"Cuando un régimen político llega a ser odiado por el pueblo, su caída es inevitable".
La tarde del lunes 29 de mayo del año 1961 el clima político era ya irrespirable; había llegado a su punto más alto en la República Dominicana y la oficina Meteorológica de la Historia establecida en Santo Domingo pronosticó, que para el día siguiente, los vientos de la libertad soplarían con tal fuerza, que de mantenerse la misma y su trayectoria, en horas de la noche del siguiente día, tocaría el litoral Sur de nuestra media isla, convertido ya en un huracán político de categoría cinco.
Y así sucedió; pues alrededor de las 9:45 de la memorable noche del martes 30 de mayo del año 1961, la cólera de ese Huracán compuesto por muchos ciudadanos que no comulgábamos con el régimen del tirano Trujillo, se dirigió con toda su fuerza contra este dictador severo y drástico, y en la autopista que conduce de Santo Domingo a San Cristóbal, lo ajustició a fuego y sangre con balas magnicidas certeramente disparadas por un grupo de intrépidos dominicanos -hoy, Héroes Nacionales- que tuvieron el valor extraordinario de silenciar la autoritaria voz del opresor y de poner fin a una "Era" oscura, prolongada y brutal; suceso con el que soñamos durante tanto tiempo.
"¡Bendito los que matan, si es una bestia de sangre la que se hunde y un pueblo el que se salva!"
Con la caída del déspota, todo quedó abolido de golpe; y acontecimiento como éste, Mark los denominó, como la "astucia de la Historia."
Este tiranicidio, fue el principio del fin de esa satrapía y el cierre de un Capítulo particularmente tétrico de nuestra Historia Republicana y tuvo como resultado el resurgimiento de los derechos conculcados; dio lugar a que los dominicanos iniciáramos un viaje tortuoso para reconquistar las libertades públicas y los derechos ciudadanos pisoteados durante esos largos años de ignominias; que cientos de jóvenes tuvieran la oportunidad de lanzarse a la lucha contra los vestigios del trujillismo; y también, fue el inicio de un nuevo periodo en la vida de nuestra Nación en la que los dominicanos pudimos expresar: "Ya pasó el tiempo del miedo, ahora viene el tiempo de la esperanza."
Los ciudadanos sensatos tienen por bien sabido que, con el ajusticiamiento del tirano, se rompió la paz ominosa que imperó en nuestro País durante más de tres décadas en las que no hubo espacio para la dignidad humana ni para las libertades públicas; que gracias a esa gesta heroica fue posible demoler el hasta entonces dizque "armazón blindado de esa autocracia; cortar las cadenas del oprobio y devolverle el uso de la palabra a un pueblo encadenado," que esa hazaña produjo un cambio de ruta en nuestro panorama político por el cual se logró la reinstalación de la libertad y la democracia, que con sus altas y bajas, aún se mantiene; y dio el golpe de gracia a 31 años de abusos, desmanes, calumnias, ultrajes, atropellos, nepotismo, extorsiones, latrocinios, persecuciones, secuestros, encarcelamientos, asesinatos, desapariciones forzadas, destierros, destrucción de reputaciones y de humillación a nuestra Sociedad.
Además, ese ajusticiamiento -entre otras cosas- dio lugar a que todas las atrocidades cometidas por los calieses y los torturadores del SIM comenzaran a aflorar en un país en el que los derechos humanos fueron pisoteados con saña durante 31 años.
Aunque la pesadilla había terminado y ¡al fin! nos habíamos librado de las ruedas mellizas de esa patana cargada de crímenes y atropellos, el nuevo escenario político era confuso; sólo alentaba esperanzas y "la clase política nacional -sin experiencia alguna en esa materia- cometió el error de no visualizar que con unas Fuerzas Armadas formadas y entrenadas para sostener una tiranía" iba resultar imposible iniciar una diferente vida política con el peso de esa herencia; ni que bajo las circunstancias imperantes en ese momentum, se podía conducir nuestra Nación hacia una democratización efectiva; y a esto se debió -en gran parte- que esa heroicidad terminara siendo un deseo impaciente de cancelar el pasado, ya que no se logró desarticular totalmente el complejo aparato inquisitorial del régimen trujillista; pues la noche del 30 de Mayo cayó ajusticiado el tirano, no la dictadura; y pese a su eliminación física y que después siguió una etapa de luchas para defender y sostener la incipiente libertad y la democracia alcanzadas, los remanentes de la tiranía aún tenían mucho aliento en sus pulmones, y los militares, aunque aletargados por el ajusticiamiento de su Comandante en Jefe, seguían sin desmontar su bunker represivo.
Lo anterior provocó, que determinados métodos empleados por la tiranía durante 31 años no desaparecieran con la eliminación física del sátrapa; que muchos resultados negativos de ese tiempo no hayan sido asimilados; que aún persistan las consecuencias del trujillismo y que todavía subsistan las huellas dejadas por algunas de las medidas arbitrarias impuestas por el despotismo; que nos aquejen ciertos problemas que otras sociedades resolvieron hace más de cien años; y que cinco años después del magnicidio se produjera la impensada e increíble resurrección política del Dr. Joaquín Balaguer, figura cimera formada y moldeada en el sistema trujillista y portador del espíritu de ese método autocrático, quien regresó en el año 1966 a la dirección del Estado Dominicano, envejecido, cansado y casi ciego; el mismo que nunca creyó en los derechos de las minorías, por el contrario, en los veintidós años que se mantuvo en el poder saboteó cada paso que se daba hacia el logro de una democracia real; quien frenó todo proceso de cambio y el que siempre ofreció un rostro hosco ante esos movimientos. Por eso un chistoso dijo que "se quedó viajando en el vagón de cola."
Pero de todas las llagas dejadas por la tiranía de Trujillo, la peor ha sido: El permanente deseo de muchos ciudadanos/as en saber: ¿Qué pasó con sus familiares que sufrieron una desaparición forzada y dónde están sus restos?
Es pertinente que se conozca lo que el entonces Presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy expresó cuando ocurrió el ajusticiamiento del tirano Trujillo; cito: "en la República Dominicana hay sólo tres posibilidades en orden de preferencia descendente: Un régimen democrático, la continuidad del régimen de Trujillo o un régimen Castrista. Deberíamos apuntar a la primera, pero no podemos renunciar a la segunda mientras no estemos seguros de poder evitar la tercera."
Por Julio Escoto Santana
14 de junio, 2013
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