alegato contra la pena de muerte en general, y contra las últimas ejecuciones del franquismo en particular, extremo que el propio Aute matizó alguna vez, alegando que él escribió una pieza de amor. En todo caso, es una gran canción, como también lo es Rosas en el mar, que Massiel convirtió en todo un hit a finales de los sesenta. Para el primer Aute, la música no era algo primordial, sino un complemento de su otra gran vocación artística, la pintura. En realidad, tras grabar sus primeros discos entre 1967 y 1968, se retiró del mundo de la canción, al que regresaría a partir de 1973 con el álbum Rito. En los años setenta, desplegó una producción interesante –mención para Albanta, de 1978–, pero su carrera musical no floreció hasta la década siguiente. Los ochenta fueron una época aciaga para la canción de autor, aunque no para Luis Eduardo Aute, sobre todo gracias a Entre amigos, álbum de 1983 grabado en directo en el que le acompañaban colegas de gremio como Joan Manuel Serrat, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez o Teddy Bautista. A partir de este momento, y en un contexto sociopolítico muy particular –victoria electoral de la izquierda, carpetazo a la transición con todas las renuncias que ello implicaba, homologación europea, anhelo de modernidad…–, la carrera de Aute toma una fenomenal velocidad de crucero. Son más de 400 canciones las que hallamos en su haber, una actividad casi oceánica que Luis Eduardo Aute supo combinar con sus otras vocaciones. La pintura, claro, pero también el cine o la poesía, capítulos en los que no por ser menos visible, su obra es menos relevante. Al fin y al cabo, la guitarra, el pincel, el lápiz o el fotograma, no han sido más que meros instrumentos de los que Aute se ha servido para expresar un mismo empeño poético. En palabras del propio autor, “el artista es, más que nada, un loco. Un loco que, quizás, tiene un nivel de lucidez mayor que el resto de personas, ya que ha encontrado la manera de exorcizar sus fantasmas a través de la creación. Creo que el artista debe ser total, como los renacentistas. Ejercer una actividad artística es ejercer la libertad, es utilizar cualquier tipo de recurso con tal de poder emocionar a la persona a la se quiere comunicar algo”. Aute lo consiguió. Logró transmitir emociones mediante puntos de vista muy variados. Retrató la ternura –pensemos en los labios de papel de Las cuatro y diez– y las eurocalamidades contemporáneas (Atenas en llamas). Difundió ampliamente un erotismo tan explícito como místico (El universo), enhebró manifiestos filosóficos (De paso). Profundizó en el lenguaje cheli con el glorioso “que te folle un pez” de Mira que eres canalla, y mostró una mirada crítica sobre su propio oficio (Autotango del cantautor). Culto pero nunca pedante, sensible sin ser azucarado, la obra musical de Luis Eduardo Aute ha calado en el alma popular, de modo que debemos situarlo, junto a Serrat y Sabina, entre los cantautores más representativos de su época. Un clásico que las nuevas generaciones saludaron con complicidad. Entre otras ocasiones, este hecho quedó patente en febrero del 2016 –justo seis meses antes del infarto que le obligó a retirarse–, cuando a su paso por el Palau de la Música Catalana le acompañaron invitados como Miguel Poveda, Estopa o Els Amics de les Arts. Por lo demás, este hijo de padre barcelonés y de madre filipina de ascendencia española siempre hizo gala de su vínculo con nuestra tierra. Así, en 2009, Aute cantó en catalán algunos de sus éxitos junto a su amigo Joan Isaac en el disco Auteclàssic. Digámosle adiós, pues, con agradecimiento. Canturreando Al alba, por supuesto, pero repasando La belleza, tema que define a la perfección a este “enemigo de la guerra y su reverso, la medalla” que nunca dejó de reivindicar “el espejismo de intentar ser uno mismo”. “El artista es, más que nada, un loco; y debe ser total, como los renacentistas”, decía este ser polifacético Donat Putx
5 de abril, 2020
La Vanguardia
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