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Aunque no se parece en nada al cine al cual nos tiene acostumbrados, Eastwood, a sus 86 años dirige este filme que protagoniza Tom Hanks (uno de mis favoritos) Y que bien le podría valer una nominación al Óscar.

Sully se convirtió en un héroe, y no es para menos.

Me gustó mucho.





"La película comienza con una pesadilla: un avión pilotado por el capitán Chesley “Sully” Sullenberger (Tom Hanks) es golpeado por varios pájaros. Pierde ambas turbinas antes de chocar contra un edificio en Nueva York. Esto obviamente no es lo que realmente sucedió. Algún tiempo después del evento que se llamó “El Milagro en el Hudson”, Chesley Sullenberger comienza a sufrir de ansiedad.

Él y su copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart) están siendo investigados por el NTSB (National Transportation Safety Board) ya que son acusados de aterrizar el avión en el río Hudson, que habría puesto en peligro la vida de los pasajeros. Ellos no escucharon a las instrucciones del controlador de tráfico aéreo para regresar al aeropuerto de ‘’LaGuardia’’ y de acuerdo con un informe preliminar, un engranaje funcionaba. Si las simulaciones por computadora no le dan la razón, Chesley perderá su trabajo y su pensión. Su carrera de 42 años podría convertirse en humo".



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Hoy, 31 de mayo, Clint Eastwood junior está de cumpleaños. Más allá de su compleja personalidad, que le ha granjeado bastantes enemigos, el cineasta siempre ha demostrado buen olfato para elegir películas tanto como actor como director que se ajustaran a él y a su estilo.



Nunca ha escrito un guion, pero ha sabido seleccionar los mejores libretos que aparecían en su mesa, y por eso ha marcado el cine actual estadounidense, convertido en un clásico en un mundo de superhéroes y fervorosos efectos especiales, amante de los rodajes rápidos y tomas a la primera en una industria anclada en planos ultraestudiados para que puedan ser retocados por CGI, lo que alarga cualquier filmación, En estos 90 años, Eastwood ha participado o dirigido un gran número de enormes películas y un puñado de obras maestras. Aquí seleccionamos nueve para homenajear sus nueve décadas de vida.


LA TRILOGÍA DEL DÓLAR (1964-1966)


Si se ven seguidas, se entiende perfectamente que Sergio Leone creó una unidad de estilo a través del hombre sin nombre, de vaquero del poncho al que dio vida Clint Eastwood en Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966). La leyenda dice que el poncho fue el mismo en las tres películas y que nunca se lavó. Eastwood acabó harto del Leone perfeccionista y nunca más volvieron a trabajar juntos, a pesar de que ambos levantaron una monumental trilogía clave en el cine mundial, piedra angular del spaguetti western y lección artística para Eastwood, sobre todo en su composición de planos: algunos encuadres de películas suyas como Un mundo perfecto (1993) parecen dictados por Leone. Por cierto, de los siete actores que trabajaron en las tres películas, solo queda uno. Obviamente, Eastwood. Y eso que no era el más joven de ese selecto grupo.


‘LA LEYENDA DE LA CIUDAD SIN NOMBRE’ (1969)



Lee Marvin -borracho cada día del rodaje- y Clint Eastwood comparten a Jean Seberg durante la fiebre del oro en California. Y encima cantan. Solo alguien como Joshua Logan, poseedor de una fascinante filmografía ecléctica en la que esta fue su última película, podía sacar adelante un wéstern musical con estos mimbres. Se rodó en escenarios naturales de Oregón, a la sombra del éxito de Sonrisas y lágrimas, y por eso adapta un éxito de Broadway del que en pantalla solo quedaron el título (Paint Your Wagon), la mitad de las canciones y algo de los personajes en un guion del mítico Paddy Chayefsky. El presupuesto final dobló al originalmente previsto, la película fue un desastre en taquilla, y Eastwood aprendió desde ese momento que el mejor productor era uno mismo. Y sin embargo, menuda maravilla, qué diálogos (“¿Qué es un fornicador?” “No lo sé, no soy un hombre religioso” o “Te doy un chico, devuélveme un hombre”, que le encargan a una prostituta), qué personajazos.




‘HARRY EL SUCIO’ (1971)


El otro director de que Eastwood aprendió a hacer cine fue Don Siegel, con el que trabajó a gusto en las cuatro películas que hicieron juntos. Con este Harry el sucio arranco la leyenda del policía sin escrúpulos Harry Callahan. Mitchum y Lancaster ya habían rechazado la historia -por violenta- cuando cayó en manos de Eastwood, y fue este el que contrató a Siegel; juntos decidieron qué guion rodarían: hubo hasta cuatro versiones de la historia. Una de ellas estaba escrita por Terrence Malick. No se usó, pero muchas de sus ideas armaron el libreto de la secuela Harry el fuerte. Como solía decir a sus antagonistas armados: “Anda... alégrame el día”.


‘BIRD’ (1988)



Ahora nadie se acuerda, pero Clint Eastwood ha dirigido 38 largometrajes. Y muchos no lograron la complacencia de la crítica... excepto El jinete pálido (1985), el wéstern que realizó antes de volver al género en Sin perdón (1992). Eso sí, taquilla, toda. Eastwood era un exitazo entre el público. Hasta Bird, en la que el cineasta muestra su pasión por el jazz. La biografía de Charlie Parker, al que encarnó Forest Whitaker, ganó dos premios en Cannes (entre ellos mejor actor), el Globo de Oro a la mejor dirección y un Oscar, el primero para una película de Eastwood. Es también su primera obra maestra como realizador gracias a su comprensión y explicación de la vida salvaje y del talento del saxofonista que murió con tan solo 34 años.


‘SIN PERDÓN’ (1992)



Eastwood ascendió a los cielos, el filme ganó cuatro Oscar (dos para él, como director y productor de la mejor película), y el wéstern se asentó en el cine de los noventa. El guion sobre William Munny, este pistolero que vuelve por una última misión, estuvo dos décadas dando vueltas por Hollywood (Gene Hackman lo rechazó en su momento), hasta que Eastwood lo rescató, convenció a Hackman, reclutó a Richard Harris y a Morgan Freeman, y filmó su último wéstern canónico.


‘LOS PUENTES DE MADISON’ 4



El drama más sentimental de la carrera de Eastwood. Y es cierto que podría no pegar en su carrera (incluso se pensó para Robert Redford, una elección más obvia). Pero en sus manos devino en una película muy inteligente, empezando por la elección de otra actriz veterana para dar vida a Francesca, aunque físicamente no encajara en los rasgos del personaje: la idea de llamar a Meryl Streep fue de Ruth Wood, la madre de Eastwood. Él encarnó al fotógrafo de la revista National Geographic que retrata puentes en Iowa y que por ello pasa por la granja donde Francesca pasa unos días sola, tras irse su marido y sus hijos de vacaciones. La novela había sido un éxito de ventas, aunque su calidad no estuviera a esa altura y fue el guion de Richard LaGravenese el que elevó su nivel.


'MEDIANOCHE EN EL JARDÍN DEL BIEN Y DEL MAL’ (1997)



Es rarísimo que de una novela excepcional salga una película excepcional, como ocurre por fortuna en este caso. John Berendt escribió un libro que bebe el alma de Savannah, la ciudad más excéntrica y repleta de mitos y personajes enigmáticos de Georgia, a través de los ojos de un reportero que llega para cubrir el juicio por asesinato en el que se acusa a un millonario local. Eastwood tuvo el acierto de rodar en los mismos escenarios en que transcurrieron los sucesos que inspiraron el libro, y algunos personajes secundarios son interpretados por las personas auténticas. Por cierto, el productor y director le hizo pasar a su hija Alison hasta tres pruebas y varias lecturas de guion antes de que consiguiera su papel.


‘MYSTIC RIVER’ (2003)



Una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo XXI. Y un título que coloca a Eastwood a la altura de los más grandes. Con un material ultradelicado: el retrato de tres bostonianos, amigos de la infancia hasta que uno de ellos fue secuestrado por un pederasta. Sean Penn, Tim Robbins (Oscar para ambos) y Kevin Bacon cincelan sus personajes, y en los secundarios Laurence Fishburne, Marcia Gay Harden y Laura Linney (qué conversación final con Penn) apuntalan la historia, basada en una novela de Dennis Lehane. Eastwood hizo su movimiento habitual de rodar en el sitio (Boston) en que transcurre la historia para lograr la verosimilitud adecuada. Por cierto, la película pasó por Cannes sin ganar ni un premio.


‘CARTAS DESDE IWO JIMA’ (2006)



La idea original era compleja: contar la batalla de Iwo Jima desde las dos caras, la estadounidense y la japonesa. Y estrenar seguidas las dos películas, y en los idiomas respectivos. Banderas de nuestros padres engancha, pero Cartas desde Iwo Jima es rotunda, brutal, honesta. Se beneficia de un actor impresionante, Ken Watanabe, que da vida al general Kuribayashi, y que injustamente no fue nominado al Oscar (sí la película). Eastwood ha filmado diversos conflictos bélicos a lo largo de su carrera; aun así, Cartas desde Iwo Jima es su pieza magna en este género.


Fuente: El País.



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Todo lo que se necesitó fue una chispa para que el polvorín racial de Tulsa, Oklahoma, estallara con una fuerza brutal. Ocurrió en 1921, el 31 de mayo para ser precisos.

Un lustrabotas negro se chocó sin querer con una mujer blanca que salía a las apuradas de un ascensor de un hotel. Ella gritó. Entonces, alguien exclamó violación. Y durante las horas siguientes se armaron los peores disturbios de Estados Unidos desde la Guerra de Secesión.

Aún no se sabe con precisión cuántos murieron en los incidentes, que terminaron con la destrucción total de un barrio próspero de gente de color al que llamaban el Wall Street negro. En la época se estimó que eran 30 personas. Pero ahora se habla de 300. Esta discrepancia no debería llamar la atención. La ciudad prefirió omitir por más de siete décadas el recuerdo de su pasado, hasta que una comisión investigadora comenzó recientemente a revisar los hechos. La que impulsó la investigación fue la alcaldesa de Tulsa, Susan Savage, una mujer blanca que, como las generaciones que nacieron luego de los disturbios, creció ignorante de todo lo que pasó. Al principio, ni siquiera los sobrevivientes de la matanza -hoy todos muy viejos- querían hablar del tema, muchos por miedo a que el recuerdo de los odios del pasado pudiera traducirse en nuevas represalias. Cuando se evocan estas historias los blancos se enojan y para nosotros, los negros, las cosas se ponen feas, indicó Veneice Sims, una sobreviviente de 94 años. Pero la comisión investigadora planea realizar una excavación en el cementerio de Tulsa, donde se cree que han sido enterrados más de 300 cuerpos en una fosa común. Lo importante es saber qué pasó. Y lo que pasó fue de una virulencia que todavía hoy provoca piel de gallina.


Tras el incidente en el hotel, el lustrabotas fue llevado a la comisaría, frente a la cual una multitud se preparaba para lincharlo. Pero la comunidad negra no estaba dispuesta a entregar a uno de sus hijos al alquitrán, las plumas o la horca. Muchos de ellos acababan de regresar de la Primera Guerra Mundial, donde habían aprendido a pelear. No contaron, sin embargo, con el factor de la superioridad de fuerzas. En esa época, Tulsa atravesaba por un boom económico. Se acababa de descubrir petróleo en Oklahoma, trayendo una prosperidad desconocida en el viejo Oeste. No sólo los blancos se habían beneficiado de ella, sino también muchos negros, en cuyas pequeñas parcelas comenzó de repente a surgir el oro negro. Fue así que el barrio de Greenwood adquirió el apodo de el Wall Street negro.

Esta prosperidad les molestaba a muchos blancos. Entonces, como ahora, los blancos tenían un arma en cada casa. Y a la hora del enfrentamiento, tenían tanto armamento como un pequeño ejército tanto, que la resistencia de veteranos negros fue diezmada. Y con la adrenalina a máximo nivel, los vencedores salieron a saquear todo lo que encontraron en Greenwood. Muerte a los negros, gritó alguien exaltado, y todo el mundo lo siguió.

La policía y un grupo de soldados fueron, en ese momento, enviados a restaurar el orden. Pero en vez de calmar las cosas se unieron a los saqueadores con la misma furia. Unos 10 mil blancos participaron en el asalto a Greenwood. Sus habitantes huían espantados, mientras sus casas eran incendiadas. Pero los negros eran atacados aun cuando abandonaban Tulsa: los ametrallaban desde aviones, como para que no quedara nadie con vida. Sus cuerpos caían despedazados en el río Arkansas. Al anochecer del 1 de junio, el Wall Street negro había sido reducido a cenizas. Eran 36 manzanas de destrucción total. Los sobrevivientes nunca retornaron a Tulsa. La ironía de esta tragedia es que la mujer blanca que se chocó con el lustrabotas negro se negó a acusarlo de violación. Pero a nadie le importó.


En Tulsa, en aquel año, todavía existía la segregación racial y los aseos estaban separados por el color de la piel de los usuarios. De hecho, los negros debieron instalarse en un gueto porque tenían prohibido hacerlo donde tres cuartas partes de los residentes fueran de otra raza. la ley había sido considerada inconstitucional en 1916, pero se seguía aplicando.


Los afroamericanos abrieron tiendas y comercios propios, alcanzaban por fin el sueño de ser una clase media con talleres y pequeños negocios Cines, librerías, hoteles, restaurantes y hasta dentistas regentados por negros. Sin embargo, las calles de esas pocas manzanas, llenas de tiendas y de restaurantes regentados por la minoría afroamericana no eran vistas con plena simpatía entre los conciudadanos blancos


Los disturbios de Tulsa, en los que la mayoría blanca arrasó con la próspera comunidad negra fueron silenciados hasta 1997 y han servido de base para el argumento del comienzo del primer capítulo de “Watchmen”.


Varias fuentes.


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