El calabacín es uno de los grandes protagonistas de la dieta mediterránea y es un poderoso antioxidante. Es ideal para las personas que quieran adelgazar gracias a sus escasas calorías y a su alto contenido en fibra y agua.
El calabacín fortalece la salud de los ojos gracias a la luteína y a la zeaxatina, carotenoides relacionados con la salud visual y cognitiva. La zeaxantina es en realidad un isómero de la luteína, es decir, que está compuesto por los mismos elementos y en las mismas proporciones.
El calabacín, además, controla el colesterol debido a su contenido en fibra dietética; y su contenido en vitaminas A y C también disminuyen el riesgo de arteriosclerosis, mismas que también nos ayudan a mantener una piel sana, joven y luchar contra los radicales responsables del envejecimiento de la piel.
Por su contenido en fósforo, mejora la salud cerebral. Evita la retención de líquidos gracias a su elevado nivel de agua. Por ello, es un remedio eficaz para combatir la celulitis.
Combate el acné y elimina las toxinas de la piel; mejora el tránsito intestinal.
El contenido en potasio que tiene esta verdura (295 miligramos) disminuye el riesgo de accidente cerebrovascular y de contraer una enfermedad cardíaca. Además previene la gota (ácido rico) gracias a su aporte en Omega 3.
Preparación:
Rayar dos calabacines, echarle sal al gusto y apartar en un colador para que vaya soltando el agua.
Rayar una cebolla entera y mezclar con los calabacines escurridos y apartar.
Batir un huevo (yo he usado huevo líquido para ingerir menos calorías de grasas) y agregar una onza de harina de avena (también se puede usar harina normal).
Mezclar la cebolla y el calabacín con el huevo y la harina; untar la sartén con un poco de aceite y esperar que esté bien caliente, Freír aproximadamente cinco minutos de lado y lado.
Para hacerlo más crujiente, poner en la freidora de aire caliente durante tres minutos de lado y lado a 400 °F.
Cada 100 g provee aproximadamente 60 calorías.
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