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Mari Trini nació el 12 de julio de 1947 en Caravaca de la Cruz (Murcia).

Era hija de Gonzalo Pérez-Miravete Pasqual de Riquelme y de María Mille Campos (1926-2016), familia en la que no existía tradición artística. Se trasladaron a Madrid cuando Mari Trini era muy niña.

Alumna de un colegio religioso, su infancia se vio marcada por una nefritis que la obligó a permanecer descansando en cama desde los siete años hasta los catorce.

Durante su convalecencia comenzó a interesarse por la música: aprovechó para aprender a tocar la guitarra y empezó a componer sus primeras canciones. Esta vocación, y las desavenencias con su madre, le empujaron a marchar de casa en busca de nuevos horizontes y más libertad.

"Cuando me acaricias", con el apoteósico arreglo de Waldo De los Ríos. Si tuviera que elegir una canción favorita de la extensa discografía de Mari Trini, sería ésta.


Desde muy temprana edad, Mari Trini mostró un gran talento para la música. A los 17 años, se trasladó a Madrid para perseguir su sueño de convertirse en cantante. Allí comenzó a actuar en pequeños locales y a componer sus propias canciones, cautivando al público con su emotiva voz y sus letras profundas y poéticas.


En 1969, lanzó su primer álbum titulado "Mari Trini", que incluía canciones como "Amores" y "Yo no soy esa". Estos temas se convirtieron en éxitos y le abrieron las puertas a la fama en España y América Latina. Su estilo musical se caracterizaba por fusionar la canción melódica con influencias del pop y la música folk.



A lo largo de su carrera, Mari Trini lanzó numerosos álbumes que cosecharon gran éxito y reconocimiento, destacando obras como "Escúchame" (1970), "Canta en francés" (1972) y "Una estrella en mi jardín" (1973). Sus canciones, en su mayoría escritas por ella misma, abordaban temas como el amor, la soledad y la lucha personal.


Mari Trini se destacó no solo por su talento musical, sino también por su estilo único y su autenticidad. Su carisma y su entrega en el escenario conquistaron a millones de seguidores en todo el mundo. A lo largo de su carrera, recibió numerosos premios y reconocimientos, incluyendo el prestigioso Premio Ondas.



Mari Trini falleció el 6 de abril de 2009 en el hospital Morales Meseguer de Murcia. dejando un legado musical que perdura en la memoria de sus seguidores. Su música continúa siendo escuchada y valorada, recordándola como una de las grandes voces de la música en español y una destacada figura de la canción melódica.




Discografía


Mari Trini (1969)

Amores (1970)

Escúchame (1971)

Ventanas (1973)

L'automne (1973)

¿Quién? (1974)

Canta en francés (1975)

Transparencias (1975)

Como el rocío (1976)

El tiempo y yo (1977)

Solo para ti (1978)

Ayúdala (1978)

A mi aire (1979)

Oraciones de amor (1981)

Una estrella en mi jardín (1982)

Mari Trini (1984)

Diario de una mujer (1984)

En vivo (1985)

Quién me venderá (1986)

En tu piel (1987)

Espejismos (1990)

Sus grandes éxitos (1993)

Sin barreras (1995)

Alas de cristal (1996)

Mari Trini con los Panchos (2001)

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Premiado en 1971 por la Academia Sueca, por una obra que da voz a los sueños de un continente, hoy hay quienes le sugieren silencio. El poeta del amor se volvió un autor problemático, ensombrecido por su vida privada, en especial la violación de una sirvienta en Asia y su relación con las mujeres. Opinan biógrafos, críticos y escritores.




En su cuento Carnet de Baile, Roberto Bolaño cuenta su relación con la obra de Pablo Neruda a través de 69 miniaturas narrativas. Recuerda que su madre le leía los Veinte poemas de amor y bromea con la rivalidad entre nerudianos, rokhianos y parrianos. “Lo confieso: no puedo leer el libro de memorias de Neruda sin sentirme mal, fatal. Qué cúmulo de contradicciones. Qué esfuerzos para ocultar y embellecer aquello que tiene el rostro desfigurado. Qué falta de generosidad y qué poco sentido del humor”, escribe.


Sin el ánimo revoltoso de Bolaño, nuevas lecturas de Neruda han subrayado los bordes controversiales de su obra, ensombrecida por aspectos de su biografía: la violación de una empleada doméstica en Asia, su relación con las mujeres, su paternidad ausente o su adhesión al estalinismo.


Hace pocos días, una nueva edición de Confieso que he vivido en Estados Unidos motivó una reseña en The Wall Street Journal que se pregunta precisamente por los dilemas morales vinculados a Neruda: “¿Qué deberíamos pensar de un hombre tan casualmente priápico, que nunca dudó en usar su poder -como poeta o diplomático- para llevar a las mujeres (que a menudo eran vulnerables) a su cama?”.




A 50 años de la concesión del Premio Nobel de Literatura, en 1971, la figura del poeta parece cuestionada. Si la Academia Sueca lo distinguió como autor de una obra que daba voz a los sueños de un continente, hoy hay quienes le sugieren silencio. “Neruda, cállate tú”, el cartel que se hizo visible en las marchas feministas, revela una nueva actitud hacia el vate, que hace recordar uno de sus versos juveniles: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.


El poeta de Canto general, que murió días después del Golpe del 73, que tuvo un funeral vigilado y cuyas casas fueron saqueadas durante la dictadura, se convirtió en los años 90 en el gran poeta del amor. Así lo presentaba El cartero de Neruda, la película que popularizó al poeta en Hollywood. Entonces, hasta Robin Williams recitó a Neruda en una escena del filme Patch Adams. La fundación a cargo de su legado promovía ese perfil y en su página web destacaba “los amores de Neruda” junto a sus colecciones de botellas y mascarones.


En la segunda década del siglo XXI, el romanticismo asociado al poeta comenzó a agrietarse. Los poemas de amor y erotismo de Neruda empezaron a ser leídos como obras de un autor que desde una posición de poder abusó de una sirvienta.


Ocurrió en 1929, cuando Neruda era cónsul en Ceylán (Colombo). Una mujer de la raza tamil era la encargada de la limpieza de su baño. A Neruda le impresionó su belleza, “a pesar de su humilde oficio”. Y una mañana, “decidido a todo”, la tomó de las muñecas, la desnudó y la llevó a la cama. “El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia”.


Homenaje a Pablo Neruda. Estadio Nacional. 12 de mayo, 1972 (CDI Copesa)



Un poco más allá va Francisco Leal: “Pablo Neruda (1907-1973) es uno de los poetas de mayor renombre de la literatura mundial. Y también un violador confeso”, afirma en su ensayo Inmóvil bajo su pecho, como una advertencia desgraciada. “Neruda no fue una víctima en Asia. Todo lo contrario. En ese despótico contexto, y no en el de un poeta desolado en Asia, Neruda viola a una de sus sirvientas”, afirma el académico de la Universidad Estatal de Colorado


A través del e-mail, Leal destaca que después de años de biografías complacientes, aparecen perspectivas más rigurosas. Entre ellas, destaca la de Eisner, que se nutre “de la crítica feminista, de la poscolonialista, y esos nuevos enfoques y documentos sin duda otorgan significativa información sobre Neruda. Eso lleva a que Mark no siempre esté del lado adulador de Neruda. Porque la vida y obra de Neruda estuvieron llenas de aberraciones. Sobre todo en sus años asiáticos”.


Público y privado

El escritor Roberto Castillo, académico en Haverford College, ofrece hace años un curso sobre la obra del poeta. “La valoración actual de la obra de Neruda en EE.UU. no ha variado sustancialmente. Sigue siendo considerado un poeta fundamental de la literatura latinoamericana; la valoración de la persona de Neruda, por otra parte, sí ha variado, y mucho, como corresponde a los tiempos que corren y a la creciente toma de conciencia sobre la dominación patriarcal que lo permea todo y las variadas formas de la violencia de género”, sostiene.


En Chile, la escritora y editora Claudia Apablaza observa que la valoración de la obra del poeta sí ha cambiado. “La recepción de una obra hoy está muy relacionada a la ‘imagen pública’ o a la ‘construcción de autoría’ de un escritor. En relación a esto, lo que se valora hoy en un ‘autor’ no es especialmente esa masculinidad exacerbada, al contrario, eso se detesta, sobre todo si además le sumas esta lectura de su obra de que abusó de mujeres”. Para ella, Neruda está muy asociado a la “masculinidad tóxica”.




El crítico literario Juan Manuel Vial afirma que la creación nerudiana se ha devaluado con el paso del tiempo. “Pienso que la obra de Neruda, en general, envejeció mal. En cierto sentido, es el producto de una época limitada más que de una era poética amplia. Pienso que en nuestro propio país Neruda ha dejado de ser el referente que era hasta hace sólo una o dos décadas. Los ríos se partieron hacia otras acequias, y eso a mí me parece bien, pues soy más afín a otros poetas de su misma envergadura”, dice.


Vial discrepa de consideraciones biográficas al valorar la creación literaria. “Las obras se juzgan en base a méritos artísticos, no en base a la concepción moral imperante, pues esta tiende a cambiar y las obras son más bien inmutables”, subraya. Y agrega: “Si alguien se siente sublimado hasta el alborozo por las dulzonerías que escribió Neruda, imagino que poco le importará que el vate haya cometido violación. Intrínsecamente, el humano es capaz de soslayar muchas cosas si algo lo conmueve hasta el tuétano”.


La poeta Carmen Berenguer matiza la discusión y plantea una duda sobre la naturaleza de la confesión nerudiana. “Tal vez Pablo Neruda al ver una esfinge representada por una bella mujer esculpida como una piedra quiera tomarla, sin más. Eso está escrito, son palabras, ¿son reales? ¿O la acusación pública quiere corregir un deseo reprimido, deleznable por cierto? Tendríamos que poner un juicio a todos los poetas, como Gonzalo Rojas, Nicanor Parra y otros que siguen vivos, que han y tienen todavía derecho a la pernada a la chilena. ¿Sobrevivirán sus obras?”.


Desde Concón, Claudio Bertoni comenta: “No tengo la menor idea de cómo ha cambiado (si es que) ‘la recepción y la imagen de Neruda hoy’, porque no hablo prácticamente con nadie de eso o de ninguna otra cosa y porque no leo acerca de asuntos similares tampoco. Respecto al ‘sombrío aspecto de la violación’, me preguntaron lo mismo en el Clinic hace mucho y contesté que nadie tenía el derecho de forzar a nadie a nada y menos en este caso. Por lo mismo imagino que entre las compañeras feministas debe haber perdido la imagen de este poeta poco o mucho”.


Claudia Apablaza no duda de que estos aspectos afectan la recepción de la obra de Neruda. “Por mucho que algunas y algunos quieran llevar adelante la bandera de ‘es un texto’ ‘hay que leer la obra’, o sea, sí, pero es complejo y casi imposible ese intento de alienación a algo que es sólo un texto, si una es lectora, con intereses, ideologías, pensamiento crítico. Además, él mismo usó su figura pública y su poder para hacer relucir su obra, entonces, por qué habría que mirarlo ¿sólo desde ese lado?”.


Mark Eisner recuerda que “un crítico de mi biografía, por ejemplo, escribió que apreciaba el libro, pero sentía que el comportamiento de Neruda (no solo hacia las mujeres) era tan tóxico que terminó sacando todos sus libros de poesía de sus estantes y tirándolos a la basura”. Aun así, “sus libros, al menos aquí en los Estados Unidos, continúan vendiéndose al mismo volumen año tras año, incluso desde que la gente se volvió más consciente de estos temas”.


Al margen de su imagen pública, las ventas de Neruda no han decaído. Así lo confirman también Bernardo Reyes y Fernando Sáez. “Ningún autor chileno, a 48 años de su muerte, se ha aproximado ni siquiera un poco a este reconocimiento”, dice el sobrino.


“Así como Neruda dijo que quien no conoce el bosque chileno no conoce este planeta, quien se niega a conocer a Neruda cierra los ojos a un conocimiento que va más allá de los reconocidos defectos del hombre de carne y hueso que se inventó ese apellido”, señala Roberto Castillo.


Aun con toda su complejidad, la obra de Neruda sobrevivirá, afirma Mark Eisner, porque “la poesía valiosa, el arte valioso, siempre perdurarán”.


Tal vez, como bromeó Bolaño, estemos destinados a volver a Neruda como fieles arrepentidos, con las rodillas sangrantes y los ojos en lágrimas: “Cuando nuestros nombres ya nada signifiquen, su nombre seguirá brillando, seguirá planeando sobre una literatura imaginaria llamada literatura chilena”.


Fuente: La Tercera. Por Andrés Gómez



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Actualizado: 12 jul 2023

Consciente de su valía como poeta, a partir de la década de 1950 el parralino comenzó a desplegar una campaña en pos de obtener el galardón. Consistió en publicar libros de manera periódica, intervenir en los debates culturales, aparecer en la prensa. Además, solicitó la ayuda del Estado, en la que se destacaron dos decisiones claves de Salvador Allende. Pero también enfrentó obstáculos, como la CIA. Este es el relato de la trastienda de un hito histórico que este jueves 21 cumple cinco décadas.



El telegrama desde la Embajada chilena en Suecia llegó urgente a Santiago. Era el 20 de octubre de 1971 y pese a lo cortado que suele ser la redacción de su mensaje, traía una de esas esas noticias que son para enmarcar. “Informaciones confidenciales sostenidas Embajada indican que Premio Nobel sería concedido mañana Neruda. Ruego a US. máxima reserva vista información no está confirmada”.


El documento, extraído desde el Archivo Histórico del Ministerio de RR.EE. de Chile y que aparece en el libro Pablo Neruda – Salvador Allende, una amistad, una historia (RIL Editores, 2014) del investigador Abraham Quezada (uno de los principales estudiosos de la obra del vate), expone no solo una noticia crucial, sino que da cuenta que desde la maquinaria misma de las relaciones exteriores estaban bastante a caballo con las gestiones para que a Pablo Neruda le fuese concedido el Premio Nobel de Literatura, el máximo galardón de las letras mundiales.

El camino para eso fue largo.



Si se indaga en los archivos en línea del sitio del Premio Nobel, que libera la información de quienes fueron candidatos 50 años después de cada edición (aunque solo se encuentra actualizado hasta 1966), se observa que la primera vez que Pablo Neruda estuvo formalmente nominado como candidato al galardón fue en 1956, cuando su postulación fue levantada por el profesor de Literatura de la Universidad de Aix-en-Provence, André Joucla-Ruau.

Hasta esa década, Neruda ya había publicado los libros que le dieron un nombre: Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), Residencia en la tierra (1935) y el monumental Canto general (1950). Desde ahí, comienza una intensa producción que alcanza otros títulos relevantes, como Los versos del capitán (1952), Las uvas y el viento (1954), y Odas elementales (1954).



Ese torrente de publicaciones, que mantuvo hasta su muerte no era casualidad. Era parte de una estrategia que el poeta estaba desplegando para llamar la atención de la Academia Sueca. “Es la época de la gestión del talento, empieza a administrar la pyme poética que es”, señala a Culto Abraham Quezada. “Su estrategia era publicar cualquier cosa, era una máquina, y se preocupaba que tuvieran ediciones en varios países. Tomó el estilo de difusión que realizó Mistral, quien también se preocupaba de aparecer en la prensa, con columnas, con opinión, con entrevistas”, agrega el investigador.

Quezada agrega que esa estrategia de difusión la complementaba con recorridos por el globo. “Sus visitas a los países no eran anónimas, si llegaba a un país se reunía con el Presidente de la República, no menos. De 1950 en adelante, eran relaciones públicas de alto nivel, porque era lo que él buscaba”.

¿Por qué lo perseguía con tanto afán? “Estaba consciente de su talento poético sin ser engreído -afirma Quezada-. Para él, en América Latina solo había un poeta a quien consideraba un auténtico par: el peruano César Vallejo”.




Otro paso importante que acercó a Neruda al galardón fue su militancia política. Es sabido que hasta su muerte formó parte de las filas del Partido Comunista, por el cual incluso fue senador, entre 1945 y 1948, cuando fue desaforado y debió partir al exilio. “Una cosa que le permitió alcanzar el Nobel se debe a que fue parte de una red de intelectuales y políticos de izquierda. Su militancia comunista fue clave, porque era un partido de implantación planetaria, al menos el PC chileno es internacionalista. Sin esa red no se entiende”, explica Abraham Quezada.

Además, Neruda había aprendido a tener tacto. En 1966, desde Cuba se hizo pública una carta contra el poeta acusándolo de “falta de compromiso político”, la que circuló en los principales círculos intelectuales. Fue toda una operación “incluso la mandaron a la Academia Sueca”, señala Quezada.


El poeta reaccionó sobre el asunto, pero de manera privada. En carta a su amigo venezolano Miguel Otero Silva, en octubre del 66, le dice: “¿Has visto la villanía, la perversidad, la traición y el error de los Guillenes de Cuba?”. Pero su rabia quedó ahí, en los papeles. “Podría haber hecho un escándalo mayor, pero él no podía poner en riesgo su llegada al Nobel, porque iba a aparecer como un tipo disruptivo, que genera conflicto, que no era consistente con lo que pensaba”, agrega Quezada.


El año en que pudo ser


Mientras Neruda publicaba libros como si se le fuera a ir la vida, visitaba países, hacía relaciones públicas y aparecía en la prensa, subterráneamente le salió un enemigo al paso. Nada menos que la mismísima Central Americana de Inteligencia, la CIA.


En su libro La CIA y la guerra fría cultural, la historiadora británica Frances Stonor Saunders da cuenta de las gestiones que el organismo realizó para impedir que la Academia Sueca galardonara al oriundo de Parral. Si hubo un año en que eso se recrudeció, fue en 1963, porque a John Hunt, encargado de la oficina de la CIA en París le llegó la información: Neruda era candidato fuerte para el Nobel de 1964.




Ante eso, decidió actuar y preparar un informe para ser enviado a la Academia Sueca e influir en las siempre herméticas deliberaciones del premio. El documento, señala Stonor Sanders, “se centraba en la cuestión del compromiso político de Neruda y afirmaba que era ‘imposible disociar al Neruda artista, del Neruda propagandista político’. Lanzaba la acusación de que Neruda, miembro del Comité Central del Partido Comunista Chileno usaba su poesía como ‘instrumento de un compromiso político que era total y totalitario’; era el arte de un hombre que era estalinista ‘militante y disciplinado’”.


Para ese 1964, la guerra fría estaba en su punto más alto de tensión. El muro de Berlín llevaba 3 años construido; habían pasado solo 2 años de la llamada Crisis de los misiles, que estuvo a punto de causar un enfrentamiento armado entre EEUU y la URSS; la guerra en Vietnam ya estaba desatada y los soviéticos habían puesto en 1961 al primer ser humano en el espacio: Yuri Gagarin.


Mientras tanto, la candidatura de Neruda para ese año fue levantada -según consta en el archivo en línea del Nobel- por Ragnar Josephson y Bengt Holmqvist, académico y editor sueco, respectivamente. De hecho, el primero también había puesto al autor de Crepusculario como candidato el año anterior. Si se revisa la lista total, habían rivales formidables: Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Rómulo Gallegos o Robert Lowell.


Neruda había publicado su Nuevo canto de amor a Stalingrado en 1943. Para Abraham Quezada, fue ya en esa época cuando la CIA comenzó a ponerle atención. “El seguimiento a Neruda comenzó cuando estaba en México, de cónsul general. Estaban atentos a lo que hacía, decía, y a dónde viajaba, todo desde el canto a Stalingrado”.


Además, la CIA le hacía otras zancadillas. “Le costaba que le dieran visas para ingresar a Estados Unidos o a Inglaterra, finalmente entraba por permisos especiales, ¿por qué? Porque era un pez gordo comunista”, argumenta Quezada.




Finalmente, el Nobel de Literatura de 1964 fue concedido al intelectual francés Jean Paul Sartre, quien, sorpresivamente lo rechazó. En una carta pública al diario Le Monde, donde explicó su decisión, el filósofo mencionó algo clave: “Sé que el premio Nobel en sí mismo no es un premio literario del Bloque Occidental, pero es de lo que está hecho, además pueden ocurrir eventos que están por fuera de los terrenos de los miembros de la academia sueca. Esta es la razón por la cual, en la presente situación, el Premio Nobel se mantiene objetivamente como una distinción reservada para los escritores de Occidente o los rebeldes de Oriente. No ha sido otorgado, por ejemplo, a Neruda, quien es uno de los más grandes poetas latinoamericanos”.


Movimientos claves


Pese al mal trago de 1964, Neruda siguió su empeño. Para esos entonces, ya había buscado el apoyo oficial más comprometido desde los respectivos gobiernos de la época. “Pedro Aguirre Cerda ayudó a que Gabriela Mistral ganara el Nobel, ubicándola en buenas destinaciones, promoviendo sus libros, esa experiencia Neruda la conocía”, señala Quezada. En todo caso, el investigador señala al respecto que la estrategia desde el Estado para ayudar al parralino fue más bien difusa. “A ratos se promovía la publicación de los libros de Neruda al inglés o mandarlo en comisión de servicio”, señala.


De todas maneras, menciona lo que sí ocurrió. “Hubo gestiones del diputado Baltasar Castro, del Partido Agrario Laborista, el partido de Carlos Ibáñez del Campo. Él hizo varias gestiones con el gobierno de Jorge Alessandri para promover la figura y la imagen de Neruda”.


También señala la ayuda que Gabriel Valdés prestó en 1966, como parte del gobierno de Eduardo Frei Montalva, en una exposición que se hizo en la mismísima Estocolmo, a la que fue invitado Neruda.


Pero lejos los movimientos más relevantes los hizo Salvador Allende apenas asumió como Presidente. No fueron muchos pero sí importantes. El primero, mandó a Neruda como embajador en Francia. “No es menor estar en Francia para estar presente en del debate cultural y lo conocieran en el occidente europeo -señala Quezada- además porque Miguel Ángel Asturias ganó el Nobel en 1967 siendo embajador de Guatemala en Francia”.


La segunda decisión clave de Allende fue nombrar como embajador en Suecia a un amigo de Neruda. “Era Luis Enrique Délano, el padre de Poli Délano, no era casualidad. Allende no mandó un enemigo de Neruda a Estocolmo”, explica Quezada.


Las gestiones de Délano, sumado al despliegue que el autor de Estravagario fue haciendo durante su vida, finalmente prosperaron, y el 21 de octubre de 1971 la Academia anunció que Pablo Neruda, entonces de 67 años, era el flamante Premio Nobel de Literatura “por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente”.


El popular matutino Clarín (“Firme junto al pueblo”) en su edición del 23 de octubre de 1971 señaló: “El país entero se emocionó. Los rotos pampinos, los campesinos que hacen parir la tierra, los ovejeros de la pampa magallánica, los pescadores desafiando el océano, los arrieros, los mineros, los obreros de la construcción, las mujeres en su casa parando la olla, los intelectuales, los empleados, todos, de capitán a paje, nos sentimos más importantes, más chilenos”.


La ceremonia tuvo lugar el 10 de diciembre y el premio se lo entregó el rey Gustavo Adolfo VI. En su discurso de aceptación, vestido de impecable frac, Neruda hizo un repaso de su vida, haciendo énfasis cuando debió arrancar arriba en la Cordillera de la persecución de gobierno de González Videla. Además, repasó a su fallecido enemigo Vicente Huidobro: “El poeta no es un ‘pequeño dios’. No, no es un ‘pequeño dios’. No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios. A menudo expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree dios”.


Asimismo, citó al francés Arthur Rimbaud, una de sus influencias, y parafraseó una de sus frases: “Sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia, dignidad a todos los hombres”.


Y vaya que tuvo ardiente paciencia Neruda.


Fuente: Culto; La Tercera


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